sábado, 24 de julio de 2010

Murió Adel Vilas


Por Diego Martínez

Un adelantado del terrorismo de Estado, instaló en 1975 en Tucumán los primeros centros de tortura y exterminio del país.

En Bahía Blanca emplazó su segunda Escuelita, última escala de un centenar de desaparecidos.

A los fusilamientos en enfrentamientos fraguados, marca registrada del Ejército, agregó como toque de distinción de su prontuario el juicio por “infiltración ideológica marxista” en la Universidad Nacional del Sur, siempre con la complicidad del diario La Nueva Provincia y el servicio del juez federal Guillermo Federico Madueño.

“¿Cómo decirle adiós a un soldado que hizo que los hombres, mujeres y niños de esta ciudad comenzaran a recobrar la paz y la seguridad que habían perdido? Nos estaban arrancando algo vital, uno de los ejemplos del país que queremos ganar para las futuras generaciones”, escribió Diana Julio de Massot luego de despedirlo en la dirección del diario.

En 1987 la Cámara Federal lo escuchó invocar “órdenes superiores” para justificar sus crímenes y le dictó la prisión preventiva rigurosa. Usaba entonces el uniforme que sus subordinados se quitaron para secuestrar y contaba con los “consejos técnico--profesionales” de Néstor Luis Montezanti, ex agente de inteligencia del Ejército y actual juez de la misma Cámara bahiense.

Pasó sus últimos años recluido en un departamento en Bulnes 2087, donde nunca se dignó a recibir a este cronista.

Los ingratos que se beneficiaron con sus trabajos sucios le dedicaron cuatro líneas a su muerte y hasta escribieron mal su nombre. Así pagan.

domingo, 18 de julio de 2010

Homenaje y polémica


Publicado (sin firma) en PáginaI12.

Familiares y compañeros de detenidos-desaparecidos de Tres de Febrero rendirán homenaje hoy a dieciocho scouts de la parroquia San Francisco de Asís, de Villa Bosch, víctimas del terrorismo de Estado. La jornada comenzará a las once con una misa a cargo del obispo de San Martín y Tres de Febrero, Guillermo Rodríguez-Melgarejo, quien cobija en su diócesis al ex capitán de fragata Alberto Angel Zanchetta, capellán de la ESMA que justificaba con parábolas bíblicas sobre la separación de la cizaña del trigo el asesinato de prisioneros arrojados al mar desde aviones navales.

El Grupo Scout de la Capilla de San Francisco de Asís se gestó a partir de la llegada del padre Mario Bertone y de su experiencia previa en la parroquia Nuestra Señora de la Merced, en Caseros, donde estudiaron la mayoría de los militantes desaparecidos y donde ahora Zanchetta oficia de vicario y asesora a los jóvenes de Acción Católica Argentina. Influidos por el pensamiento del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, Bertone y los scouts pusieron en pie la capilla y transformaron el vínculo de la Iglesia con la comunidad, cambio que incluyó desde el uso de música en las misas hasta la resolución conjunta de los problemas del barrio.

Los jóvenes secuestrados entre 1976 y 1978 son Andrés y Daniel Barciocco, Fernando Barro, Miguel Angel Biglia, Augusto Lenzi, Héctor, Miguel Angel y Oscar Buchelini, Carlos Rescigno y su esposa Francisca Ricci, Alfredo y Luis Castro, Darío y María Mercedes Valiño, Luis Frutos, Carlos Cruspeire y su esposa Rosa Godoy, y José Pérez Rojo. Algunos fueron vistos en cautiverio en Campo de Mayo, otro en una casa operativa de la Fuerza Aérea en Morón, y un par fueron secuestrados en Córdoba y vistos en el centro clandestino La Perla.

Rodríguez-Melgarejo invocó su amistad con Carlos Mugica cuando pidió participar del homenaje. Los organizadores consultados por Página/12 desconocían que el obispo cobija en la principal parroquia de Tres de Febrero al ex capellán de la ESMA, denunciado por el capitán Adolfo Scilingo. Zanchetta también fue secretario del ex obispo castrense Adolfo Baseotto, que amenazó con arrojar el mar al ministro de Salud por repartir preservativos. En 2009, antes de que el Ministerio de Defensa ordenara su baja, fue vicario en la iglesia San Pedro González Telmo. Ante el repudio de los vecinos de San Telmo, el cardenal Jorge Bergoglio lo envió a una diócesis en el Golfo de Génova, Italia. Reapareció en la parroquia De la Merced, donde dirige la Acción Católica a nivel distrital y secunda al párroco Santo Alegre (sic). La comunidad católica del distrito conoce el rol de Zanchetta en la ESMA, que el ex marino niega. Hasta ahora sólo un grupo de jóvenes, en silencio, tomó distancia de la parroquia como muestra de repudio. La obsesión de vicario y obispo es que el caso no trascienda a los laicos.

lunes, 12 de julio de 2010

El gran simulador

La Justicia debe resolver si Luis Patti puede seguir internado y no en la cárcel

Los abogados de Patti buscan mostrar que no puede valerse por sí mismo ni comunicarse, pero un perito aseguró que no es necesario que permanezca en el Fleni y que no habla para disimular su estado.

Por Diego Martínez
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Foto tomada en Fleni, donde se supone que Patti se recupera de un ACV.

El Tribunal Oral Federal Nº 1 de San Martín que desde el 30 de agosto juzgará a Luis Abelardo Patti por delitos de lesa humanidad, deberá resolver en los próximos días si le concede el arresto domiciliario, si lo devuelve a la cárcel que no pisa desde hace seis meses, o si le permite seguir internado en el centro de rehabilitación Fleni de Escobar, donde en teoría se recupera de un accidente cerebro vascular (ACV) que sufrió en enero y donde se tomó la foto que ilustra esta nota.

Mientras sus abogados Alfredo Bisordi y Silvio Duarte se esmeran en demostrar que Patti no puede valerse por medios propios y pulen la estrategia para probar que es incapaz de comprender y comunicarse, paso previo al reclamo de suspensión del juicio, el perito que evaluó al torturador a pedido de la querella lo describe como un simulador que no habla para disimular su verdadero estado, y destaca que “no es imprescindible” el tratamiento indicado por los médicos del Fleni, quienes justifican desde hace medio año la internación en el instituto que el propio Patti inauguró cuando era un intendente impune.

A principios de año, los abogados obtuvieron la autorización judicial para que Patti se operara de una lesión en los ligamentos cervicales, maltrechos desde un accidente que sufrió en 1997 como copiloto de un auto de Turismo Carretera. Durante la intervención, que se realizó a fines de enero en el hospital de la Universidad Austral, en Pilar, Patti sufrió un ACV que le permitió tomar distancia del penal de Marcos Paz, donde estaba detenido desde noviembre de 2007 junto a Etchecolatz, Von Wernich & Cía.

La recuperación comenzó en el Fleni de Belgrano y continuó en el imponente hospital de la Familia Pérez Companc (familia con mayúsculas en la web de la fundación) en Escobar. “Va a tener una recuperación larga, pero eso depende de las posibilidades de rehabilitación que pueda tener, ya que está privado de su libertad”, explicaron entonces sus amigos al diario La Nación. “El ya tenía para tres meses de rehabilitación por la columna, a lo que ahora se suma esto”, se esperanzó Luis Patti Jr. en declaraciones a una revista local.

En ese contexto, y mientras el tribunal se aprestaba a fijar fecha para el proceso que compartirá con los condenados generales Reinaldo Bignone y Santiago Omar Riveros, y con el ex comisario Juan Fernando Meneghini, su jefe en la comisaría de Escobar en los ’70, Bisordi y Duarte solicitaron el arresto domiciliario. El argumento: el tratamiento bajo la modalidad “hospital de día” indicado por los médicos del Fleni sólo se lo podría brindar ese centro de rehabilitación de Escobar, y los traslados desde el penal de Marcos Paz serían traumáticos para la salud del imputado, que según sus abogados es incapaz de alimentarse o vestirse sin ayuda de un tercero.

Durante los cinco meses posteriores al ACV, el tribunal que deberá juzgar a Patti, integrado por los jueces Héctor Sagretti, Lucila Larrandart y Marta Milloc, tomó conocimiento de su estado de salud sólo por los informes del Fleni. Luego de insistentes requerimientos del fiscal federal Juan Patricio Murray, los magistrados ordenaron un examen a cargo del Cuerpo Médico Forense, cuyos resultados se conocerán esta semana.

Sí se conoce el informe del perito médico ofrecido por la parte querellante, patrocinada por los abogados Pablo Llonto y Ana Oberlin. Según el escrito del médico Leonardo González, “el aumento excesivo en los tiempos de latencia en responder, como si no comprendiera una pregunta, no es justificable con las lesiones padecidas en el sistema nervioso”. Patti “no padece alteraciones en el lenguaje”, afirmó. Si bien “se mostró extremadamente callado” y “prefirió el lenguaje gestual”, el perito observó un llamativo contraste entre la precisión para dibujar en el aire letras que le mostraron durante un examen de agudeza visual y la discapacidad que manifestó durante el interrogatorio para realizar tareas básicas como el aseo personal o el vestido.

“Puede escribir con destreza suficiente, y no padece significativa discapacidad para no poder realizar sin asistencia la mayoría de las actividades de la vida cotidiana. El paciente niega que pueda comer sólo con su mano derecha, niega poder cortar o llevar la comida a la boca, lo que contrasta con la observación objetiva”, escribió González, quien advirtió que el ex comisario “colaboró muy poco con la evaluación”.

Consultado por el tribunal sobre la necesidad de continuar el tratamiento indicado por los médicos Lisandro Olmos y Marcos Rey, del Fleni, el perito apuntó que “no es imprescindible”, pues la terapia de recuperación “no precisa de aparatología compleja o asistida por computación”, y que tampoco es imprescindible que la frecuencia del tratamiento sea diaria. “Dos o tres veces por semana resulta suficiente”, apuntó, y enumeró centros de rehabilitación a los que podría trasladarse sin inconvenientes desde el penal de Marcos Paz.

sábado, 10 de julio de 2010

Los consejos de Miret

La investigación en el Consejo de la Magistratura
Un ex preso político y la madre de una joven secuestrada durante la dictadura declararon ante el organismo que designa y remueve a los jueces por la causa contra Luis Miret.
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La Comisión de Disciplina y Acusación del Consejo investiga al actual juez de la Cámara Federal de Mendoza.

Publicado (sin firma) en PáginaI12.

A fines de agosto de 1975, un día después de haber sido torturado durante horas, Hugo René Tomini recibió la visita del juez Luis Francisco Miret en el calabozo del Departamento de Informaciones de la policía de Mendoza.

–¿Cómo está? –preguntó el magistrado.

–Dolorido –respondió desde el suelo Tomini, incapaz de pararse por las secuelas del castigo.

–Hay que aguantar –le aconsejó Miret.

Tomini recordó el diálogo el último jueves frente a tres integrantes de la Comisión de Disciplina y Acusación del Consejo de la Magistratura de la Nación, que investiga el rol del actual juez de la Cámara Federal de Mendoza durante el terrorismo de Estado. También la madre de una joven secuestrada y ultrajada por miembros del D2 describió los padecimientos de su hija y sus gestiones infructuosas ante Miret, a quien definió como “cómplice de violadores” y “un embrión de la dictadura”.

Tal como informó Horacio Verbitsky el 25 de abril, el periodista Rodrigo Sepúlveda filmó el testimonio de Tomini en 2000 y lo incluyó tres años después en su tesis de graduación a la licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Cuyo. Miret y su colega Otilio Roque Romano, fiscal durante la dictadura, fueron denunciados ante el Consejo por organismos defensores de los derechos humanos de Mendoza, con la adhesión posterior del gobierno de Celso Jaque. En el marco de esa instrucción fue citado a declarar el ex preso político, que dio testimonio ante los consejeros Héctor Masquelet, Diana Conti y Santiago Montaña.

Tomini fue detenido en la calle el 28 de agosto de 1975. Lo llevaron a su casa, donde le dieron la primera paliza, y luego en el baúl de un auto hasta el palacio de policía, donde funcionaba el D2 y donde pasó la peor semana de su vida. Desde el calabozo pegado al suyo escuchaba la voz de una adolescente que imploraba no ser violada, y el ruido de un arma, que imaginó en la cabeza de la víctima. De las torturas físicas destacó la golpiza, sobre todo en los testículos, y la picana, atado de pies y manos al elástico de una cama de metal. “Eso duró varias horas”, contó.

“Uno o dos días después siento que alguien corre como un cerrojo del calabozo y dice ‘levántese, lo viene a ver el juez’. Yo no me pude levantar porque físicamente no estaba en condiciones”, recordó. De inmediato se produjo el diálogo con el que arranca la nota, que mantuvo con “un señor de traje”. “Teóricamente ése era el juez. Yo dije ‘es una payasada de la policía’. Pero mi sorpresa grande fue cuando, dos o tres días después, voy al juzgado y era el juez”, recordó.

–¿Usted le refiere a Miret las torturas a las que había sido sometido? –preguntó el consejero Masquelet.

–No, en absoluto. No declaro absolutamente nada. No sabía que uno podía decir ‘denuncio las torturas pero me abstengo de declarar’. Aparte, le soy sincero, sentía como que era algo sabido, que no hacía falta explicarle a nadie –dijo, y reiteró: “Me vio tirado en el suelo, yo no podía pararme”.

Varios meses después, Tomini consiguió que le dieran la opción para salir del país. “Mis padres, entonces, van a hablar con Miret, mostrándole que yo tenía el derecho de opción, a lo cual Miret dijo: ‘Si el general Videla no tiene nada contra su hijo, yo tampoco’”.

“Miret era un embrión de la dictadura que después nos acosó”, resumió el jueves anterior Luz Casenave, quien recordó la desidia con la que el juez trató a su hija de 16 años durante su cautiverio. Luz Faingold cursaba el quinto año del colegio secundario, era delegada del curso. Fue detenida el mismo día que Tomini y trasladada al D2. Su madre se apersonó pero no logró que la liberaran. Luego, el entonces juez Miret prohibió la restitución de Luz al hogar.

Cuando supo que su hija sería indagada por el juez, Casenave se presentó en el edificio de Tribunales y logró ingresar a la sala de audiencias. Vio a su hija, al juez Miret y al entonces fiscal Otilio Romano (el otro camarista mendocino denunciado por encubrir delitos de lesa humanidad), más dos soldados y un secretario. “Mi hija era un pajarito vencido, un ser arruinado, oprimido”, recordó Casenave, que es psicóloga y asistente social.

Ante la pregunta de Miret, le informó que era la madre de Luz. El juez la obligó a retirarse pero Casenave se negó, le dijo que no podía interrogar a una menor sin la presencia de al menos uno de sus padres. Consultada por el defensor oficial de Miret, la mujer recordó que el interrogatorio a su hija no parecía a cargo de un juez sino “policial”. “Miret tuvo la oportunidad de ser un hombre de ley y sin embargo fue cómplice de los violadores”, afirmó Casenave, de 80 años, en referencia a los abusos sexuales que padeció su hija. “Fue lo más doloroso que pasé en mi vida”, confesó.

viernes, 9 de julio de 2010

Un luchador consecuente

MURIO PATRICK RICE, EX SACERDOTE Y MILITANTE POR LOS DD.HH.

De origen irlandés, Rice dedicó su vida a acompañar a los sectores más desprotegidos. Fue secuestrado y torturado por la última dictadura, denunció la complicidad de la Iglesia con los militares. Fue fundador de Fedefam y miembro del CELS.

“Es muy difícil pensar que vamos a seguir sin él”, dijo Marta Vásquez de Madres Línea Fundadora.

Por Diego Martínez

Cristiano consecuente como sacerdote y luego como laico, víctima del terrorismo de Estado por su militancia en villas, crítico de la conducción de la Iglesia por su complicidad con la dictadura y dirigente esencial del movimiento de derechos humanos desde fines de los ’70, Patrick Rice falleció de manera repentina, el miércoles por la noche, en un hospital de Miami. Rice fue cofundador y secretario de la Federación Latinoamericana de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (Fedefam), nacida en 1981 para potenciar la lucha de quienes enfrentaban dictaduras en América latina y el Caribe, y hasta los últimos días acompañó a sobrevivientes y testigos en los juicios por crímenes de lesa humanidad. Luego de visitar a familiares y amigos en su Irlanda natal, se descompuso durante la escala del vuelo Dublín-Buenos Aires. Paradójicamente para quien sembró amigos en todo el mundo, murió lejos de sus seres queridos. Sus restos llegarán a la Argentina en los próximos días. Será velado en la Casa de Nazareth.

Rice nació en el seno de una familia rural de Irlanda en 1945. Se recibió de bachiller en teología en la Universidad Pontificia local y en 1970 llegó a la Argentina. Se ordenó como sacerdote en la congregación del Verbo Divino y en 1972 ingresó a la Fraternidad Hermanos del Evangelio Charles de Foucauld. Luego de su trabajo pastoral en el interior de Santa Fe se radicó en Capital, primero en La Boca, luego en la villa 3 de Villa Soldati. Como sacerdote de la capilla junto al padre Carlos Bustos trabajó con los laicos, entre ellos Fátima Cabrera, catequista y alfabetizadora con quien estableció una relación para toda la vida.

A partir de 1974 la fraternidad sufrió detenciones, secuestros y deportaciones por su trabajo con sectores marginados. El 11 de octubre de 1976 fue secuestrado por un grupo de tareas de civil. Cuando advirtió que era sacerdote lo golpearon y le aclararon que “los romanos fueron muy civilizados con los primeros cristianos comparado con lo que te va a pasar a vos”. En cautiverio fue interrogado a golpes, quemado con cigarrillos y sometido al tradicional submarino. Luego de tres días desaparecido y gracias a la presión de la Embajada de Irlanda y de su orden, fue trasladado al tercer piso de la Superintendencia de Seguridad Federal, el sector clandestino del edificio que aún ocupa la Policía Federal y al que volvió durante una inspección ocular en 2008. “La intervención del nuncio y del Episcopado se limitó a tramitar su expulsión del país, sin referencia alguna al maltrato sufrido”, destacó Horacio Verbitsky en su historia de la Iglesia. Antes de exiliarse padeció la cárcel. La Iglesia que aún le permite al condenado Von Wernich oficiar misa en el penal de Marcos Paz le prohibió a Rice y a otros curas presos en la Unidad 9 de La Plata vestirse con ropa clerical y concelebrar la Eucaristía.

En 1985, tras quince años de sacerdocio, dejó los hábitos para casarse con Fátima. Tuvieron tres hijos: Carlos, Amy y Blanca, y se dedicaron a la militancia laica con los Hermanitos del Evangelio. “Sigo trabajando para una Iglesia que vive fielmente el mensaje sencillo y profundo del Evangelio, pero que ha sido traicionada en la historia reciente por miembros del clero y del Episcopado que debieron y deben cumplir su deber de sostener en alto este tesoro ante el pueblo de Dios”, escribió.

“Es una pérdida enorme”, afirmó Marta Vásquez, presidenta de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. “Hemos trabajado juntos desde 1981 en Fedefam y ha sido siempre el consejero, el secretario, el asesor... Realmente no puedo creer que no lo voy a ver más. Pienso mucho en Fátima y en los chicos. Patrick dedicó su vida a los derechos humanos, sociales y políticos, y desde que fue secuestrado tuvo una vida accidentada. Es muy difícil pensar que vamos a seguir sin él”, reflexionó con la voz quebrada. “Querido amigo Patricio: hasta pronto”, lo despidió.

“Ha sido un hombre consecuente en su militancia durante muchísimos años”, recordó Verbitsky, presidente del CELS, que tenía a Rice entre sus socios. “Primero como sacerdote, luego como miembro de una fraternidad laica, ha seguido militando por una transformación de la Argentina siempre en relación con los más desprotegidos. Forma parte de una generación que se entregó de cuerpo y alma, y ha sido de los mejores, de los más consecuentes”, destacó el periodista”.

“Fue un decidido luchador por los derechos humanos que padeció en carne propia la dictadura y nos dejó la memoria de su sonrisa en su español atravesado y su lucha por la paz detrás de las huellas de Carlos de Foucauld”, recordó Eduardo de la Serna, del Grupo de Curas en Opción por los Pobres. “Lo vi por última vez en la misa de Carlos Mugica. Llevó las ofrendas. Y ofrendó su vida para que la verdad, la justicia y la paz sean una realidad en nuestra patria”, agregó De la Serna, miembro de la comisión directiva del CELS.

“Es un golpe tremendo. Era un personaje querido, querible, inteligente, sano, de una pureza infinita, siempre con esa sonrisa increíble”, lo recordó Lita Boitano, de Familiares, organización a la que Rice representó en Fedefam desde el fallecimiento de Mabel Gutiérrez y que ahora integran sus hijos Carlos y Amy Rice, militantes de HIJOS.

“Sufrió la desaparición y la tortura durante el terrorismo de Estado por su compromiso solidario con nuestro pueblo pobre, que él había convertido en su propio pueblo”, recordó el pastor Arturo Blatezky, del Movimiento Ecuménico de los Derechos Humanos, donde también actuó como secretario.

“Es una pérdida enorme, no sólo por lo que significaba como militante, sino por lo que era como persona, como ser humano, siempre con una sonrisa y con ese castellano que hablaba perfecto pero con un dejo de irlandés”, recordó emocionada Taty Almeida. “Junto con Fátima vencieron todo, se sobrepusieron a las peores torturas y protagonizaron una maravillosa historia de amor”, agregó la dirigente de Madres.

martes, 6 de julio de 2010

“Es una cuenta pendiente”

Fermín Rivera, testigo en el juicio por la Unidad Penitenciaria 1

Ex preso político durante una década, Rivera hizo la denuncia que inició la causa hace ya 34 años. Relata la historia sobre la conformación de un verdadero campo de concentración y de exterminio.

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Fermín Rivera (a la derecha) se abraza con un ex compañero de cautiverio durante la dictadura.

Publicado (sin firma) en PáginaI12.

Treinta y un presos políticos de la Unidad Penitenciaria 1 de Córdoba fueron fusilados por militares del III Cuerpo de Ejército entre abril y octubre de 1976, cuando la cárcel se transformó en campo de exterminio. Fermín Rivera escuchó en cautiverio la promesa del general Sasiaíñ de ejecutarlos “lentamente”, vio morir a varios compañeros y denunció los crímenes en plena dictadura. El viernes, con Videla y Menéndez en el banquillo, comenzó el juicio por el que peleó durante 34 años. “Relatar el asesinato de entrañables amigos es terrible, doloroso, pero es una cuenta pendiente con mis compañeros y con la historia”, dice. Ex preso político durante una década, Rivera repasa la historia de quienes encubrieron delitos de lesa humanidad, advierte que “vamos a luchar por verdad y justicia hasta que alcance a todos los responsables”.

–Empezó el juicio por los fusilamientos de sus compañeros y usted hizo la denuncia original.

–Hace 34 años que hice la primera denuncia y ha habido cantidad de frustraciones. La primera fue en la cárcel de Sierra Chica en octubre de 1976 con el juez de Bell Ville, Eudoro Vázquez Cuestas. Yo estaba hemipléjico. Le relaté las golpizas, el aislamiento, los fusilamientos, y respondió que no tenía jurisdicción pero que debía informar de mi denuncia a las autoridades militares. Era una amenaza velada. Seguí denunciando sin que nadie me escuchara hasta enero de 1983, cuando por una medida de fuerza de los presos me entrevistó un juez de Rawson y se empezó a instruir la causa. La Justicia llega después de 34 años.

–¿Cuándo cayó usted?

–El 27 de agosto de 1974, a la semana de la toma de la fábrica de explosivos de Villa María. Andaba recogiendo las armas después de la retirada y me detuvo la Policía Federal. En La Carlota me torturaron 24 horas para sacarme información de dónde iba a llevar las armas. Me siguen torturando en Río Cuarto y me llevan a la cárcel. Ahí empiezo a recuperarme de las lesiones, aunque todavía tengo secuelas. Un juez me dicta la preventiva y a fines de 1974 llego a la penitenciaría de Córdoba.

–¿Cómo era el trato?

–La relación con las autoridades penitenciarias era muy buena. Eramos doce presos políticos. Recibíamos tres visitas por semana, 18 horas en total, más una visita privada. Podíamos trabajar, hacíamos artesanías que nos permitían autogestionarnos, nos daban comida para cocinar, estudiábamos, teníamos radio y televisión. Puede decirse que se respetaban los derechos humanos, al menos de los presos políticos.

–¿El cambio fue después del golpe?

–En diciembre de 1975. Ahí requisa la Policía Federal y nos secuestran todo: cuadernos, libros, lápices, radios. Sólo permiten una visita semanal cortita. Y el 24 de marzo la cárcel se convierte en un campo de concentración y exterminio: nos aíslan, cierran puertas y ventanas, nos dejan con lo puesto. Fueron seis meses sin bañarnos, sin afeitarnos, haciendo las necesidades en celdas colectivas, diecisiete en la mía. Tuvimos que abrir un hueco en la pared para tirar el orín y las heces al patio. A los que sobrevivimos nos trasladaron a Sierra Chica el 30 de septiembre. En mi caso con hemiplejia por los golpes.

–¿Golpes a cargo de militares?

–Sí, a partir del 24 de marzo hay golpizas cotidianas. El general (Juan Bautista) Sasiaíñ nos dijo: “Están todos condenados a muerte, pero no se hagan ilusiones: van a morir lentamente, de uno en uno”. Se fue y empezaron a golpearnos, todos los días, hasta dejarnos sin conocimiento, ensangrentados, sin enfermería ni nada. Cuando llegamos a Sierra Chica los guardias vomitaban del olor que teníamos. Tuvieron que darnos hasta calzoncillos y medias porque la ropa que llevábamos, hilos de frazada cosidos con agujas de hueso, no servía para nada.

–¿Qué fue de los guardiacárceles?

–Los militares tomaron la cárcel y se hicieron cargo de los presos especiales. Los guardiacárceles sólo abrían los candados. La relación previa con ellos y con los presos comunes permitió que todo se conociera en el exterior de la cárcel a medida que sucedía. La primera consigna que nos propusimos a partir del golpe fue sobrevivir. La segunda, hacer conocer lo que pasara, se consiguió por la solidaridad de guardias y presos comunes. Durante seis meses pudimos sacar todos los días relatos pormenorizados escritos en papel higiénico. Nuestras familias no podían recurrir a diarios y canales, pero lo mandaban al exterior, donde se armó un movimiento de solidaridad que derivó en visitas de Amnesty, la Cruz Roja y otras organizaciones. Eso fue vital para sobrevivir.

–¿Cómo fue enterarse de que los sacaban para fusilarlos?

–A partir de la visita de Sasiaíñ nos preparamos para lo peor, aunque quedaba la secreta esperanza de que algo extramuros nos salvara. Cuando sacaron al primer grupo de compañeros dijeron “despídanse porque no vuelven”. Al otro día nos enteramos de que habían sido fusilados y supimos que de un momento a otro nos tocaba. La de San Martín es una cárcel enorme, con bullicio permanente, pero cuando sentíamos las pisadas de los militares se producía un silencio aterrador. Sacaban a uno u otro, en el pasillo le ponían capucha, mordaza, y se preocupaban por decir “salen para no volver”. La intención era recordarnos que nos iban a matar, a tal punto que a uno de los hermanos De Breuil lo hicieron ver el fusilamiento de su hermano y lo devolvieron a la cárcel para que lo contara.

–¿Los llevaban a otros campos de concentración?

–En general, no. Lo que hicieron hasta 1982, cada vez que alguien del Ejecutivo visitaba el Tercer Cuerpo, fue seleccionar a unos treinta presos de distintas cárceles y llevarnos a La Perla o a La Rivera como rehenes, por si había un atentado. Tenían una tabla de conversión: si moría un oficial superior nos mataban a todos; si era oficial jefe, a veinte; subalterno, a quince; suboficial, a diez; y si era soldado, a cinco.

–¿Cuántos presos políticos hubo en la UP1?

–Al momento del golpe éramos ciento veinte en dos pabellones. Para fin de septiembre había otros dos pabellones repletos, unos doscientos más. La política de exterminio estaba dirigida a los presos anteriores al golpe, tenían la certeza de que habíamos participado en hechos armados.

–¿Recuerda cuántas veces declaró en 34 años?

–Muchísimas, recuerdo las más importantes. La primera, ante el juez penal de Olavarría después de llegar a Sierra Chica. Lo único que le interesó fue que las lesiones eran previas al traslado, del resto no escribió nada. Después Vázquez Cuesta, otro juez en Caseros, el de Rawson que inició el sumario y, ya en libertad, ante el juez federal de Córdoba. Cuando se empezó a instruir la causa aparecieron las leyes de punto final y obediencia debida. Muchos de los que se insurreccionaron con (Ernesto “Nabo”) Barreiro están ahora como imputados.

–¿Qué sintió al ver ante un tribunal a los asesinos de sus compañeros?

–No se puede describir la sensación. A todos los compañeros que mataron los conocí profundamente y cada denuncia fue para que no quedaran impunes. Sentí como que descargaba un peso enorme, un gran alivio, aunque la felicidad nunca es completa. Sabemos –y ellos saben– que no fueron los únicos (ejecutores) sino los más notorios.

–¿Tendrá un significado especial declarar frente a Videla?

–Si fuera por mí trataría de evitar declarar porque cada vez que uno habla de estas cosas reabre heridas. Relatar el asesinato de entrañables amigos es terrible, doloroso, pero es una cuenta pendiente con mis compañeros y con la historia. Si sobrevivimos fue para esto, para que no se repita esta barbarie y esta locura genocida.