martes, 31 de marzo de 2009

Celdas VIP para los represores

Mañana habrá una audiencia en Casación sobre las detenciones en unidades militares

La Cámara analiza un hábeas corpus de acusados de secuestros y torturas que buscan cumplir prisión en unidades militares.

Por Diego Martínez
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El centro clandestino La Polaca, en Paso de los Libres, Corrientes.

La Sala III de la Cámara Nacional de Casación Penal deberá resolver en los próximos días si represores procesados por crímenes de lesa humanidad pueden cumplir su prisión preventiva en unidades militares. Pese a que la Ley de Defensa Nacional prohíbe a las Fuerzas Armadas intervenir en tareas de seguridad interior y el Ministerio de Defensa reiteró tres veces a los jueces federales que los cuarteles no están diseñados para servir de cárceles ni los soldados capacitados para custodiar presos, aún hay 18 imputados por secuestros y torturas durante la dictadura alojados en instalaciones castrenses. A la cabeza de los magistrados que obligan a uniformados a violar la ley sobresale la cordobesa Cristina Garzón de Lascano, que se resiste a sacar a los subordinados del condenado Luciano Benjamín Menéndez del Tercer Cuerpo de Ejército, donde comparten las habitaciones del casino de oficiales con camaradas en actividad.

El alojamiento de represores en cuarteles, incluso en los mismos donde cometieron los delitos, fue cuestionado por fiscales y organismos de derechos humanos desde las primeras detenciones posteriores a la reapertura de las causas. A mediados de 2006, tras un reclamo frustrado de Defensa para que los jueces reconsideraran la decisión, el grueso de los marinos de la ESMA fue trasladado al Instituto Penal de las Fuerzas Armadas en Campo de Mayo, que seis meses después se convirtió en la Unidad Penal 34 del Servicio Penitenciario. La aparición del cadáver envenenado de Héctor Febres en su dúplex de Prefectura y la difusión de fotos del torturador montando a caballo o haciendo la plancha en la pileta de la base naval de Azul motivaron a Sus Señorías a replantear los privilegios concedidos.

En julio pasado, tras la fuga del oficial de Inteligencia Julián Corres, de la delegación Bahía Blanca de la Policía Federal, la ministra Nilda Garré reiteró el pedido a los magistrados. Ante la nueva negativa, ordenó a las tres fuerzas no acatar órdenes judiciales de alojar represores y les recordó a los jueces de todo el país, por tercera vez, que sus disposiciones obligaban a los militares a violar la ley y que la distinción de competencias entre fuerzas armadas y de seguridad era “una conquista democrática”. La relación jerárquica que los retirados mantienen sobre los activos, establecida por la Ley de Personal Militar, enfrenta a los soldados con la contradicción de tener que custodiar a sus superiores.

Luego de recibir la nota de Defensa, el entonces juez federal de Paso de los Libres, Juan Angel Oliva, ordenó trasladar a cuatro represores alojados en el Grupo de Artillería 3 a la dependencia que dispusiera el SPF. La medida alcanzaba al coronel retirado José Luis Marchisio y a los civiles Carlos Faraldo, Víctor Irineo Aldave y Rubén Darío Ledesma, ex miembros del Destacamento de Inteligencia 123 procesados por secuestros y torturas en el centro clandestino La Polaca. Para resistir el traslado presentaron un hábeas corpus correctivo. Argumentaron que la medida les impediría el contacto con sus familias, sus abogados y con el expediente, por lo que se violaba el derecho de defensa (Corrientes no tiene cárcel federal; las más cercanas a Paso de los Libres están a 300 kilómetros, en Misiones).

El 4 de septiembre la jueza federal ad hoc María Inés Morales de Paulo, que intervino en tres casos, les dio la razón a los imputados. Oliva hizo lo propio en el cuarto caso, descalificando su propia disposición de la semana anterior “ante la compleja situación planteada”, que no explicó. Los escritos de una y otro llevan la rúbrica del mismo secretario, Federico Alonso, y son casi idénticos, hasta en los errores de tipeo. Ambos consideran que “son claras las violaciones de las garantías de la defensa y del Juez Natural” y equiparan el traslado de los imputados con un “juzgamiento en ausencia”, porque “pierden toda relación con el expediente”. También recuerdan que en 2005, ante otro hábeas corpus correctivo, Oliva clausuró el lugar de detención que funcionaba en el escuadrón de Gendarmería porque las condiciones importaban “un trato cruel, inhumano y degradante”. Destacan que entonces se exhortó al Ministerio de Justicia a habilitar una cárcel federal de encausados “en un plazo razonable” y que, cuarenta meses después, no hubo respuesta oficial. En la parte resolutiva, De Paulo exhortó a Justicia a proporcionar “en forma inmediata” un lugar de detención en la jurisdicción del juzgado. Oliva eliminó ese párrafo. Sobre la ilegalidad que implica alojar detenidos en cuarteles, ni una línea.

La Cámara Federal de Corrientes revocó la medida, en base a las leyes que rigen para el resto de los mortales. Tras la apelación, el caso llegó a la Sala III de Casación, que integran Guillermo Tragant, Angela Ledesma y Eduardo Riggi. Se trata de los jueces que en enero excarcelaron a los ex jefes del Pozo de Arana y cuya conducta analiza el Consejo de la Magistratura a partir del pedido de juicio político de la Secretaría de Derechos Humanos. La audiencia es mañana a las 12.15, en el piso 1º de Comodoro Py.

sábado, 28 de marzo de 2009

Los riesgos del matrimonio

Un represor prófugo fue detenido minutos después de casarse

Juan Andrés Cabrera, torturador de la Quinta de Funes, estaba prófugo. Fue identificado por la Policía de Seguridad Aeroportuaria en base a una foto publicada en Rosario/12. Un compañero del grupo de tareas lo señaló como especialista en apremios ilegales.

Por Diego Martínez
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El ex miembro de Inteligencia del Ejército, Juan Andrés Cabrera.

Al mediodía dijeron “sí, acepto” y se convirtieron en marido y mujer. Cuando salieron del Juzgado de Paz de Cosquín, los pagos de la novia, los agentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria observaron al hombre con detenimiento y compararon sus rasgos con la única foto conocida, que Rosario/12 publicó en tapa hace un año. Tenía el pelo más corto, otros anteojos, no llevaba bigote, era más retacón de lo que parecía, pero las canas y los trazos gruesos coincidían. Minutos después se presentaron, ante la mirada de la flamante esposa y un testigo de la boda, y le informaron que quedaba detenido por orden de la Justicia federal por su participación en delitos de lesa humanidad en Rosario. El hombre que en tiempo record dejó de ser soltero y prófugo es Juan Andrés Cabrera, personal civil de Inteligencia del Ejército Argentino y “especialista en torturas” del centro clandestino Quinta de Funes, según confesó uno de sus ex camaradas.

Cabrera, alias Barba, es el único que interrogaba y torturaba porque estaba especializado, lo mandaron a hacer un curso”, declaró ante la Justicia el represor Eduardo “Tucu” Constanzo. “Los que lo hacían eran él y Fariña. El Barba era el que torturó a (Adriana) Arce, a (Tito) Messiez durante cinco horas, es el que tortura a (Osvaldo) Cambiasso y (Eduardo) Pereira Rossi dentro del camioncito de bulevard Oroño al fondo. En democracia empezó a trabajar en la Defensoría del Pueblo, pero no trabaja más, no sé dónde está”, agregó el represor, quien describió ante el periodista José Maggi a la patota de militares, policías y civiles que comandaba el ex jefe de policía Agustín Feced.

A partir de la declaración de Constanzo y de investigaciones periodísticas que revelaron documentos de Inteligencia mexicana en los que se acreditaba la participación de Cabrera en el “Operativo México”, ideado por el dictador Leopoldo Galtieri para asesinar a montoneros exiliados en la capital azteca, la regional Rosario de H.I.J.O.S. solicitó la detención e indagatoria del represor, que hace treinta años se hacía llamar “Carlos Alberto Carabetta”.

A mediados del año pasado, cuando recibió el pedido de detención de parte del juez federal rosarino Marcelo Bailaque, el jefe de la Unidad Regional II del Centro de la PSA, Martín Bruna, supo que la tarea demandaría tiempo y esmero. Desde la reapertura de las causas de la dictadura, gracias a la ceguera selectiva de la policía de Santa Fe, Rosario se destacó por tener más represores prófugos que procesados. El también ex PCI del Ejército Walter Pagano fue detenido de bronca por el hijo policía de Constanzo, que acababa de ser capturado. Pagano no cayó después de la boda sino mientras escuchaba misa en la iglesia de bulevar Oroño y San Luis, a metros de los Tribunales Federales de Rosario. Al ex comisario Carlos Alberto Moore, capturado en abril, tampoco lo detuvieron sus compañeros sino la Policía Federal.

La paciente investigación de la PSA, que encabezó el subinterventor de seguridad aeroportuaria compleja, Alberto Jofre, determinó primero que Cabrera vivía o frecuentaba Cosquín, aunque por seguridad no pisaba la casa de la novia. Un par de veces cambió lugares de citas a último momento y frustró operativos de detención. El dato de que la agraciada contraería enlace renovó las esperanzas de los investigadores, aunque hasta ayer no tenían certeza sobre la identidad del novio, según explicó Bruna a Página/12. “Cuando nos apersonamos al juzgado, lo primero que hicimos fue una identificación positiva para ver si había cambiado la fisonomía. Sacamos sus rasgos de la foto de Rosario/12”, contó. Los agentes no presenciaron la ceremonia. Cuando salió lo siguieron, dejaron que se alejara unas cuadras y, antes de que entrara a la casa del testigo, lo detuvieron. “No opuso resistencia y tenía su documento legítimo”, apuntó Bruna. Según el comunicado que difundió la PSA, Cabrera contaba con “una red de protección de sus allegados” y “se ausentaba de su domicilio por largos períodos sin dejar rastro alguno”.

Esta misma semana el Tribunal Oral Federal Nº 1 de Rosario fijó para el 31 de agosto el comienzo del juicio a cinco represores de la Quinta de Funes: el coronel Oscar Pascual Guerrieri, el verborrágico Constanzo, Jorge Fariña, Juan Daniel Amelong y Walter Pagano. La causa tiene ahora tres prófugos: el gendarme Héctor Gertrudis, el policía santafesino Francisco Scilabra y el PCI del Ejército Carlos Isach. No son los únicos policías santafesinos que burlan a la Justicia. También Antonio “Tony” Tuttolomondo (causa Galdame), Carlos Ulpiano Altamirano, César Luis Peralta y el ex PCI del Ejército Eduardo Revechi, los tres en la causa Feced. El ex comisario Peralta, alias “La Pirincha”, es dueño de una flota de taxis y compartiría con sus ex camaradas negocios menos transparentes pero más rentables.

viernes, 27 de marzo de 2009

El coronel estaba en un geriátrico

POR PRIMERA VEZ HAY MAS REPRESORES CONDENADOS QUE PROFUGOS
Por Diego Martínez

Por primera vez desde la reapertura de las causas por violaciones a los derechos humanos, la lista de represores prófugos es menor a la de los condenados: tras el hallazgo del coronel retirado Luis Alberto González, los prófugos son 43.

El 18 de abril de 2007, cuando dos fiscales de Bahía Blanca pidieron su detención, González pasaba sus días en el 3º A de un edificio de militares en la peatonal San Martín 2464 de Santa Fe. Cuando luego de tres reiteraciones el juez federal Alcindo Alvarez Canale decidió ordenar la captura, el ex jefe del Destacamento de Inteligencia 181 que nutría de interrogadores al centro clandestino La Escuelita llevaba casi tres meses internado en un geriátrico, en teoría con Alzheimer, entre otros males. Ante las sospechas sobre su verdadero estado de salud, generadas por un informe de dos peritos médicos que entregaron a la Justicia un diagnóstico aportado por familiares del represor, los fiscales Hugo Cañón y Antonio Castaño solicitaron nuevos exámenes a cargo del Cuerpo Médico Forense.

González tiene 77 años. En 1975, con el grado de mayor, fue segundo jefe del Destacamento bahiense, que tomó en forma gradual la posta de los trabajos sucios hasta entonces realizados por los matones del diputado Rodolfo Ponce. Pasó a ser jefe en 1976, año en que se habilitó la mesa de torturas de La Escuelita, y en 1977 fue trasladado al Batallón de Inteligencia 601. En el Destacamento bahiense prestaba servicios el fallecido suboficial Santiago Cruciani, el único interrogador identificado del centro clandestino bahiense.

Según consta en la causa, González habría ingresado al geriátrico El Encuentro, en el sur santafesino, el 13 de agosto pasado. El 10 de noviembre, el juez Canale ordenó su detención y el 18 de febrero, el juez federal Reinaldo Rodríguez le informó a su par bahiense que el coronel padecía Alzheimer, brotes psicóticos y descontrol de esfínteres. Dos días después lo visitaron los peritos Mabel Padró y Esteban De Giovanni. Apuntaron que estaba “desorientado y sin noción de identidad”, y que la familia les había alcanzado certificados que respaldaban el diagnóstico de Alzheimer, que certificaban “la imposibilidad de prestar declaración indagatoria”.

Los fiscales cuestionaron los “certificados expedidos por médicos particulares” y solicitaron nuevos exámenes para tener certezas sobre la incapacidad mental del represor. Los peritos no deberán concurrir ahora a El Encuentro, que lo expulsó al conocer su pasado, sino a la residencia geriátrica Recoleta, que lo recibió.

jueves, 26 de marzo de 2009

Una señal en el Pozo

Por la memoria en La Plata
Por Diego Martínez

Tres mojones gigantes con las palabras Verdad, Memoria y Justicia recuerdan desde ayer que en el Destacamento de Arana funcionó durante la dictadura uno de los principales centros de detención de la provincia de Buenos Aires. El Pozo de Arana, uno de los iconos del circuito Camps donde el Equipo Argentino de Antropología Forense encontró el año pasado un paredón ametrallado y miles de fragmentos de restos óseos quemados, está ubicado en calles 637 y 130, a 20 kilómetros de La Plata. Sobrevivientes y querellantes reunidos en Justicia Ya! entregarán hoy un escrito al juez Arnaldo Corazza para que recomiende al gobernador Daniel Scioli el desalojo de las instalaciones, donde aún funciona el destacamento.

La señalización fue inaugurada por la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense, como parte de la Red Federal de Sitios coordinada por el Archivo Nacional por la Memoria. Junto a la titular de la secretaría, Sara Derotier de Cobacho, participaron del acto el intendente de La Plata, Pablo Bruera, y el sobreviviente Walter Docters, compañero de cautiverio de Jorge Julio López, el albañil que desapareció en 2006 tras dar testimonio en el juicio a Miguel Etchecolatz. También presenciaron la inauguración alumnos de la escuela de Arana.

Excepto Etchecolatz, condenado a reclusión perpetua, los represores de Arana permanecen impunes. El ex director de Seguridad Rodolfo González Conti y el ex jefe de la Brigada de Investigaciones Luis Héctor Vides murieron sin condena. Los comisarios Bernabé Corrales y Rubén Páez, también ex jefes de la Brigada, y Miguel Kearney, jefe del Destacamento, fueron liberados por los jueces Angela Ledesma, Guillermo Tragant y Eduardo Riggi, de la Cámara Nacional de Casación Penal.

El subsecretario de Derechos Humanos bonaerense, Fernando Cano, recordó durante el acto que Arana “es el primer centro de detención donde se encontraron restos óseos” y reiteró la intención de “construir un espacio de la memoria”. Sobrevivientes y querellantes, en cambio, no ocultan su disgusto por la permanencia del destacamento en el ex centro clandestino, al que el represor Luis Vicente Patrault aún concurre a tomar mate con ex camaradas. Tal como lo solicitó en el ex Pozo de Banfield, que finalmente fue cedido en guarda a la Secretaría de Derechos Humanos, Justicia Ya! reclamará hoy el desalojo inmediato de Arana.

martes, 24 de marzo de 2009

El represor que no abre la boca

Juicio por la apropiación de un hijo de desaparecidos
Por Diego Martínez

Hace tres semanas prometió que iba a declarar sobre la apropiación por la que se lo juzga recién después de escuchar a la víctima y cargó toda la presión sobre el joven que crió como propio. Cuando concluyeron las testimoniales, pidió una audiencia especial que se programó para el viernes, pero faltó a la cita, que se postergó tres días. Ayer, cuando la familia de la desaparecida Liliana Fontana se disponía a escuchar cómo había llegado a sus manos el bebé que buscaron desde entonces y ya tiene 31 años, el gendarme Víctor Enrique Rei volvió a defraudar: no abrió la boca. El viernes alegarán los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo y el fiscal Martín Niklison.

En julio de 2006, el Banco Nacional de Datos Genéticos del Hospital Durand confirmó que el ADN de Alejandro Adrián, como lo llamaron los apropiadores, es compatible en un 99,9999996 por ciento con el de Pedro Sandoval y Liliana Fontana, secuestrados en 1977 y vistos en cautiverio en el centro clandestino El Atlético. Dos años antes, la jueza María Servini de Cubría había procesado a Rei por robar y ocultar a un menor, suprimir su identidad y falsificar documentos públicos. Rei aseguró que era su hijo biológico y que había nacido en el Hospital Militar, pero no convenció: la partida ubica el parto en calle Báez 840, que nunca existió, y lleva la firma de Julio Cáceres Monié, un cardiólogo que firmó actas falsas de varios hijos de desaparecidos robados.

En la primera audiencia, Rei admitió el delito a su manera. “Ni siquiera en la Rusia de Stalin se juzgó a alguien treinta años después por adoptar y criar un huérfano”, dijo. Cuando el abogado de Abuelas, Luciano Hazán, le preguntó “¿cómo sabe que era huérfano?”, el oficial de inteligencia se desdijo y prefirió no seguir respondiendo.

Parte del rompecabezas de la historia se reconstruyó en el juicio. “Cambacito, vas a ser tío”, le confió Liliana a su hermano Edgardo, días antes del secuestro. “Se va a llamar Pedro o Evita”, le anticipó. Ya en cautiverio, contó Miguel D’Agostino, Pedro y Liliana pasaron a ser K33 y K34. “Ella no paraba de llorar mientras lo torturaban a él”, dijo. “Antes de ser liberada pude sentir su panza, tendría unos siete meses de embarazo”, recordó Delia Barrera. Horacio Schiavo, ex jefe de maternidad del Hospital Militar, dijo no creer que Cáceres Monié hubiera atendido un parto y aclaró que “cualquiera puede hacer un certificado” de nacimiento. Una vecina de los Rei en Hurlingham recordó que cuando vio por primera vez al bebé en manos de Beatriz Arteach, la apropiadora le confesó: “Lo adopté”.

Marcelo Chavanne, que estuvo secuestrado en Campo de Mayo, recordó que, entre los interrogadores, Rei era “el malo de la película” y que Cáceres Monié ingresaba a los calabozos. “Víctor me dijo que soy hijo de desaparecidos y que me entregó el director de la cárcel de encausados de Campo de Mayo” (comandante Darío Alberto Correa, de Gendarmería), le confió Alejandro a su tía Silvia. Fernando Sandoval, quien en 1977 alcanzó a acariciarle la panza a su tía, contó que en 2006, cuando conoció a su medio hermano por parte de padre, Alejandro le confesó que estaba “completamente convencido” de que era hijo de Pedro y Liliana.

El interrogante es cómo llegó a manos del apropiador y el problema es que sobran conductos: por su desempeño en el Primer Cuerpo y Campo de Mayo, por el de su hermano, Bernardino Rei, en el Batallón 601 y por el del padre de la apropiadora, comisario mayor retirado Oscar Hugo Arteach, en la Policía Federal. Rei tendrá la última oportunidad de hablar en público el lunes 13 de abril. Luego escuchará la sentencia.

lunes, 23 de marzo de 2009

La impunidad del circuito Camps

Informe de la Comisión Provincial por la Memoria sobre La Cacha

A seis años de la reapertura de la causa, ningún represor del centro clandestino fue citado por el juez Manuel Blanco. Adolfo Pérez Esquivel y Hugo Cañón presentan hoy documentación sobre violaciones a los derechos humanos para pedir que se acelere la causa.

Por Diego Martínez
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El represor Barroso fue escrachado el viernes en La Plata.

Los sobrevivientes de La Cacha recuerdan a Julio Barroso como jefe de ese centro clandestino del circuito Camps. Cientos de platenses escracharon el viernes su casa de Calle 5 Nº 1682, en La Plata. La causa por la que debería estar condenado se reabrió en 2003 y el fiscal Sergio Franco pidió su detención en enero de 2005. Cuatro años después, el juez Manuel Humberto Blanco no lo citó a declarar. Según su legajo de la ex Dirección de Inteligencia de la Policía Bonaerense, que la Comisión Provincial por la Memoria le entregará hoy al magistrado, Barroso era agente del Servicio Penitenciario y “en 1976 estuvo vinculado con el Batallón de Inteligencia 601”. Su caso simboliza la impunidad sobre los crímenes de la dictadura que aún reina en la capital bonaerense, donde la Justicia sólo alcanzó a Miguel Etchecolatz y Christian von Wernich.

Para enfrentar la impunidad, Adolfo Pérez Esquivel y Hugo Cañón, copresidentes de la Comisión, le entregarán hoy al juez Blanco documentación sobre 130 víctimas que pasaron por La Cacha para pedirle que descongele la causa. Luego, a las 11.30, ofrecerán una conferencia de prensa en la Cámara Federal platense, para referirse a las demoras de la Justicia, las excarcelaciones, la parálisis de la causa López y la preocupación por las políticas de seguridad en la provincia que gobierna Daniel Scioli, a partir del análisis de temas centrales de la agenda de derechos humanos como el acceso a la justicia y el endurecimiento del sistema penal.

La Cacha funcionó entre fines de 1976 y octubre de 1978 en inmediaciones del complejo penitenciario de Lisandro Olmos y a metros de la Unidad 8 de mujeres, usada como maternidad clandestina. Según el informe, con el staff del SPB convivía personal de Ejército, Armada, Policía Bonaerense y agentes de la SIDE. Interrogatorios y torturas se complementaban con actividades de planificación, logística e inteligencia. Decenas de secuestrados sacados de allí fueron asesinados en enfrentamientos fraguados. “Por su composición multioperacional y del mismo modo que el GADA en Mar del Plata o el Batallón 601, puede pensarse que operó como lugar de reunión de inteligencias zonales”, apuntan desde la Comisión.

El legajo 14.239 de la ex Dipba, titulado “Solicitud de capturas elementos terroristas de distintas BBDDTT” (“bandas de delincuentes terroristas”), incluye a desaparecidos vistos en La Cacha y pone de manifiesto la amplia estructura burocrática del terrorismo de Estado. A pedido del Batallón 601, el segundo comandante del Primer Cuerpo de Ejército, general Andrés Aníbal Ferrero, solicita una serie de capturas. El requerimiento, con datos y fotos de personas que terminarían secuestradas, se distribuye en todas las reparticiones de las policías subordinadas: Federal, Bonaerense y pampeana. La cantidad de sellos es elocuente sobre la cantidad de receptores a quienes se encomendaban secuestros.

En enero de 2005, el fiscal Franco le entregó al juez Blanco un listado de penitenciarios que “habrían constituido el staff permanente de La Cacha”. Lo encabezaba Barroso, que según su legajo en la ex Dipba era secretario del jefe del Servicio Penitenciario, que recibió instrucción del Batallón 601 y estaba “vinculado estrechamente con los grupos de contrainteligencia del Ejército, actuando en éstos como elemento no orgánico”. También figuran Isaac Miranda, Héctor Acuña, Daniel Riquelme, Francisco Macia, Gustavo Schwarzach, Víctor Garay, Guillermo Luis Del Intent, Roberto Cabrera, Fermín Garci, Rodolfo Oscar Galeano, Domingo Mac Tier, Guillermo Mc Lughlin, Celso Fernández, Jorge Cristóbal Portel, Osvaldo Uset, Víctor Ríos, Armando Oscar Roldán, Carlos Francisco Fernández, Adolfo Carnero (sic) y José Lauman. Cuatro año después, el único detenido es el “Oso” Acuña y no por el centenar de delitos que se le imputan en el centro clandestino, sino por un caso de tormentos en la Unidad 9. La Cacha no tiene un solo indagado. Ante los reclamos de los querellantes, Blanco ha invocado falta de recursos. Ante sus colegas suele ser más sincero.

“44 condenados frente a 47 prófugos, 547 procesados y sólo cinco juicios confirmados para 2009 denotan la ausencia de una estrategia global para implementar los juicios”, afirma Hugo Cañón. “La lentitud de los procesos, sumada al accionar dilatorio y en muchos casos a la afinidad ideológica de magistrados con represores, tiene ya una consecuencia grave: excarcelaciones”, lamenta el fiscal federal de Bahía Blanca. “Es curioso: el beneficio que se les niega a presos comunes se les otorga a responsables de los crímenes más atroces, con el riesgo de frustrar el proceso”, alerta.

La investigación de la desaparición de Julio López preocupa a la Comisión tanto como el presente de la provincia. “Vemos una opinión pública permeable a los discursos que desde la plataforma de la inseguridad pregonan el miedo, el encierro y la estigmatización de los sectores más vulnerables”, advierte Pérez Esquivel. “En la provincia de Buenos Aires, en particular –señala el Premio Nobel de la Paz–, hemos advertido que endurecer aún más el sistema penal, lejos de garantizar igualdad en el acceso a la Justicia, tiende a profundizar la exclusión y a criminalizar la pobreza.”

sábado, 21 de marzo de 2009

Cerca de la Justicia, 33 años después

El primer juicio oral por la megacausa ESMA comenzará el 6 de octubre

La decisión impedirá que se concreten las liberaciones de estos acusados dispuestas por Casación. El proceso abarcará a 18 represores e incluirá los casos de las monjas francesas, las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo y el periodista Rodolfo Walsh.

Por Diego Martínez
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Jorge “El Tigre” Acosta y Alfredo “El Cuervo” Astiz, símbolos de la represión ilegal en la ESMA.

A más de treinta años de los crímenes, 22 de las leyes de impunidad, cinco de la reapertura formal de la causa y 16 meses desde que la Cámara de Casación se dignó a destrabarla, el primer juicio oral y público a los represores de la ESMA, símbolo universal del terrorismo de Estado en la Argentina, tiene desde ayer fecha confirmada: martes 6 de octubre de 2009.

La decisión del Tribunal Oral Federal Nº 5, responsable de conducir el proceso y garantizar que ningún imputado quede fuera de juego por causas no naturales en el próximo semestre, sepulta la posibilidad de que Astiz, Acosta & Cía. salgan en libertad por la incapacidad del Poder Judicial para garantizar juicios en plazos razonables. La falta de confirmación de la fecha de inicio fue el argumento central que utilizaron Guillermo Yacobucci y Luis García, de la Cámara de Casación, cuando ordenaron el cese de las prisiones preventivas de una veintena de represores.

La unificación de tres tramos de la megacausa que instruyó el juez federal Sergio Torres, con Eduardo Taiano como fiscal, implica que el juicio tendrá 18 imputados: doce oficiales retirados de la Armada encabezados por el jefe del grupo de tareas 3.3.2, Jorge Acosta. Lo acompañarán el ex capitán Alfredo Astiz (dado de baja tras ufanarse de sus virtudes para matar políticos y periodistas), un prefecto, un oficial de Ejército, dos policías y un penitenciario. Si bien se trata del juicio con más imputados desde la reapertura de las causas, constituyen una porción ínfima de los represores conocidos de la ESMA. Según registros del CELS, la megacausa tiene 146 identificados: 24 murieron, 60 están procesados, ocho prófugos, cinco fueron declarados incapaces, uno se benefició con falta de mérito y otros 48 aún no fueron citados a declarar.

Trece imputados están en el penal de Marcos Paz. El prefecto Antonio Azic está internado en la clínica San Jorge desde que intentó suicidarse. Gozan de arresto domiciliario el vicealmirante Oscar Montes (85 años), el contraalmirante Manuel García Tallada (84), el teniente coronel Julio César Coronel (72) y el comisario Ernesto Weber (77). Este último, asesino de Rodolfo Walsh, cuenta orgulloso que nadie le conoce el rostro y admite que tiene terror de pisar una cárcel. “Antes me mato”, advierte en privado. Con el antecedente Febres aún fresco en la memoria colectiva, no estaría de más tomar medidas para asegurarse de que llegue a octubre sano y salvo.

Además del secuestro de Walsh, el juicio incluirá un centenar de casos de privaciones ilegales de la libertad, tormentos y homicidios, incluidos los de las monjas francesas y las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, secuestradas en la iglesia de la Santa Cruz, torturadas en la ESMA y arrojadas al mar en los famosos “vuelos de la muerte”.

“Me ha renacido la esperanza en la Justicia”, reflexionó Marta Vázquez, presidenta de Madres Línea Fundadora. “El camino es largo pero de a poco vemos resultados. La ESMA es el símbolo del terror, me cuesta aceptar que mi hija haya estado ahí. Espero que los responsables sean juzgados y condenados en cárceles comunes. También que alguno admita lo que han hecho para que haya justicia verdadera. El pueblo no olvida”, recordó.

Lilia Ferreyra, la mujer de Rodolfo Walsh, afirmó que “a 32 años de su secuestro podemos comprobar que, como a los 30.000 desaparecidos, no pudieron borrarlo de la memoria colectiva”. “Ahora es deber de la Justicia condenar a los responsables del crimen de lesa humanidad. Y espero que en el proceso surja la verdad sobre qué pasó con Rodolfo y dónde están los escritos inéditos que robaron los asesinos”, se esperanzó.

“Es extraño”, arrancó Víctor Basterra, el sobreviviente que arriesgó la vida para sacar las fotos que permitieron identificar a las patotas de la ESMA. “Durante meses vamos a ver rostros conocidos y a tener la posibilidad de acercarnos un poco a lo que es la justicia por la que tanto hemos peleado”, recordó. “Es una satisfacción. No soy de brindar, pero me jode cuando estos ñatos mueren impunes. Ahora van a tener la posibilidad de ser juzgados, creo que van a serlo”, confió, aunque “no me olvido de que los jueces forman parte de una cofradía muy particular: esperemos que estén a la altura de las circunstancias”.

“Es muy importante, sobre todo cuando Casación resuelve liberar imputados”, celebró el abogado Rodolfo Yanzón, que encabezará las querellas junto a Carolina Varsky, del CELS. “Va a permitir a la Corte mantener las preventivas que Casación dejó sin efecto. El próximo paso debería ser que la Corte reasigne los otros procesos acumulados en el TOF-5 para que no queden a la espera del que comienza en octubre”, agregó.

jueves, 19 de marzo de 2009

Siete adentro en Bahía Blanca

La causa por los crímenes de la base naval de Puerto Belgrano

Fueron detenidos cinco oficiales retirados de la Armada y dos de Prefectura, entre ellos Eduardo Fracassi, que fue comandante de Infantería de Marina. Son los primeros represores arrestados en esta investigación.

Por Diego Martínez
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Francisco Martínez Loydi, responsable del informe que comprometió a dos obreros gráficos que luego desaparecieron.

Cinco oficiales retirados de la Armada y dos de Prefectura fueron detenidos por orden de la Justicia de Bahía Blanca por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura en la base naval de Puerto Belgrano. Entre los imputados se encuentran los responsables del informe de inteligencia que sindicó como “personal a ser raleado de un medio de difusión fundamental” a los dos obreros gráficos del diario La Nueva Provincia que habían organizado sindicalmente a los trabajadores de la empresa y que tres meses después fueron secuestrados, torturados y asesinados. Tanto el fiscal federal Hugo Cañón como la abogada Mirta Mántaras, de la APDH bahiense, solicitaron que los homicidios de Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola fueran investigados por el juez federal ad hoc Eduardo Tentoni, a cargo de la causa de la Armada, y no por el juez Alcindo Alvarez Canale, quien se excusó por su parentesco con un marino.

La causa se reabrió a fines de 2005, pero durante más de un año se sucedieron excusaciones y recusaciones. En febrero de 2007 se declaró competente Tentoni, que dos años después ordenó las primeras detenciones. En los últimos días se concretaron las del vicealmirante Eduardo Fracassi, los capitanes de navío Guillermo Martín Obiglio, Guillermo Félix Botto y Oscar Alfredo Castro , el capitán de corbeta Luis Alberto Pablo Pons y los prefectos Francisco Martínez Loydi y Félix Ovidio Cornelli.

Fracassi fue comandante de Infantería de Marina, en cuya base Baterías fueron vistos por última vez varios desaparecidos. En 1976 declaró que la patria está “empeñada en la más artera y traicionera de las guerras: la subversiva”, en defensa de “la civilización occidental y cristiana”. A un suboficial que lo consultó sobre su hijo desaparecido le aclaró: “Si está en algo no lo vas a ver más”. Fracassi se aloja en la delegación de la Policía Federal de la que se fugó Julián Corres.

Obiglio fue jefe del departamento inteligencia del Comando de Operaciones Navales en 1975 y 1976. Su subordinado Botto conducía la división contrainteligencia. Ambos están en Villa Floresta, igual que los prefectos. Botto participó del montaje en el que fue fusilada Susana Martinelli, vista en cautiverio en las bases de Mar del Plata y Puerto Belgrano. Castro comandó la Fuerza de Tareas 2, con jurisdicción en Coronel Rosales, la zona portuaria de Ingeniero White, Cuatreros y Galván, e incursiones esporádicas en Bahía Blanca. Pons encabezó la Brigada de Infantería 1 y fue reconocido en un secuestro y una sesión de torturas.

Cornelli fue jefe de la delegación bahiense de Prefectura. Martínez Loydi conducía el departamento Informaciones. En un informe secreto sobre “guerrilla sindical” en La Nueva Provincia ubica a Heinrich y Loyola a la cabeza un listado de “personal a ser raleado de un medio de difusión fundamental” para la masacre que se avecinaba. Ante la consulta de Página/12, Martínez Loydi dijo no recordar el informe, tradujo raleado como “movido o sacado” y se permitió dudar: “No creo que Prefectura se haya metido en la parte gremial”. En diciembre de 1976, cuando dejó la ciudad, Cornelli se despidió en persona de la directora del diario Diana Julio de Massot y reafirmó su decisión de “aniquilar a la huestes de la delincuencia ideológica”.