lunes, 27 de octubre de 2008

El gran empresario-amigo del Laucha

La Justicia investiga a Héctor Basilio Lapeyrade quien le dio cobertura al represor Julián Corres

Los fiscales federales de Bahía Blanca le pedirán hoy a la Justicia que Héctor Basilio Lapeyrade, petrolero, bodeguero y terrateniente, sea citado a declarar como partícipe del encubrimiento de la fuga del represor Corres.

Por Diego Martínez
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Julián Oscar Corres fue detenido en la casa de su madre por agentes de Interpol y la PSA.

Encubrir a represores prófugos puede llegar a ser un problema, sobre todo cuando dejan de serlo. El empresario Héctor Basilio Lapeyrade, que durante al menos trece meses le brindó cobertura al teniente coronel Julián Oscar Corres para burlar a la Justicia, será citado a prestar declaración en Bahía Blanca por el delito de encubrimiento agravado. Así lo solicitarán hoy ante el juez federal Ramón Dardanelli Alsina los fiscales federales Hugo Cañón y Antonio Castaño. También pedirán que rindan cuentas los militares que durante dos años dispusieron de bienes del Ejército para garantizar un buen pasar a los camaradas en desgracia. Acusan por peculado al general de brigada Oscar Roberto Gómez, ex comandante del Cuerpo V, y como partícipe del mismo delito al ex secretario general, coronel Jorge Roque Cocco, quien sin quitarse el uniforme visitaba a los represores con tortas para acompañar el mate.

Es improbable que los 41 prófugos imputados por crímenes de lesa humanidad tengan un padrino de confirmación como Lapeyrade, un multimillonario de 79 años dueño de tres empresas petroleras (Chañares Herrados, Chañares Herrados Petrolera El Trébol y Angarteche), viñedos, bodegas y campos en Mercedes. Don Héctor es además un experto en elegir compañías. Hasta marzo, cuando cobró 1,2 millón de pesos de honorarios, la dirección de Chañares estuvo a cargo de Luis Alfredo Zarattini, ex Tacuara acusado de haber actuado en centros clandestinos y de haber colaborado con la DINA chilena en el asesinato del general Carlos Prats. El apoderado es Oscar Héctor Corres, primo del Laucha, procesado en 1971 por el asesinato de la estudiante Silvia Filler como miembro de la ultraderechista Concentración Nacional Universitaria de Mar del Plata. Oscarcito, como lo llama el patrón, fue amnistiado en 1973 y figura entre los acusados por el Tribunal Oral Federal marplatense de haber integrado la patota de la CNU responsable de secuestros y homicidios en 1975. A su tercer “hombre de confianza”, como lo definió ante la Justicia, le sobran pergaminos: Julián Corres está procesado por 47 secuestros, 38 torturas, 17 homicidios y 7 desapariciones forzadas en La Escuelita bahiense. Su performance se conoce al menos desde 1999 cuando admitió en el Juicio por la Verdad que lo apodaban Laucha, alias que los sobrevivientes adjudicaban a quien manejaba la picana eléctrica.

Lapeyrade no escatimó esfuerzos para ayudar a Corres durante su primera etapa como prófugo, que se extendió desde la orden de captura el 27 de febrero de 2007 hasta el 3 de abril de 2008, cuando Interpol lo detuvo al salir de las oficinas porteñas de Chañares Herrados, en Uruguay 824. El viejo amigo de su finado padre le pagó 4500 pesos por mes sin registrarlo como empleado a cambio de “diligencias no específicas”, según Corres. También le permitió usar celulares y pases de peaje a nombre de su empresa y le dio 5 mil pesos por mes a su esposa para el estudio de sus hijas.

Corres no supo retribuirlo. Cometió torpezas incomprensibles para un oficial de inteligencia. “El coronel es un peligro. Me pone los pelos de punta”, le confió un tal Gadeano a Lapeyrade dos días antes de la detención, en un diálogo interceptado por la Secretaría de Inteligencia que consta en el informe de Interpol. Gadeano renegaba porque el prófugo iba a las oficinas y hacía llamados sin tomar precauciones. El último le costó su libertad.

Las atenciones del padrino rico continuaron durante los tres meses y medio en la delegación bahiense de la Policía Federal. Según el escrito de los fiscales, producto de la investigación de la Policía de Seguridad Aeroportuaria luego de la fuga, Corres recibió tres visitas de Eduardo Díaz, empleado de Bodegas Lapeyrade en Viedma. Díaz declaró que en las tres oportunidades le entregó un sobre cerrado con dinero y cajas con provisiones “de parte del patrón”, que a su turno dijo que contenían “vituallas y otras cosas”.

Cuando el trabajo de inteligencia de Cañón y la fuerza que conduce Marcelo Saín estaba a punto de derivar en un pedido de citación de Lapeyrade por su posible vinculación con la fuga, el juez Alcindo Alvarez Canale interrumpió su licencia, invocó “la responsabilidad que me cabe”, pero no le había cabido hasta entonces, y arruinó la investigación al citar como simple testigo al empresario que ayudó a Corres a burlarse de la Justicia. El encubrimiento es en comparación un delito menor, excarcelable, con una pena máxima de tres años de prisión. No dejarlo impune, sin embargo, es imprescindible para que tomen nota quienes hoy encubren a los otros 41 prófugos.

Camarada Cocco

“¿Cocco te lleva el almuerzo y la cena?”, le preguntó un familiar a Corres en una carta que no formó parte del equipaje de fuga. Cocco no era el cocinero de la cárcel ni el guardia encargado de llevar la comida a los presos, sino el secretario general del Cuerpo V del Ejército Argentino, coronel Jorge Roque Cocco, que dedicó los últimos dos años de su carrera a oficiar de mucamo de retirados presos por delitos de lesa humanidad.

El 10 de junio de 2006, por orden de Alvarez Canale, la delegación bahiense de la Policía Federal recibió por primera vez a un imputado por crímenes en La Escuelita: el suboficial Santiago Cruciani, interrogador oficial, que murió preso, pero sin condena. Durante los dos años siguientes alojaron a otros trece represores, todos militares, excepto tres penitenciarios. El último fue trasladado a Marcos Paz el 8 de agosto.

Desde el primer día, los imputados contaron con el auxilio del Ejército, en particular del servicial Cocco, jefe del Batallón de Inteligencia 181 y de la Central de Reunión de Información hasta diciembre pasado. “Era una especie de parte protocolar”, lo definió un guardia. “Cocco fue una herencia de jefaturas anteriores”, aclaró el subcomisario Marcelo Voros, procesado como partícipe primario de facilitación de fuga. El coronel en persona les acercó camas, colchones, frazadas, almohadas, sábanas, una mesa, remedios, tortas y hasta un patriótico locro el 25 de Mayo.

Claro que Cocco no actuaba por su cuenta sino “en respuesta a órdenes superiores”, según admitió ante la Justicia. Su superior no era otro que el comandante, general Oscar Gómez, a quien la ministra de Defensa, Nilda Garré, pasó a disponibilidad por ordenar “inadecuados mecanismos de visita y asistencia” a represores. Los fiscales le imputan a Gómez el delito de peculado, por desviar arbitrariamente bienes del Ejército a otra fuerza de seguridad que ni siquiera los había solicitado. A Cocco lo consideran partícipe necesario del mismo delito. Agregan que el comandante desafectó al secretario de las tareas por las que recibía un sueldo para brindar servicios y asistencia a terceros, que por otra parte no eran pibes de la calle sino militares procesados con prisión preventiva, con todas las garantías de la ley, por secuestros seguidos de torturas y asesinatos.

miércoles, 22 de octubre de 2008

De espía a detenido desaparecido

Un ex agente declaró como testigo en Neuquén
Por Diego Martínez

A comienzos de 1975 el agente de inteligencia José Luis Cáceres era mano derecha del jefe de policía de Río Negro. El 20 de marzo, junto a Raúl Guglielminetti y como miembro de un grupo operativo que encabezaba el interventor de las universidades del Sur y del Comahue, el rumano Remus Tetu, participó del atentado contra la agencia Neuquén del diario Río Negro. En diciembre de aquel año fue detenido por razones poco claras. Pasó varios años en cárceles de la dictadura y tuvo un paso breve por La Escuelita, el centro clandestino de la Brigada de Infantería de Montaña VI. Ayer, a puertas cerradas, ratifició ante el Tribunal Oral Federal neuquino que durante dos interrogatorios distintos en 1976, que incluyeron propuestas para sumarse a las patotas de secuestradores del Ejército, reconoció la voz de dos de los imputados: el coronel Mario Alberto Gómez Arenas, ex jefe del Destacamento de Inteligencia 182, y el coronel Jorge Molina Ezcurra, oficial del destacamento.

Cáceres pidió declarar a puertas cerradas. Sólo pudieron escucharlo las partes y los imputados. “Dice ser un testigo protegido, pero no se entiende de quién. No debe temerle al público o a la prensa, sino al aparato represivo, que estaba adentro de la sala. El juicio debe ser público”, explicó la abogada Ivana Dal Bianco, del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos, que se opuso a la decisión del tribunal.

Según el comisario Antonio Casal, de la policía de Neuquén, al ser detenido con armas de guerra tras el atentado al diario, Cáceres le mostró una credencial firmada por su jefe Benigno Ardanaz, le explicó que pertenecía “a una fuerza de choque” que dirigía Tetu y solventaban la policía de Río Negro y la UNC y le pidió “media hora” para desaparecer. Casal contó que se negó a liberarlo, aunque nunca pudo detener a los demás participantes: Guglielminetti, el secretario de extensión universitaria Rolando Funes y dos miembros de la Triple A de Bahía Blanca que Tetu había heredado del sindicalista Rodolfo Ponce: Raúl Giorgi y Juan Carlos Landini. Durante varios meses de 1975, Cáceres ofició de chofer de Tetu, con quien visitaba a la directora del diario La Nueva Provincia, Diana Julio de Massot.

En 1984, ante la APDH contó que, luego del 24 de marzo, Molina Ezcurra lo visitó en la cárcel de Neuquén. Días después lo trasladaron a un centro clandestino y lo torturaron por haber hablado de Guglielminetti & Cía. “Si trabajás para nosotros podemos olvidarnos. Caso contrario vas a estar años preso”, le propusieron. Se negó y volvió a la cárcel, dijo. En noviembre lo llevaron a La Escuelita. “Tenemos que armar bandas como los zurdos”, dice que le dijo Gómez Arenas, y reiteró la invitación. Volvió a negarse y otra vez a Rawson. Ayer aportó un valioso granito de arena a la Justicia.

lunes, 20 de octubre de 2008

El caso Mercedes-Benz en Estados Unidos

Una demanda por los desaparecidos de la automotriz alemana durante la dictadura

En Argentina, el caso por los desaparecidos en Mercedes-Benz continúa impune. Un abogado intentará mañana convencer a una Corte de San Francisco de abrir el caso civil allí, argumentando que Chrysler tiene capitales de la firma alemana.

Por Diego Martínez
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Facsímiles de las fichas que la empresa conservó de los empleados desaparecidos.

Mientras en la Argentina la desaparición de los delegados gremiales de Mercedes-Benz permanece impune, un abogado norteamericano intentará mañana convencer a un tribunal de California para que la empresa Chrysler, que posee capitales de la firma alemana, indemnice a familiares de las víctimas y a los obreros que sobrevivieron tras su cautiverio en Campo de Mayo.

Mercedes-Benz Argentina (MBA) tiene en su haber catorce delegados gremiales desaparecidos. La mayoría fueron secuestrados por el Ejército y vistos por última vez en centros clandestinos de Campo de Mayo. La historia es de vieja data. Héctor Ratto, uno de los tres sobrevivientes –fueron secuestrados dentro de la empresa, detalle que les salvó el pellejo– declaró en 1985 durante el Juicio a las Juntas. La periodista Gabriela Weber volcó su investigación en un documental, Milagros no hay. Pero conocer la verdad no es garantía de justicia.

Al margen de los verdugos militares, el relato tiene tres protagonistas centrales. Juan Rolando Tasselkraut, gerente de Producción, entregó en presencia de Ratto la dirección de un obrero que horas después desapareció para siempre. La Justicia lo investiga también por la posible apropiación de un hijo de desaparecidos. El ministro de Trabajo de Isabel Perón, Carlos Ruckauf, y el secretario general de Smata, José Rodríguez, están acusados por gestionar la “eliminación” de los “elementos subversivos”.

La causa penal en Argentina se comenzó a instruir en 2002. Seis años después, no tiene un solo procesado. “Hubo una sucesión de errores”, explica Florencia Arietto, que desde diciembre patrocina a familiares de víctimas. “La denuncia original fue por asociación ilícita cuando claramente hay partícipes necesarios de secuestros, que son quienes entregaron al Ejército las listas de delegados combativos. Sin esa entrega habrían secuestrado a cientos de obreros”, agrega.

El dato sobre la figura legal no es menor. La asociación ilícita implica la existencia de un conjunto de actores asociados para cometer delitos, todos en carácter de coautores, pero no abarca a los cómplices, que sólo pueden ser imputados como partícipes. En 2006 el fiscal Federico Delgado dictaminó que los acusados sabían de la “limpieza” en Mercedes-Benz “sólo en tanto instituciones”, pero que “aún no podemos individualizar a los partícipes materiales o mediatos del hecho”. Como no había a quien imputar la asociación ilícita y la mayor parte de las víctimas habían sido secuestradas en la zona militar 4 y vistas en Campo de Mayo, la causa pasó a la Justicia Federal de San Martín, que investiga a los jerarcas del Ejército. Pero el juzgado federal de Martín Suares Araujo “está saturado, no establece prioridades, arma y eleva paquetes de casos muchas veces sin querellantes”, lamenta la abogada.

La instrucción judicial registra perlas memorables. “Cuando se libró exhorto a la Justicia alemana para que les tomaran declaración a los directores de Mercedes-Benz, hubo una palabra mal traducida y la fiscalía de Stuttgar terminó citando a los miembros de la comisión interna, que por supuesto nada podían aportar sobre los secuestros de sus pares argentinos. La casa central de la empresa nunca tuvo que dar explicaciones”, explica Weber. “Llegaron las respuestas de los delegados pero nadie parece haberse enterado, ya que no se pidió que se vuelvan a formular a los empresarios”, agrega Arietto.

Según un informe elaborado en 2003 a pedido de la empresa, e incorporado a la causa, “existieron contactos entre Mercedes-Benz Argentina y servicios de Inteligencia del Estado”. “El desaparecido Esteban Reimer (secuestrado el 5 de enero de 1977 y visto por última vez en la Brigada de San Justo) fue sospechado por parte de Mercedes-Benz ante los servicios de Inteligencia de actuar como agitador”, escribió Christian Tomuschat, autor del informe, quien concluyó que “no se ha probado la existencia de instigación al secuestro y asesinato”. Los memos internos a los que tuvo acceso el autor para llegar a semejante conclusión no forman parte de la causa. Ni el fiscal Jorge Sica ni el juez Suares Araujo los consideraron relevantes. Tampoco se allanó aún la empresa o la sede de Smata como solicitó la querella.

El juez sí dio el visto bueno a las últimas dos pruebas solicitadas. La primera es la citación de un ex empleado del área de personal, para mostrarle las fichas de los obreros que llevaba MBA (ver facsímil) y pedirle que explique el significado de dos números que se repiten (930/5, 931/5) en fechas idénticas, posteriores a sus secuestros. “Las fechas pueden ser de cuando los mataron”, sugiere Weber. La empresa apunta que se trata de “desaparecidos” y fija “fechas de egreso” que van de 1982 a 1987.

La segunda es un exhorto a bancos de Suiza y Alemania para que informen sobre los movimientos de las cuentas secretas del mandamás de Smata, durante la dictadura y hasta estos días, en busca de cobros por servicios prestados. Las cuentas fueron detectadas por el Juzgado Criminal 10, que investiga a Rodríguez por defraudación a una obra social. “En la causa está acreditado que el 14 de enero de 1977, nueve días después de los primeros secuestros, la empresa realizó dos pagos al sindicato. Pero ambos fueron mediante una misma factura, es decir que uno fue en negro”, explica Aietto.

La opción USA

La demanda civil en representación de los 14 desaparecidos y los tres sobrevivientes se presentó en Estados Unidos en 2004. “En la Argentina y en Alemania la posibilidad de iniciar una demanda civil está prescripta, por eso se decidió hacerla en Estados Unidos, donde la ley permite demandar a personas o corporaciones que hayan violado leyes federales o tratados firmados por ese país. Mercedes-Benz es accionista de la Chrysler”, explica la abogada.

En primera instancia la Justicia de California rechazó el pedido. Sostuvo que debía presentarse en la Argentina, donde ocurrieron los hechos, o en Alemania, sede de la casa central de Mercedes-Benz, donde parece gozar de plenas garantías. “Un tribunal de Stuttgar se negó siquiera a notificarse sobre la presentación de la demanda en California, invocando que en caso de hacerlo correría peligro la seguridad nacional”, apunta Weber. El martes el abogado Terry Collingworth explicará frente a los jueces de la Corte Federal del Noveno Circuito de San Francisco que en ambos países el juicio civil es inviable y que de ellos depende la posibilidad de que la empresa indemnice a las familias de sus víctimas.

domingo, 19 de octubre de 2008

Cuyo empieza a juzgar a sus genocidas

PRIMER JUICIO ORAL Y PUBLICO POR CRIMENES DE LA ULTIMA DICTADURA EN SAN LUIS

Los acusados son dos militares y tres ex comisarios de la policía provincial. Serán juzgados por cuatro secuestros y tormentos, dos desapariciones y un asesinato. Un obispo que pidió hacer desaparecer a un cura, entre los testigos.

Por Diego Martínez
El capitán Carlos Esteban Plá, arrestado en 2007, es el principal acusado.

Con dos militares y tres ex comisarios de la policía provincial en el banquillo, comenzará mañana en San Luis el primer juicio oral y público por crímenes de lesa humanidad de la región de Cuyo, sexto del interior del país durante 2008. El Tribunal Oral Federal puntano juzgará a los represores por cuatro secuestros y tormentos, dos desapariciones forzadas y el asesinato de Graciela Fiochetti. Entre el centenar de testigos sobresale el obispo emérito Juan Rodolfo Laise, que en 1976 encomendó al coronel Miguel Angel Fernández Gez “hacer desaparecer” a un cura que había dejado los hábitos y pretendía casarse. Para evitarle el mal trago, el abogado del obispado de San Luis, Jorge Marcelo Shortrede, solicitó que Laise declare por escrito desde su residencia en Foggia, Italia. Ante la posibilidad de que los jueces Raúl Rodríguez, Jorge Burat y Roberto Naciff no se dejen amedrentar e indiferente a la división Estado/Iglesia, el militante Shortrede (ver recuadro) hizo “expresa reserva de cursar comunicación al Nuncio Apostólico, monseñor Adriano Bernardini”.

Los acusados son Fernández Gez, el capitán Carlos Esteban Plá y los ex comisarios Víctor David Becerra, Juan Carlos Pérez y Luis Alberto Orozco. Fernández Gez era en 1976 jefe del Comando de Artillería 141 y del área militar 333. El Chueco Plá era el subjefe de la policía provincial, participaba en persona de los secuestros e interrogatorios bajo tortura y está sindicado como autor material del asesinato de Fiochetti. Fue detenido en 2007, tras dos años prófugo. Becerra, Pérez y Orozco eran jefe, subjefe y encargado de la división investigaciones (D2) de la policía provincial.

Palabra de Plá

El 20 de septiembre de 1976 los subordinados de Plá detuvieron a Pedro Valentín Ledesma. Durante la madrugada del 21 secuestraron en la localidad de La Toma a Graciela Fiochetti y Víctor Fernández, militantes de la Juventud Peronista. Tras las torturas de rigor, Fernández fue liberado. Cuando familiares de Fiochetti se presentaron ante Plá e invocaron saber que la joven estaba en su poder, el capitán ordenó volver a detener a Fernández, que fue torturado durante 28 días y sobrevivió para contarlo.

Pedro Valentín Ledesma supo que habían detenido a su hijo la misma madrugada del 20 de septiembre, cuando Plá y sus muchachos fueron a dar vuelta su casa. Recién el 22 logró que el militar lo recibiera.

–En unos días va a poder ver a Pedro –prometió Plá–. ¿En qué se moviliza? –quiso saber.

–En bicicleta –respondió el hombre.

–Busque un amigo con auto. Es peligroso –le advirtió.

Ledesma buscó al jefe de la Policía Federal para informarle pero la esposa le explicó que estaba reunido con los provinciales “porque detuvieron a subversivos”. Al llegar a su casa supo que Plá quería hablarle. Fue con un amigo.

–¿En qué anda? –insistió Plá.

–En auto. Seguí su consejo.

Plá ordenó que el amigo, que era el dueño del auto, se fuera.

–Ledesma se tiene que ir sólo con su hijo. Y no pase a la noche por la casa –le advirtió.

Cuando quedaron solos, Plá le dijo a Ledesma que “el pibe no tiene nada que ver”. Le sugirió que por quince días no saliera de su casa y que no pisara la universidad, donde estudiaba Pedagogía. Padre e hijo se abrazaron. El joven firmó el acta de liberación.

–¿Puedo llamar un taxi? –pidió Ledesma.

–No, el teléfono no es para particulares.

Caminaron tres cuadras y vieron aparecer un Falcon. Bajaron dos personas con el rostro oculto y agarraron de los pelos al joven.

–Somos montos. Te largaron porque cantaste todo. ¡Te vamos a hacer bosta! Ledesma intentó reaccionar pero le pusieron una pistola en la cabeza y lo obligaron a tirarse al piso, desde donde alcanzó a ver a Plá adentro del auto. Al día siguiente se presentó ante el Grupo de Artillería de Defensa Aérea 141. Contó todo excepto que había identificado a Plá, que una hora después volvió a citarlo para recriminarle la denuncia al GADA. “Estás hablando macanas. Te vamos a hacer un buraco así de grande”, intervino el comisario Becerra, entonces a cara descubierta.

El mismo 22 de septiembre, en la pensión donde vivía, fue secuestrado Santana Alcaraz. Tenía 21 años y había emigrado de La Toma a San Luis para estudiar Farmacia. Al día siguiente operarios de una fábrica de sal denunciaron haber visto autos extraños en Salinas del Bebedero. Hicieron excavaciones y encontraron dos cadáveres quemados con las falanges cortadas. La mujer era Fiochetti. En 1985 el ex chofer del D2 Jorge Velázquez relató que la torturaron, la obligaron a firmar un acta de liberación y la llevaron con otro secuestrado a la salina. “¿Van a hablar o no van a hablar?”, gritó Plá. Ante el silencio, el militar disparó a la nuca de la mujer de 21 años. Ledesma y Alcaraz permanecen desaparecidos.

Tras su detención en 2007, sin que nadie le apuntara, Plá habló seis horas. Dijo que los asesinos eran subordinados de Fernández Gez y dio sus nombres: teniente coronel Juan Carlos Moreno como autor intelectual, tenientes Horacio Angel Dana, Guillermo Daract, Jerácimo Dante Quiroga y Raúl Benjamín López como ejecutores. Agregó que se reunió con ellos en un bar porteño mientras estaba prófugo. Días después, patrocinado por el mismo abogado, Fernández Gez reiteró el relato y agregó que los tenientes fueron a apretarlo al departamento porteño donde cumple arresto domiciliario.

El juicio tendrá más de cien testigos. Como sucede en todo el país excepto en el Tribunal Oral Federal N° 5 de Capital Federal, la audiencia inicial, alegatos y sentencia se transmitirán por TV. Igual que Fernández Gez (82), Becerra (74) esperó el juicio en su casa. Plá, Orozco y Pérez, todos sub-70, en la cárcel provincial. Fernández Gez pidió alojarse durante el juicio en el convento del colegio San Luis Gonzaga al cuidado de la madre superiora. El tribunal ordenó verificar si esperaban al huésped, pero nadie lo conocía.

Monseñor Laise no es el único interesado en evitar preguntas molestas. El mismo privilegio de declarar por escrito solicitó Carlos Pereyra González, hoy juez de la Cámara Federal de Mendoza y en 1976 secretario del juzgado federal de San Luis, ubicado en el mismo edificio donde la policía provincial torturaba. El chofer del D2 que relató el crimen cometido por Plá, Jorge Velázquez, contó que a Pereyra González lo llamaban Rabanito y que presenció las torturas a Fiochetti y a Nolasco Leyes, otro desaparecido. Del tribunal depende la posibilidad de que víctimas y familiares puedan mirar a los ojos de estos singulares testigos cuando declaren.

miércoles, 15 de octubre de 2008

“Campo de Mayo no es una cárcel común”

Las Abuelas cuestionan el sitio al que fue llevado el dictador Jorge Rafael Videla

En el cuartel militar funciona una cárcel que está a cargo del Servicio Penitenciario Federal. En Abuelas de Plaza de Mayo dicen que allí hubo detenidos y nacieron bebés.

Por Diego Martínez
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Jorge Rafael Videla fue llevado a Campo de Mayo la semana pasada.

En la cárcel donde se aloja el dictador Jorge Rafael Videla funcionó tras el golpe de Estado uno de los cuatro centros clandestinos de Campo de Mayo. Según ex empleadas del Hospital Militar que declararon en causas por apropiación de menores, en el edificio donde pasan sus días militares procesados por crímenes de lesa humanidad se habrían producido partos de mujeres cautivas que permanecen desaparecidas. “Es inaceptable la idea de que Campo de Mayo sea una cárcel común, más allá de la custodia a cargo del Servicio Penitenciario”, consideró Luciano Hazán, abogado de Abuelas de Plaza de Mayo. “Es un privilegio que viola el principio de igualdad ante la ley”, destacó la abogada Alcira Ríos, que patrocina a familiares de víctimas.

Como comandante en jefe del Ejército, Videla vivió en Campo de Mayo mientras gestaba el golpe y hasta 1980. Allí funcionaron durante la dictadura varios lugares de detención: El Campito, Las Casitas, el Hospital Militar –la mayor maternidad clandestina de la fuerza– y la cárcel, que en enero dejó de ser el Instituto Penal de las Fuerzas Armadas para convertirse en unidad 34 del Servicio Penitenciario Federal.

Según un cable del 20 de agosto de 1976 de la agencia Ancla, montada en la clandestinidad por Rodolfo Walsh para denunciar los crímenes que la prensa no publicaba, “en la prisión militar de encausados de Campo de Mayo habría –hasta la redacción de este cable– 38 detenidos, pero el Comando General del Ejército tiene registrado el ingreso de 206 personas”.

El general Agatino Di Benedetto, director del Hospital Militar durante la dictadura, reconoció en 1998 ante el juez Adolfo Bagnasco que allí dieron a luz mujeres trasladadas desde el penal de Campo de Mayo. Cuatro ex empleadas relacionaron la cárcel con embarazos y partos:

- La obstetra Lorena Tasca declaró en la causa Bianco que a partir de 1978 y por orden del médico Julio César Caserotto, jefe de ginecología, atendió a tres secuestradas embarazadas. A una de ellas, en la cárcel de encausados. La llevaron en ambulancia y como “medida de seguridad” Caserotto le ordenó quitarse la identificación. La paciente, sin vendas, tenía “unos treinta años”, era “morocha, de baja estatura, delgada”, con un embarazo de entre cinco y seis meses, describió.

- La médica Silvia Bonsignore de Petrillo, que trabajó en la guardia tocoginecológica, declaró en la causa sobre el plan sistemático de apropiación de niños que a pedido del médico Norberto Bianco atendió una cesárea de urgencia. Cuando terminó, Bianco le aclaró que el nacimiento no se iba a registrar y que la paciente debía volver a la cárcel de encausados. “Era joven, menos de veinte años, de pelo castaño, lacio y hasta la altura de los hombros, ojos oscuros, cara chica y fina, piel mate, contextura menuda, alrededor de un metro sesenta de altura”, describió. Bianco estuvo preso por dos apropiaciones y está detenido en Paraguay para ser extraditado a la Argentina.

- La obstetra Luisa Yolanda Arroche declaró que atendió a una parturienta en la cárcel de encausados entre 1978 y 1979. “Era una mujer morocha que rengueaba, con buen temple, sonriente”, recordó.

- Nélida Valaris relató en la causa Bianco que por orden de Caserotto, que a su vez invocó al director Di Benedetto, entre 1976 y 1978 participó de dos partos en Campo de Mayo, uno de ellos en la cárcel de encausados.

Testigos de Jehová que estuvieron presos en el penal de Campo de Mayo durante la dictadura supieron de niños y embarazos. Según testimonios tomados por APDH, en 1980 un religioso vio pasar una fila india de “detenidos subversivos”, entre los cuales le llamó la atención una joven embarazada de pelo castaño largo, anteojos negros, cara pequeña, con muchas pecas. Otro contó que a fines de 1978 los obligaron a limpiar celdas que habían usado “personas acusadas de subversión”. Allí encontraron once cunas de madera y ropa de bebés. Sobre más de treinta mujeres embarazadas secuestradas en la zona militar 4, con epicentro en Campo de Mayo, apenas en cinco casos los hijos recuperaron su identidad.

En diciembre, cuando Héctor Febres apareció envenenado en su dúplex de Prefectura, Abuelas solicitó a los jueces que los militares presos en unidades de Fuerzas Armadas fueran trasladados a cárceles comunes. La ministra de Defensa, Nilda Garré, firmó un convenio con su par de Justicia para transformar el Instituto Penal –donde se alojaba la mayor cantidad de represores– en una unidad del Servicio Penitenciario. Una fuente oficial aseguró a Página/12 que la cárcel está totalmente aislada del predio militar, que los detenidos duermen en celdas, usan teléfono público y no tienen privilegios ni contacto con militares. “Es una cárcel”, resumió, que aloja a más de treinta retirados procesados por delitos de lesa humanidad.

“Campo de Mayo no es una cárcel común. En términos simbólicos es un lugar donde funcionó un centro clandestino, donde se torturó y mató, y donde nacieron niños en cautiverio”, disintió Luciano Hazán. “No hay garantías de que se cumplan los fines de la detención, de que los militares no tengan privilegios, no puedan escaparse o ser asesinados. ¿Qué puede hacer un penitenciario en medio de un regimiento, aislado, donde están subordinados al Ejército?”, se preguntó. “La Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas prohíbe cualquier privilegio a personas imputadas por delitos de lesa humanidad”, concluyó.

“Que haya militares en Campo de Mayo es un privilegio que viola el principio de igualdad ante la ley. Pero es un tema estrictamente político, no jurídico”, explicó Alcira Ríos, ex abogada de Abuelas que patrocina a familiares de víctimas. Desde la Comisión Campo de Mayo, que reúne a sobrevivientes y familiares de ese centro clandestino de detención, evalúan el tema con preocupación. El traspaso al Servicio Penitenciario y su funcionamiento con un régimen teóricamente igual al que reciben presos comunes minimizó cuestionamientos y postergó una toma de posición, al menos hasta conocer fehacientemente si los militares gozan o no de privilegios en su hábitat natural.

sábado, 11 de octubre de 2008

Marche preso a Campo de Mayo

Después de diez años en su casa le revocaron el arresto domiciliario a Videla

Fue llevado al Instituto Penal de las Fuerzas Armadas, que está custodiado por el Servicio Penitenciario Federal. “La gravedad de los hechos resulta un escollo insalvable para el otorgamiento de la libertad ambulatoria”, señaló el juez.

Por Diego Martínez
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Hace casi un tercio de siglo lideró el golpe que dio comienzo al terrorismo de Estado. Hace 22 años fue sentenciado a prisión perpetua por la Cámara Federal porteña, condena que comenzó a cumplir servido por subordinados en una unidad militar. Hace 17 años recuperó su impunidad gracias al indulto de Carlos Saúl Menem. Hace una década el juez federal Roberto Marquevich ordenó encerrarlo en la cárcel de Caseros por robo de bebés nacidos en cautiverio, pero 37 días después la Cámara Federal de San Martín le concedió el arresto domiciliario. Estuvo en su casa durante diez años. Ayer, a los 83 años, el dictador Jorge Rafael Videla volvió a pisar una cárcel: la unidad 34 del Servicio Penitenciario Federal, ex Instituto Penal de las Fuerzas Armadas, ubicada en el predio militar de Campo de Mayo pero con custodia de agentes penitenciarios.

Videla llegó a los tribunales de Comodoro Py acompañado por un uniformado del Servicio Penitenciario pero, a diferencia de los ladrones de gallinas, sin esposas. Vestía un traje gris jaspeado y llevaba una carpeta abajo del brazo. El juez federal Norberto Oyarbide lo hizo pasar a su despacho y le comunicó que había revocado su arresto domiciliario, que desde 1998 cumple en su departamento de avenida Cabildo 639. Videla salió de Tribunales hacia Campo de Mayo con “cierto enojo sereno”, describió un abogado que se lo topó en el tercer piso.

El 11 de agosto pasado, una delegación de familiares y víctimas del terrorismo de Estado encabezada por María Isabel “Chicha” Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, se presentó ante Oyarbide para recordarle que Videla era el único represor condenado con arresto domiciliario y pedirle que lo enviara a la cárcel. El abogado Alejo Ramos Padilla, que ya había logrado el traslado al penal de Marcos Paz de Miguel Etchecolatz y su patota, recordó en su escrito que la prisión hogareña “no es un derecho automático”, según estableció la propia Corte Suprema de Justicia, y que no pueden existir “diferencias ni privilegios” a favor de Videla. Luego de esa presentación, formulada en la causa por el plan sistemático de apropiación de menores, hizo lo propio la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación en la causa por el secuestro extorsivo de los empresarios Federico y Miguel Gutheim.

No sólo los abogados de Videla se opusieron, invocando que llevaba más de diez años detenido sin eludir la acción de la Justicia. El fiscal federal Federico Delgado argumentó que los efectos del indulto de 1990 seguían vigentes porque, si bien la Cámara Federal había confirmado su inconstitucionalidad, la defensa del dictador había presentado un recurso extraordinario que aún esperaba respuesta. Pero el trámite siguió su curso, los peritos médicos determinaron que Videla podía ser trasladado a un lugar de detención siempre que tuviera una atención médica acorde con su edad, y Oyarbide tomó ayer la decisión histórica.

“Al perder virtualidad jurídica el decreto de indulto” menemista “Videla volvió a ostentar carácter de condenado” por la sentencia del Juicio a las Juntas, sostuvo Oyarbide. Recordó que se le atribuye responsabilidad en 27 casos de sustracción, retención y ocultación de menores nacidos en cautiverio o robados a sus padres, en concurso con el delito de sustitución de identidad, por lo que su condena inevitable –si la muerte no lo salva– sería de cumplimiento efectivo. La elevación de la causa a juicio oral y público es inminente. Videla compartirá el banquillo de los acusados con los generales Reynaldo Bignone, Cristino Nicolaides y el marino Jorge “Tigre” Acosta, entre otros.

“La gravedad de los hechos que se endilgan a Videla resulta un escollo insalvable para el otorgamiento de la libertad ambulatoria –agregó el juez–. El carácter permanente de los delitos que se le imputan implica necesariamente la sucesiva renovación del dolo”, es decir su voluntad de continuar ocultando el destino de las criaturas robadas.

Oyarbide evaluó que “cualquier intervención negativa en la investigación afectaría seriamente el desarrollo de la pesquisa al punto de tornar estéril la labor del Tribunal, enderezada a la búsqueda de la reconstrucción de los hechos criminosos”, y consideró que la unidad penal de Campo de Mayo, que aloja a varios gerontes, “cuenta con el equipamiento, la infraestructura y el personal necesario” para atender cualquier emergencia médica que pudiera sufrir el dictador.

Todo indica que el primer juicio oral y público que deberá afrontar Videla será en la causa Plan Cóndor, radicada en el Tribunal Oral Federal 1, aún sin fecha de inicio. Antes, los magistrados deben aceptar o rechazar un pedido de unificación con la causa Automotores Orletti, la cueva que albergó secuestrados a disposición de varios dictadores sudamericanos. En abril, el juez federal Daniel Rafecas lo indagó además por 570 secuestros, 270 tormentos y 29 homicidios en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que no formaron parte del Juicio a las Juntas y por los que también deberá rendir cuentas.

“Haber recibido llamados de Abuelas, Madres y familiares para agradecerme es la mayor satisfacción profesional que puede recibir un abogado que pretende buscar justicia. En realidad soy yo quien les tiene que agradecer a ellos”, comentó emocionado Ramos Padilla. “Era vergonzoso que Videla estuviera en su casa, con innumerables privilegios, cuando hay gente de baja jerarquía cumpliendo prisión preventiva en cárceles comunes, que a diferencia de Videla no fueron condenados”, agregó.

“Es una buena noticia, signo de que al fin algunos jueces y fiscales están despertando. Videla es el genocida mayor, con mayúsculas. Siento que se hace un poco de justicia, nada más que un poco porque ¿dónde están los desaparecidos? ¿Dónde están los niños? ¿Dónde está mi nieta, que ya tiene 32 años?”, se preguntó ayer Chicha Mariani, que dos meses atrás exigió la cárcel para Videla junto con Elsa Pavón, Mirta Baravalle, Clara Petrakos, Paula Logares, Genoveva Dawson de Teruggi y Rosaria Valenzi.

“Este Gobierno es el que más ha hecho por los derechos humanos, lo aplaudo y agradezco, pero falta lo principal: los desaparecidos. Porque así como uno no tiene a sus nietos tampoco tiene la tumba de los hijos para llevarles un flor”, explicó la fundadora de Abuelas, que hace tres décadas busca a su nieta Clara Anahí Mariani.

–¿Qué cree que debería hacer la Presidenta? –le preguntó Página/12.

–Creo que la doctora Kirchner, a quien respeto, debe pedirles a los militares que digan dónde están los chicos. Como jefa de las Fuerzas Armadas tiene el derecho y el deber de hacerlo. Los militares, empezando por Videla, tiene que decir quién los tiene. Ellos lo saben. Sé que la Presidenta trabaja mucho, pero espero que tenga tiempo para hacerlo antes de que yo decida partir.

viernes, 10 de octubre de 2008

“Siguen siendo torturadores”

RECLAMO PARA QUE TRES REPRESORES CUMPLAN SU CONDENA EN UNA CARCEL COMUN

El fiscal Félix Crous hizo su alegato en el juicio a los jefes de los centros clandestinos Mansión Seré, de Morón, y La Cueva, de Mar del Plata. Recalcó que los acusados mantienen oculto el destino final de las víctimas.

Por Diego Martínez
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El fiscal Félix Crous pidió “larga vida en una cárcel común” para los tres represores.

“Larga vida en una cárcel común”, deseó y pidió el fiscal federal Félix Crous ayer, durante su alegato ante el Tribunal Oral Federal Nº 5, para los jefes de los centros clandestinos Mansión Seré y La Cueva de Mar del Plata. Luego de una prolija acusación, Crous solicitó prisión perpetua para el coronel Pedro Alberto Barda y 25 años de cárcel para los brigadieres César Comes e Hipólito Mariani. Recordó que “siguen siendo torturadores” por ocultar el destino final de las víctimas a sus familias. Los abogados querellantes, que habían cuestionado al fiscal por no pedir que se revoquen las excarcelaciones de los brigadieres, ayer lo felicitaron.

Barda, de paso corto y señorial bastón de empuñadura dorada, llegó temprano. Los brigadieres, de impecable porte para sus ochenta abriles, ingresaron poco antes que los jueces y por la misma puerta. El único amigo que fue a acompañarlos se ligó un reto por golpear el blíndex para que lo vieran y no se sintieran tan solos. Los imputados no conocen aún la cárcel: Barda está preso en su casa y los pilotos, excarcelados.

Crous detalló los secuestros por los que se juzga a los jefes de Atila, como los guardias llamaban a Mansión Seré. Mariani tomó notas igual que su abogado José Garona, un histórico de la Fuerza Aérea que defendió al brigadier Orlando Agosti en 1985. Comes sacó la birome, pero desistió pronto. El relato del fiscal, un rompecabezas construido por un laborioso equipo de trabajo, no logró atrapar a todos los jueces. Guillermo Gordo y Ricardo Farías se dispersaron seguido e intercambiaron infinidad de papelitos con mensajes.

Mariani y Comes comandaron las bases de El Palomar y Morón, y fueron en 1977 y 1978 jefes de la Fuerza de Tareas 100, creada para cumplir “funciones antisubversivas” en zona oeste, incluida Castelar, donde funcionó Mansión Seré. “Haber estado allí es en sí una tortura”, destacó Crous. Se los juzga como autores mediatos de una docena de secuestros y tormentos, más la desaparición de Juan Carlos Brid. Garona intentó desviar la atención al área de inteligencia, pero son demasiadas las menciones a las bases.

“¡Palomar! ¡Morón! ¡Se escapó un paquete, manden gente!”, fue el pedido que los cautivos escucharon tras la fuga de 1978. “Atila a Palomar”, gritaban por radio. Desde allí también llegaba la comida. “¡No entré a la Fuerza Aérea para esto!”, rezongó un cordobés. Varios estudiaban en la Escuela Aérea de Córdoba y relataron que los obligaban a “hacer extras” allí. Usaban platos, frazadas y toallas con insignias de la Fuerza Aérea. Hasta una prostituta que se negó a participar de una orgía en la base de Palomar fue trasladada a Mansión Seré y violada por la patota. Cuando el amigo de los brigadieres escuchó que obligaban a rezar el Padrenuestro a latigazos, dio media vuelta y se fue con la cabeza gacha.

Barda fue el máximo responsable de la represión en Mar del Plata, donde comandó La Cueva, que funcionó en la Base Aérea. Se lo juzga por los homicidios de Jorge Candeloro, abogado laboralista y militante del PCR torturado hasta la muerte, y de Analía Magliaro, que tras su paso por El Vesubio y la comisaría 34ª porteña fue trasladada en avión hasta la pista del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601. Allí la recibió el capitán Fortunato Valentín Rezzet, aún libre e impune. Poco después fue asesinada en un tiroteo fraguado. “Tan lejos llegó la perversión y el sadismo que hasta tergiversó la conducta de las víctimas al momento de perder la vida”, recordó Crous en referencia a Barda, que no conforme con simular enfrentamientos para justificar crímenes sindicó a las víctimas como colaboradores. El fiscal pidió que se investigue a Rezzet y al brigadier Miguel Angel Osses, superior inmediato de los brigadieres.

“Mariani y Comes son hoy y aquí torturadores, porque callan el destino del cuerpo de Brid, y negar esa información es una tortura para sus familiares. Barda también es un torturador porque calla el destino de Candeloro a su compañera”, concluyó Crous.

jueves, 9 de octubre de 2008

“Un principio constitucional”

Reflexiones a favor de la publicidad de los juicios penales

Los juristas Alberto Bovino y Gabriel Anitua abordaron el tema en un seminario organizado por Abuelas de Plaza de Mayo. Coincidieron en que se debe precisar por ley en qué casos puede acotarse la publicidad de un juicio.

Por Diego Martínez
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Guillermo Gordo preside el Tribunal Oral 5 que no autoriza cámaras.

“La Justicia tiene un tremendo temor a la publicidad y en particular a la televisión. Si los jueces le temen, significa que algo bueno tiene la TV”, planteó Alberto Bovino. “El control del principio de publicidad en los juicios penales no puede quedar a cargo del propio juez porque, como funcionario, igual que un gobierno o un Parlamento, también él debe ser controlado. La publicidad es un principio constitucional y un juez es un funcionario. Si no le gusta, lo que puede hacer es renunciar”, explicó Gabriel Ignacio Anitua.

Las reflexiones de Bovino y Anitua, prestigiosos docentes de la Facultad de Derecho de la UBA, formaron parte ayer de la segunda jornada del seminario organizado por Abuelas de Plaza de Mayo y el departamento de Derecho Penal de esa casa de estudios y tienen un destinatario inequívoco: el Tribunal Oral Federal 5 que, a diferencia de sus pares del resto del país, prohíbe a los reporteros gráficos cubrir y a la sociedad acceder por su intermedio a las audiencias de los juicios por crímenes de lesa humanidad.

La prohibición del tribunal que preside Guillermo Andrés Gordo fue objetada por el fiscal federal Félix Crous, por los querellantes, por organizaciones de prensa como Argra o Fatpren, por el Concejo Deliberante y el intendente de Morón, Martín Sabbatella, por prestigiosos jueces como Leopoldo Schiffrin, Carlos Rozansky y Jaime Díaz Gavier, y ahora también por académicos. Al debate, sin embargo, le sigue faltando una pata: el tribunal porteño que concentra la mayor parte de los juicios a represores apenas invocó el riesgo de atentar contra “la espontaneidad de los testigos” y no se pronunció sobre la posibilidad de transmitir alegatos y sentencias, como las que permitieron seguir la arenga de Menéndez, el llanto de Bussi o el desequilibrio de Cecilia Pando. Crous ya apeló la negativa, por “arbitrariedad manifiesta”, ante la Cámara de Casación.

“Es ridículo pensar que la publicidad se satisface con el ingreso a la sala de las partes y unas pocas personas”, consideró Anitua, que dedicó al tema su tesis doctoral. Entre las funciones que debe satisfacer la publicidad subrayó la de garantizar al imputado un juicio justo, “el derecho al grito de la víctima y de la sociedad” y “la posibilidad de controlar a los funcionarios judiciales” como ocurre en Estados Unidos, donde un canal de cable transmite juicios en vivo.

Anitua vinculó la decisión de Gordo “con la crisis actual de la Justicia” y subrayó que en los juicios vinculados con el terrorismo de Estado “la publicidad tiene la función esencial de fijar la memoria histórica”. Citó como antecedentes el juicio de Nuremberg, el Tribunal Penal Internacional que juzgó crímenes en la ex Yugoslavia y el Juicio a las Juntas. “Así como los aliados tuvieron especial interés en que los alemanes conocieran los hechos aberrantes de los campos de concentración, el TPI se planteó como prioridad la filmación y difusión del juicio en toda la ex Yugoslavia, para que la verdad tuviera efecto”, destacó. “La publicidad del Juicio a las Juntas, pese a que se transmitió sin sonido por el contexto de 1985, fue un gran acierto. Su efecto fundamental fue que sólo unos pocos locos siguieron reivindicando la dictadura militar”, agregó, y consideró que “no es casual” que a diferencia de Augusto Pinochet o Francisco Franco los jerarcas autóctonos fueron marginados por la sociedad.

Quienes reforman los códigos argentinos “no tienen televisión en la casa”, ironizó Bovino. “La Justicia es el más oscuro de los poderes, tiene diversos mecanismos para opacar sus actos”, dijo. Bovino refutó uno a uno los argumentos que suelen esbozarse para restringir la publicidad de un juicio. Sobre la afectación a la espontaneidad de los testigos invocada por Gordo explicó que “un testigo nunca puede ser espontáneo”, por varias razones: desde la advertencia sobre el castigo que recibirá si miente, pasando por la presencia indiferenciable de imputados y abogados, hasta “el estrado en las alturas, la cruz amenazante y toda una simbología de poder que oscurece” la posibilidad de declarar con espontaneidad. Bovino también destacó que “la TV tiene sentido en las salas si la organización de la actividad judicial es comprensible” y para ello es imprescindible que el lenguaje del micromundo judicial sea accesible a toda la sociedad.

Ambos profesores disintieron con la posibilidad de que la Corte Suprema de Justicia use sus facultades de superintendencia para pronunciarse sobre el tema y coincidieron en que debe ser el Congreso el que esclarezca por ley en qué casos puede acotarse la publicidad de un juicio. Organismos de derechos humanos y diputados ya trabajan en un proyecto para modificar el Código Procesal Penal con el fin de terminar con la discrecionalidad que permite a los magistrados actuar de espaldas a la sociedad.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Los alegatos se escucharon en la calle

Suspendieron la audiencia del juicio de Mansión Seré y Mar del Plata por la rotura de una cloaca

Como los jueces no permiten la presencia de cámaras, se hizo en la puerta una representación de los alegatos, que empezaron ayer. Dentro de la sala, el juicio se interrumpió porque se rompió una cloaca y el contenido empezó a filtrarse en el lugar.

Por Diego Martínez
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Las organizaciones de la Mesa por el Juicio y Castigo hicieron una representación del juicio.

La ronda de alegatos del juicio contra los responsables de los centros clandestinos Mansión Seré y La Cueva de Mar del Plata tuvo un comienzo atípico. Mientras un líquido nauseabundo que supuraba del piso obligó al Tribunal Oral Federal 5 a desalojar la sala, organizaciones sociales nucleadas en la Mesa por el Juicio y Castigo teatralizaron la audiencia en la vereda de Comodoro Py en rechazo a la decisión del juez Guillermo Andrés Gordo de prohibir el ingreso a los reporteros gráficos.

“El juez niega a la sociedad la posibilidad de seguir este acontecimiento histórico. Por eso sacamos el juicio a la calle”, anunció el actor Norberto Gonzalo. Otros miembros de la Asociación Argentina de Actores, a su lado, se habían calzado uniformes de la Fuerza Aérea Argentina para representar a los brigadieres César Comes e Hipólito Mariani, y el del Ejército en el caso del coronel Pedro Alberto Barda.

Minutos antes, la audiencia real había sido suspendida. Comenzó con un intento frustrado de los abogados de Barda por mostrar que su cliente era incapaz de afrontar el alegato. El Cuerpo Médico Forense lo revisó y determinó que el jefe del mayor centro de exterminio de Mar del Plata, de 82 años, goza de buena salud y comprende más de lo que quisiera.

Minutos después de que el abogado Pedro Di Mani, de Justicia Ya, comenzara su acusación, la rotura de una cloaca provocó filtraciones en la sala. Gordo ordenó un cuarto intermedio, pero finalmente debió suspender la audiencia, que en principio continuará hoy. Los imputados –excarcelados los brigadieres, con arresto domiciliario Barda– no pudieron zafar de concurrir y tampoco podrán hacerlo hasta el día de la sentencia.

–¡Silencio, por favor! –ordenó el falso Gordo en la vereda.

En primera fila no había actores, sino símbolos de la lucha por la justicia, como Lita Boitano, Fátima Cabrera y Julio Morresi. Detrás de los magistrados, fotos de desaparecidos y la bandera de HIJOS Capital.

–Estos señores fueron y son responsables de secuestros, torturas, violaciones y desapariciones –acusó la querella.

Mientras el pintoresco Comes, con su bigote de Salvador Dalí, no paraba de temblar, Mariani sólo atinó a agachar la cabeza. En pleno alegato dejó de funcionar el micrófono, tal como ocurre en las audiencias reales.

–¡Actuamos en legítima defensa! ¡Teníamos obligación de defendernos de los grupos terroristas! –bramó Comes.

–Son ancianos, recibían órdenes. La Fuerza Aérea no hizo nada. El Ejército ordenaba –agregó el actor que imitaba al abogado José Garona.

–¿Qué querían que hiciéramos? Los subversivos marxistas querían imponer el control. Tuvimos que liberar a la patria –continuó el brigadier.

–¡Hay 30.000 desaparecidos! –dijo el querellante.

–¡Otro invento! ¡Los que murieron eligieron la muerte! No tendrían que juzgarnos, tendrían que condecorarnos –intervino Mariani.

–¡Vendieron la Nación! ¡Asesinos! –gritó el público.

Con la sala fuera de control y la prensa en primera fila, el juez ordenó el desalojo, que a falta de uniformados concretaron HIJOS con carteles esclarecedores: Rati. “Fue sólo una representación. Nos hubiera gustado ser parte de un verdadero juicio. La sociedad debe poder ver este hecho histórico. Nada hay peor que un pueblo sin memoria”, concluyó Gonzalo.

El tribunal real prohibió el ingreso de cámaras con el argumento de que atentan “contra la espontaneidad de los testigos”. El fiscal federal Félix Crous solicitó la transmisión de las audiencias de las que no participan testigos, como alegatos y sentencia, pero Gordo lo rechazó sin dar explicaciones. Crous denunció entonces la “arbitrariedad manifiesta” del juez y la “gravedad institucional” del caso. De la Sala IV de la Cámara de Casación Penal depende que la sociedad pueda ver la sentencia.

domingo, 5 de octubre de 2008

“Se creen los dueños de la ciudad”

COMO VIVE LA PARTE DE GUALEGUAYCHU QUE NO SE DEDICA AL CAMPO

Los empresarios rurales organizan protestas y cortan rutas. Los demás se perjudican y mucho, en particular el importante sector que vive del turismo. Las broncas y la desconfianza en vísperas de una nueva asamblea rural.

Por Diego Martínez
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Desde Gualeguaychú

“Ellos cortan la ruta pero no pierden nada: sus peones siguen trabajando. A nosotros no nos entró un peso durante cuatro meses y aun, después del corte, la actividad no volvió al nivel de temporadas anteriores. Pero no les calienta nada, se sienten dueños de la ciudad.” La reflexión pertenece a una mujer que administra un complejo de cabañas en Gualeguaychú y que, por temor a represalias, prefiere no dar su nombre.

Empresarios y trabajadores que viven del turismo tiemblan cuando escuchan hablar de nuevos cortes. Y no son los únicos. La actividad comercial en los pagos de Alfredo De Angeli disminuye cada vez que los productores rurales bloquean la ruta 14. Hasta en las tiendas de artesanías del kilómetro 53, epicentro de las asambleas campestres, rezongan porque les arruinan el negocio y no consumen ni yerba.

A seis días del comienzo de un fin de semana largo y a dos de la asamblea que mañana decidirá si vuelven o no a cortar caminos, la sociedad de Gualeguaychú mostraba ayer al menos dos caras: unidad en el reclamo por la contaminación de la empresa finlandesa Botnia (ayer una caravana náutica recordó que se cumplieron cinco años del primer cruce del río Uruguay para reclamar contra las pasteras) y fisuras cada vez más ostensibles respecto de los reclamos de los empresarios rurales.

Página/12 sondeó opiniones a lo largo del Camino de la Costa, que bordea el río Gualeguaychú, y en los alrededores de las termas, ambos repletas de cabañas. La mayor parte de los consultados admite que el campo es el negocio principal de la región pero no ve con simpatía a De Angeli, a quien no llaman Alfredito ni “el melli” como los paisanos. Varios culpan al gobierno nacional por no desalojar las rutas y absolutamente todos coinciden en un punto: el miedo. Ninguno quiso que se publicara su nombre o el de su empresa.

“Durante casi cuatro meses no entró un peso. Las vacaciones de invierno no existieron. Pero si acá hacés una crítica o te tirás en contra del corte, te matan. Son tipos agresivos, no conciben la idea del diálogo. Si te quejás, perdés”, explica el dueño de un complejo con bonita vista al río.

“Cuando hicieron los primeros cortes pidieron tiempo e insinuaron que iban a ofrecer algún tipo de solución, pero nunca la dieron”, cuenta el administrador de un complejo de bungalows. “Mucha gente hace reservas pero después no se larga por miedo a los cortes. De hecho para el fin de semana largo tenemos apenas un cincuenta por ciento de reservas cuando lo normal es que un mes antes no haya lugar”, grafica.

El martes, invitados por la Secretaría de Turismo del municipio, los empresarios del rubro le plantearán el tema al intendente, Juan José Bahillo. Pero descuentan que los citó para hablar de otras cuestiones y no tienen mayores esperanzas. “El intendente es dialoguista, no va a los cortes, es peronista y ganó con la boleta de Cristina, pero no puede hacer nada, ya lo apretaron. Cuando la Gendarmería detuvo a De Angeli, cuando lo subieron a un camión con guantes de seda (el intendente) hizo declaraciones y le apedrearon la casa de los padres, que son personas mayores”, explican. Página/12 llamó al despacho, a la casa, al vocero y al celular de Bahillo, que jugó a la escondida y ganó.

Quien sí aceptó analizar el panorama local y dar su nombre fue Daniel Irigoyen, ex seminarista palotino, preso político entre 1974 y 1978 e intendente hasta diciembre. “Acá hay tres focos de conflicto: Botnia, el campo y un par de carpas de la Corriente Clasista y Combativa frente al municipio, en reclamo de viviendas –comenta y ceba mate–. Detrás del grueso de la gente están los mismos sectores, que se unen para sacar ventaja y sólo tienen en común la oposición al Gobierno: la CCC, la Federación Agraria y muertos políticos que utilizan los conflictos para intentar resucitar, como la UCR, el PJ disidente o Nuevo Espacio. El problema es que politizaron tanto, abusaron tanto de cada oportunidad de hacer foco de oposición en el Gobierno, que mucha gente enancada en un reclamo justo se terminó retrayendo y tomó distancia de la asamblea de Botnia.”

A diferencia de Irigoyen, que admite su identificación con la gestión K, algunos empresarios del turismo también critican al gobierno nacional. “Después de la derogación de la Resolución 125 no hicieron nada, eso hay que decirlo. Acá los productores chicos tienen muchos problemas y los tambos no sobreviven. Si tienen huevos para ningunear a los dueños del campo también deberían tenerlos para correrlos de la ruta. Los votamos pero no soportamos esa inacción”, plantean. Pero el rol protagónico lo sigue ocupando De Angeli. “La Sociedad Rural intentó convertirlo en icono de la lucha, pero acá lo conocemos. Durante doce años y hasta hace pocos meses los mellizos estuvieron a cargo de una cooperativa de agua potable. Se presentaron a reelección pero como no habían hecho nada y estaban acusados de malversación, perdieron”, relata la mujer citada al comienzo.

Aun quienes veían a De Angeli con simpatía por su actuación en la asamblea anti Botnia no ponen las manos en el fuego cuando se los consulta sobre un eventual futuro en ligas mayores del dirigente de la Federación Agraria. “Hay que ver qué hacen cuando están arriba. Ya nos pasó con la piba que fue un símbolo de la lucha contra las pasteras, Evangelina Carrozo, que parecía muy comprometida y terminó trabajando en televisión. Hay gente que abajo parece dar pelea, pero cuando suben no se sabe”, desconfía.

La temporada fuerte del turismo arranca en noviembre. Entre enero y la primera semana de marzo, todos los fines de semana, Gualeguaychú recibe miles de turistas para celebrar el Carnaval. Pero la prueba de fuego es el próximo fin de semana largo y la decisión que puede volver a amargar a los entrerrianos que sólo hablan en off se tomará mañana, en la ruta.

De la boca para afuera De Angeli pide moderación e insinúa que las bases lo desbordan. La asamblea del viernes, en cambio, mostró que a ningún gaucho se le cae una idea por fuera del libreto de Alfredito y que hasta los supuestos autoconvocados le piden permiso antes de dejar avanzar los camiones.

sábado, 4 de octubre de 2008

Como patrón de estancia

Con De Angeli a la cabeza, en Gualeguaychú volvieron a cortar la ruta

La asamblea emblemática del lockout rural volvió a marcar el pulso de la protesta. Interrumpió el tránsito de camiones, requisó cargas y decidió quién pasaba y quién no, aunque los tiempos de espera fueron menores a otras veces. Para el lunes se anticipa un corte total.

Por Diego Martínez
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En el piquete de Gualeguaychú hay productores autoconvocados y seguidores de De Angeli.

Desde Gualeguaychú

–El lunes se complica, muchacho, eh –le advierte a un camionero un paisano rozagante mientras le entrega un volante, una hora antes de comenzar la asamblea.

–¿El lunes cortan para todo el mundo? ¿Está decidido antes de la asamblea? –le pregunta Página/12 a Alfredo De Angeli, que saluda a automovilistas como candidato en campaña.

–Nooo –estira la mano y piensa una respuesta ingeniosa que nunca llega–. No sé por qué dicen eso. Es que acá la gente está muy cansada, los tengo que frenar.

De Angeli sonríe, muestra los dientes blancos y explica que “están importando productos lácteos de China mientras cierran dos tambos por día”, frase que repetirá ante quien se le cruce, sin aportar ningún dato que sustente esa afirmación. Los tamberos piden un aumento de precios, con su consiguiente impacto sobre los consumidores.

La asamblea de productores entrerrianos combina autoconvocados con seguidores del presidente de la regional local de la Federación Agraria. Lo único que parece diferenciarlos es la bandera de fondo.

–¡Alfredo, vení, te quiero conocer! Soy García Veiga –sonríe un hombre mayor desde su auto.

De Angeli se transforma en El Contra, de Juan Carlos Calabró, cuando le hablaba a un Pedro fuera de cámara, y grita:

–¡Muchachos, miren quién está: García Veiga!

La paisanada no precisa más datos. Sabe de fierros.

–Es de la época de Pairetti, del viejo Di Palma –le explican a un pibe.

Página/12 comienza a hablar con los ruralistas y De Angeli no pierde pisada.

–Este es primo de Lousteau. Cuando nos enteramos perdió la virginidad –arremete con fino humor.

“Lo único que le interesa a este gobierno es que se siga sembrando soja, porque recaudan. Es lo único que más o menos les cierra”, asegura Nicolás Lousteau, presidente de la FAA de Urdinarein, sin parentesco con el ex ministro de Economía. “Las bases quieren cortar ya, no sé cuánto podremos aguantar. Los productores van a pérdida y encima nos acusan de golpistas. Nuestra vocación es producir alimentos y, obviamente, queremos ganar plata. Pero el Gobierno tiene que mirar la última parte de la cadena de producción, tienen que subsidiar al tambero y no a SanCor o a La Serenísima”, rezonga.

“Dicen que trabajamos en negro. Pero andá a inscribirte como operador de granos y contame. Piden tantas cosas, hay tantas trabas burocráticas que es imposible”, sugiere un arrendatario de 100 hectáreas de Venado Tuerto. “No nos conviene trabajar en negro. Pagamos IVA cuando compramos y no lo recuperamos: perdemos el 10,5 cuando vendemos más una retención del 18 por ciento por futuras ganancias. Es una política recaudatoria y confiscatoria. El Gobierno habla con los grandes exportadores, con Grobo, que si pudiera me alquilaría hasta el gallinero porque él sí recibe compensaciones por todos lados”, lamenta.

Sale el sol. Los autoconvocados deciden cortar el tránsito durante quince minutos y se forma una cola de doscientos metros.

–Corte total –informa Crónica TV.

–Es para concientizar –explican en medio de la ruta.

Cuando lo levantan, los camioneros hacen sonar sus bocinas de transatlántico. Al costado de la ruta, desde las once de la mañana, esperan ocho camiones. Cada uno tiene 600 bolsas de arroz: 30.000 kilos. Las cargaron en Paso de los Libres y debían llegar antes de las seis de la tarde al puerto de Ibicuí, donde espera un barco que sale para Venezuela.

–No es como ir a un depósito, que si llegás tarde cargás al día siguiente. ¿Qué hacemos si el barco se va? –interroga un camionero. –“No jodan porque les quemamos las gomas”, nos amenazaron. Estoy calentito, pero son muchos –se sincera.

A las cuatro, cuando las panzas están rebosantes y las botellas vacías, De Angeli se sube a la caja de una soberbia chata tapada de barro. El único acompañante del paisano estrella es Luis Miguel Etchevehere, titular de la Sociedad Rural de Entre Ríos.

–Muchachos, no trajimos audio, parece que habíamos perdido la costumbre –arranca Alfredito, como lo llaman aquí–. Esta asamblea es para ver cómo seguimos. Está claro que estamos en paro y que el 8 vamos a estar en San Pedro. Pero después de los dos actos grandes y de la caída de la Resolución 125 la gente común cree que los problemas se solucionaron. ¡No solucionaron nada! Acá hay gente de toda la provincia (enumera pueblos), muchos delegados. Escuché la idea de seguir el lunes. ¿Cómo seguimos, muchachos? Los transeúntes nos tocan bocina con simpatía. Quiero escuchar a la asamblea. Levanten la mano y les doy la posibilidad de que se expresen –concede.

Un par aprueba la moción.

–Adhiero pero que sea en Ceibas –propone un gaucho–. Esta lucha va a durar tres años más, al menos eso quiero yo –confiesa, sin desarrollar la idea.

–¡Están pasando los camiones de arroz! –gritan atrás.

Es cierto: avanzaron diez metros, a paso de hombre. La reacción no se hace esperar. Muchachos con dientes apretados y energía contenida se les plantan adelante. Arranca la discusión.

–¡Callate la boca, mocoso de mierda! –ordena un gaucho sediento de sangre, mientras amenaza con una rastra oxidada.

–¿Por qué no les cortan a todos? –desafía un camionero.

–Dijeron que en cuatro horas seguíamos –reclama otro.

–Es un paro agropecuario. ¡Lo granos no-pa-san! –separa en sílabas un autoconvocado.

–¡No se discute más! ¿Qué tanta historia, viejo?

A veinte metros, De Angeli sigue hablando. Propone volver el lunes a las diez. Uno pide a las ocho. Acuerdan a las nueve. “La modalidad del corte la decidimos el lunes”, anticipa, y hace una pausa para arrancar el cierre.

“El 11 de marzo dijimos que sabíamos cuándo empezábamos pero no cuándo terminábamos. El Gobierno está jugando con la indiferencia, muchachos. Por eso tenemos que saber que el viaje es largo, que vamos a tener que seguir yendo a Buenos Aires y golpeando puertas. No precisamos que nos ayuden, necesitamos que nos dejen trabajar. Pero tenemos que ser estrategas porque ellos son estrategas. Hay que tener cuidado”, advierte.

La gauchada aplaude y canta: “¡El campo, unido, jamás será vencido!”.

Los camioneros y los hombres de pocas pulgas siguen discutiendo.

–¿Le pregunto a Alfredo si los liberamos? –plantea uno.

–Dale.

El tránsito empieza a fluir. Desde el piso superior de un colectivo los pasajeros saludan a los gauchos y una monja los bendice. El Dios argentino nunca se equivoca de bando.

viernes, 3 de octubre de 2008

Veintiséis procesamientos

LA REPRESION EN MAR DEL PLATA
Por Diego Martínez

Entre el 6 y el 8 de julio de 1977 los principales abogados laboralistas de Mar del Plata fueron secuestrados de sus estudios y trasladados al centro clandestino La Cueva, en la Base Aérea local, donde fueron vistos por última vez. El caso pasó a la historia como la Noche de las Corbatas. Ayer, 31 años después, el juez federal Alejandro Castellanos procesó con prisión preventiva a siete miembros del Ejército, dos de la Fuerza Aérea y dos civiles miembros de la Concentración Nacional Universitaria que integraron grupos operativos al mando del coronel Pedro Barda. Entre los procesados sobresale por su faena criminal previa al golpe de Estado y sus buenos contactos en la Justicia local el abogado Eduardo Cincotta, preso desde hace quince días en la cárcel de Batán.

En la causa por crímenes en dependencias de la Armada en Mar del Plata, en tanto, el juez federal subrogante Rodolfo Pradas procesó a seis marinos y tres prefectos y amplió el procesamiento contra otros seis altos jefes de la Base Naval local. Ambas resoluciones se produjeron un mes después de que la unidad de la Procuración General de la Nación que coordina las causas de lesa humanidad, a cargo del fiscal Jorge Auat, emitiera una serie de recomendaciones para asegurar que Mar del Plata tenga en 2009 juicios orales y públicos significativos.

Hasta hace dos semanas, la causa La Cueva, nombre del centro de detención de la Agrupación de Artillería de Defensa Aérea 601, tenía sólo dos procesados: Barda y el suboficial de la Fuerza Aérea Gregorio Molina. La novedad no es sólo el avance sobre Cincotta y su camarada del CNU Nicolás Cafarello, sino sobre los máximos jefes de la AADA 601 y de la Base Aérea, que cedió al Ejército su viejo radar como centro de tortura y exterminio.

Los flamantes procesados, además de Molina, son el coronel Aldo Carlos Máspero, que reemplazó a Barda como jefe de la subzona 15 en octubre de 1977; el coronel Leandro Edgard Marquiegui, jefe de inteligencia de Barda; el jefe del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601 durante 1976, coronel Roberto Atilio Bocalandro; los segundos jefes del GADA, coroneles Eduardo Jorge Blanco (1976) y Jorge Luis Toccalino (1977 y 1978), y el jefe de operaciones del GADA, general Alfredo Manuel Arrillaga. De la Fuerza Aérea procesó a los comodoros Ernesto Alejandro Agustoni y José Carmen Beccio, jefe y subjefe de la Base Aérea, respectivamente. Los CNU y Beccio, menores de 70 años, están presos en Batán. El resto goza de arresto domiciliario.

En la causa de la Armada los nuevos procesados son el coronel Máspero como jefe de subzona de la que dependía la Base Naval; el ex jefe de la base durante 1978 y 1980, contraalmirante Raúl Alberto Marino; el ex jefe de la agrupación Buzos Tácticos, capitán de fragata José Omar Lodigiani; el ex jefe de contrainteligencia Julio César Falcke, el abogado auditor Juan Carlos Guyot y el suboficial de inteligencia Narciso Angel Racedo, que se presentaba en los operativos como “Comisario Pepe”. Pradas también imputó al ex jefe de Prefectura Juan Eduardo Mosqueda, a su jefe de inteligencia, Ariel Macedonio Silva, y al ex jefe de la oficina de Policía de Seguridad, Pedro Luis Bustamante. Falcke, Racedo, Guyot y el prefecto Silva ya están en Batán. El resto, en sus casas.

El juez amplió los procesamientos de Arrillaga (algunos testimonios lo sindican en operativos navales); del ex jefe de la Base Naval en 1977, vicealmirante Juan José Lombardo; los ex subjefes, capitanes de navío Justo Alberto Ortiz (1976) Rafael Alberto Guiñazú (1977) y el contraalmirante Roberto Luis Pertusio (1978), y del ex jefe de la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (ESIM), capitán de navío Mario José Fórbice. Todos gozan de arresto hogareño, excepto Pertusio, trasladado a Marcos Paz desde que Página/12 informó que trabajaba como asesor del almirante Jorge Godoy en el Centro de Estudios Estratégicos de la Armada.

jueves, 2 de octubre de 2008

Los riesgos de encubrir

El jefe del Segundo Cuerpo de Ejército será acusado por falso testimonio

El tribunal oral de Corrientes que condenó a cuatro represores señaló en los fundamentos de la sentencia que el general Sergio Fernández y otros cuatro militares mintieron para favorecer al coronel retirado Julio Rafael Barreiro.

Por Diego Martínez
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El general de brigada Sergio Fernández, comandante del Cuerpo II de Ejército.

El general de brigada Sergio Fernández, comandante del Cuerpo II de Ejército, será denunciado en los próximos días por el delito de falso testimonio en favor de un camarada condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad. El Tribunal Oral Federal de Corrientes, que en agosto sentenció a cuatro represores por crímenes en el Regimiento de Infantería 9, sugirió en los fundamentos del fallo que Fernández y otros cuatro militares formaron parte de una “coartada” de los abogados del coronel retirado Julio Rafael Barreiro para desvincularlo de los delitos que le imputaban y ordenaron remitir sus testimonios al fiscal federal Flavio Ferrini “a los fines pertinentes”, sutileza que no admite demasiadas interpretaciones. El nombre de Fernández, ex combatiente de Malvinas, circuló días pasados entre los candidatos a reemplazar al ex jefe del Ejército, teniente general Roberto Bendini.

Barreiro fue condenado como coautor de la privación ilegítima de la libertad seguida de muerte de Rómulo Artieda más trece secuestros agravados por violencia, duración y aplicación de tormentos a perseguidos políticos. Sus defensores Eduardo San Emeterio y Jorge Buompadre intentaron demostrar que durante la segunda quincena de agosto, mientras en Corrientes se producía una ola de secuestros, su cliente estaba en Buenos Aires alistándose para un curso de comandos en la Escuela de Infantería de Campo de Mayo. Como el curso no figura en el legajo de Barreiro pidieron la citación de militares que podían dar fe de la instrucción y que, como todo testigo, juraron no mentir.

Fernández declaró que Barreiro comenzó el curso, pero fue separado en los primeros días de noviembre, cuando un instructor lo encontró roncando en su trinchera imaginaria. “El 5 volvimos a Mazaruca, un establecimiento forestal de Yacimientos Carboníferos Fiscales sobre el río Ibicui, y ahí estaba Barreiro”, que más tarde “volvió con nosotros a Campo de Mayo”, precisó el general. Dijo recordar en particular a Barreiro “por su forma de ser pintoresca” y porque era paracaidista como él. En la misma línea testimoniaron otros cuatro oficiales retirados: Gustavo Enrique Calvi Meydac, Mauricio Fernández Funes, el ex carapintada José Martiniano Duarte y el entonces instructor del curso, coronel Eduardo Muzio.

“La coartada del curso va tomando forma porque justamente los testigos se han empeñado en aseverar que Barreiro estuvo en Buenos Aires para el curso en la segunda quincena o la última semana de agosto, precisamente el período en que arreciaba la actividad del Grupo de Inteligencia”, escribieron los jueces Víctor Alonso, Lucrecia Rojas de Bardaró y Guillermo Navarro. Destacaron que legajos y boletines militares “acreditan que el curso se inició el 13 de septiembre, no en agosto como sostienen los testigos”, y sostuvieron que “de haberlo hecho (Barreiro), aun cuando no lo hubiera concluido debió asentarse la fecha y el motivo de la ausencia, tal como figura en otros legajos”.

El tribunal concluyó que los testimonios ofrecidos por San Emeterio y Buompadre (vicedecano de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste) “se hallan absolutamente desvirtuados” por documentos oficiales, resaltó que los militares “se han mostrado reticentes y sus respuestas fueron evasivas y ambiguas”, y ordenó su remisión al fiscal Ferrini “a los fines pertinentes”.

Durante su testimonial, Fernández recordó que el día del golpe de Estado estaba “protegiendo un objetivo”, el Círculo Militar, porque “los ataques eran permanentes desde principio de los ’70”. Durante 1976 y 1977 tuvo a su cargo una sección de tiradores en la Escuela de Infantería y en el Regimiento de Paracaidistas 2, apuntó. “Presumo o conjeturo que la masa de las Fuerzas Armadas durante esos años estuvimos de una u otra manera afectadas por el conflicto, que se estaba desarrollando de una u otra parte”, balbuceó ante una pregunta del abogado chaqueño Mario Bosch.

–¿Tiene conocimiento de que en alguna unidad militar haya habido un centro de detención de civiles? –le preguntó el fiscal Jorge Auat.

–No, no me consta –dijo.

–¿Sobre la sigla LRD, lugar de reunión de detenidos? –insistió el fiscal Germán Wiens Pinto.

–No me consta el nombre, no me consta el lugar, no me consta la unidad.

–¿No le consta que existiera?

–No me consta que existiera.

–¿Adónde se llevaban los detenidos en esa época?

–No tengo la menor idea.

–¿Desconoce que el Ejército haya detenido a personas?

–No me consta quiénes pudieron haber sido detenidos, si es que alguien fue detenido. Creo que para eso están estas cuestiones en trámite, para determinar si ocurrió o no ocurrió, y qué ocurrió en cada caso.

miércoles, 1 de octubre de 2008

“Era el verdadero infierno”

Marta García de Candeloro testimonió sobre torturas en Mar del Plata

Así se refirió al centro clandestino marplatense La Cueva. También relató que le pidió, sin éxito, ayuda al juez Pedro Federico Hooft en la comisaría 4ª de Mar del Plata. Fue su declaración número 45.

Por Diego Martínez
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Marta Haydeé García fue secuestrada con su esposo el 13 de junio de 1977.

Con admirable serenidad para quien declara por 45ª vez, Marta Haydeé García describió ayer su cautiverio y la muerte en la tortura de su esposo Jorge Candeloro en el centro clandestino La Cueva, que comandaba el coronel Alberto Pedro Barda. La testigo recordó ante el Tribunal Oral Federal 5 que durante su secuestro en la comisaría 4ª de Mar del Plata intentó sin éxito ser auxiliada por el juez Pedro Federico Hooft, quien visitaba allí a presos comunes. Hooft aún sigue en funciones, mientras los pedidos de juicio político en su contra hibernan en la oficina de Control Judicial de la Suprema Corte de Justicia bonaerense. El tribunal presidido por Guillermo Andrés Gordo, que también juzga a los brigadieres César Comes e Hipólito Mariani por crímenes en Mansión Seré, rechazó ayer un nuevo planteo del fiscal federal Félix Crous para autorizar la transmisión de las instancias finales del juicio, como ocurre en todo el país, tema sobre el que ahora deberá pronunciarse la Cámara de Casación Penal.

Las declaraciones de García ante organismos y jueces, nacionales y extranjeros, incluidos reconocimientos de lugares de cautiverio, suman 45. “Al principio se declara para que la sociedad sepa. Luego de tantos testimonios se da un efecto paradojal: un shock postraumático que antes no se sentía”, confesó la testigo, psicóloga de 69 años.

Candeloro y García se fueron de Mar del Plata en 1975, huyendo de los grupos de choque de la Concentración Nacional Universitaria. Abogado laboralista en varios sindicatos, militante del PCR, Candeloro había tenido un rol central en la causa por el asesinato de Silvia Filler que en 1971 llevó a la cárcel a varios miembros de la CNU. En 1973, amnistiados, volvieron a sembrar terror en Mar del Plata. Por ese motivo, el matrimonio se radicó en Neuquén, donde fue secuestrado el 13 de junio de 1977. “Me llevaron a la Policía Federal, siete días”, recordó. Por los guardias supo que la captura había sido pedida por el Ejército desde Mar del Plata, donde Barda era la autoridad máxima.

Durante el traslado, con vendas, esposas y cadenas en los pies, los amenazaron con arrojarlos al mar. La primera escala fue La Escuelita de Bahía Blanca. Allí pasaron una noche, Candeloro al aire libre, García en una casilla. Cuando los encerraron en el baúl del auto que los trasladaría al aeropuerto de Espora, escala previa al GADA 601, pudieron tomarse de la mano y cruzar unas palabras, recordó ayer.

“La Cueva era el verdadero infierno”, resumió. “¿Así que sos psicóloga? ¡Puta como todas las psicólogas!”, fue la bienvenida de los militares, que la arrojaron por una escalera con capucha y esposas. García no se explayó en detalles sobre victimarios y las partes tuvieron la delicadeza de no preguntar más de lo imprescindible. Se entiende: ya en 1985, durante el Juicios a las Juntas, García declaró durante ocho horas.

Recordó que al llegar había alrededor de treinta personas, trasladadas poco después, y dio precisiones sobre torturas. “La picana y el submarino eran comunes, pero las mujeres sufríamos diferencias de género: éramos violadas sistemáticamente por los guardias, era tal vez el premio”, dijo. Los guardias eran de Ejército y Fuerza Aérea. Por borracho y sádico sobresalía el suboficial Gregorio Rafael Molina, a quien García volvió a ver por las calles de Mar del Plata.

Tras escuchar morir a su marido y vivir desde La Cueva la Noche de las Corbatas del 6 de julio de 1977, como se conoce al secuestro de un grupo de laboralistas marplatenses, García fue trasladada a la comisaría 4ª, donde estuvo otros tres meses. Allí concurría el juez Hooft. “Un día grité ‘¡doctor Hooft, soy la señora del doctor Candeloro!’, con la esperanza que uno tiene en la Justicia. El juez preguntó ‘¿quién está acá?’, le dijeron ‘una mujer a disposición de las Fuerzas Armadas’, y después escuché cómo los pasos de la justicia se alejaban”, resumió.

Hooft fue denunciado como partícipe de 148 delitos de lesa humanidad por las secretarías de Derechos Humanos de Nación y provincia, la Comisión Provincial por la Memoria y organismos de Mar del Plata. Desde 2006 hay varios pedidos de juicio político en su contra en la Secretaría de Denuncias y Acusaciones contra Magistrados de la Suprema Corte bonaerense. La causa penal se frenó gracias a planteos dilatorios del interesado. El jury duerme en la oficina de Control Judicial del máximo tribunal provincial, a la espera de que la Procuración se decida a acusarlo.

El tribunal que preside Guillermo Gordo, en tanto, ratificó ayer su criterio de publicidad acotada por el cual prohíbe el ingreso de reporteros gráficos a la sala. La primera negativa fue el 14 de agosto, dirigida a la querella, con el argumento de que las cámaras atentan “contra la espontaneidad de los testigos”. El fiscal Crous solicitó entonces la transmisión de las audiencias de las que no participan testigos: lectura de elevación a juicio, alegatos, dúplicas, réplicas y sentencia. Como Gordo no acusó recibo del nuevo planteo y remitió al fiscal a la negativa anterior, Crous interpuso un recurso de casación en el cual denunció una “arbitrariedad manifiesta”, destacó la “gravedad institucional” del caso y recordó que el Estado se comprometió internacionalmente a juzgar crímenes de lesa humanidad y garantizar el derecho a la verdad que el tribunal pone en crisis. El nuevo rechazó llegó ayer, con doce días de demora: los suficientes para que cuando Casación se pronuncie la cuestión sea abstracta porque el juicio habrá concluido.