En agosto de 1974, el Ejército fusiló a catorce
combatientes de la Compañía de Monte “Ramón Rosa Jiménez” del Ejército
Revolucionario del Pueblo, que se habían entregado tras el frustrado
intento de tomar el Regimiento 17 de Infantería Aerotransportada de
Catamarca. Los diarios de la época dieron cuenta de un “combate”; la
entonces presidenta María Estela Martínez de Perón felicitó a los
militares, y los abogados que denunciaron el fusilamiento fueron
asesinados o apresados durante años. Hoy, a las 9, a 38 años de los
crímenes, el Tribunal Oral Federal de Catamarca comenzará a juzgar por
la Masacre de Capilla del Rosario, como pasó a la historia, a los
militares retirados Carlos Carrizo Salvadores, Mario Nakagama y Jorge
Exequiel Acosta, quien ya fue condenado por delitos de lesa humanidad en
Córdoba.
El ERP planificó dos operaciones simultáneas para conseguir armas a
mediados de 1974. Los objetivos: la Fábrica Militar de Villa María, en
Córdoba, y el Regimiento 17. En la medianoche del sábado 10 de agosto,
dos jóvenes en bicicleta se toparon en Banda de Varela, a pocos
kilómetros de Catamarca, con un grupo de guerrilleros que se preparaba
para la operación. Los ciclistas alertaron a la policía, que llegó al
lugar en cuatro patrulleros. Se produjo entonces un enfrentamiento que
terminó con dos militantes muertos y dos policías heridos. El ERP ordenó
la retirada y sus militantes se dispersaron en tres grupos. Algunos
consiguieron autos y lograron volver al campamento base en los montes
tucumanos. Otros fueron detenidos en la ciudad y años después serían
condenados sin conocer al juez. El tercer grupo, al mando de Antonio
Fernández, del buró político del PRT-ERP, terminó aislado en las lomadas
de Capilla del Señor, en Collagasta, departamento de Fray Mamerto
Esquiú.
Cinco militantes que bajaron al pueblo a conseguir alimentos fueron
capturados y torturados para arrancarles información sobre sus
compañeros. Cuando las fuerzas de seguridad se acercaron al campamento
se produjo un enfrentamiento en el que murió un policía. Los jefes del
Regimiento 17 informaron al Tercer Cuerpo de Ejército, convocaron a
todos sus oficiales, e iniciaron un rastrillaje junto con la policía con
el fin de “aniquilar” a los militantes, según consta en el libro
histórico del regimiento. Cuando el abogado tucumano Mario Marca le
pidió al ministro de Gobierno Alberto del Valle Toro que intercediera
para evitar más muertes, el funcionario se comunicó con el coronel
Eduardo Cubas, jefe del Regimiento 17, quien le respondió que no había
posibilidad de diálogo porque el Ejército “salía con instrucciones de
aniquilar”. La orden la había dado el segundo comandante del Tercer
Cuerpo, general Antonio Vaquero. Marca fue detenido un día después y
estuvo nueve años preso.
Los guerrilleros resistieron, pero ante la superioridad numérica y
de poder de fuego de militares y policías depusieron las armas y se
entregaron. El mismo lunes 12 fueron fusilados. Los cuerpos fueron
trasladados en helicópteros y camiones a la morgue del cementerio
municipal, donde se los pudo ver con manchas de pólvora, infinidad de
impactos y huesos rotos. Las autopsias de tres médicos forenses
establecieron que “todos recibieron disparos certeros efectuados a corta
distancia”. Algunos fueron baleados en los brazos, ante “un gesto
defensivo reflejo”. El 20 de agosto, la flamante viuda de Perón,
presidenta de la Nación, felicitó a los militares por “la encomiable
actitud de arrojo y valor demostrado”, que “ha dejado sentado el
prestigio de la fuerza”. Entre los abogados que por esos días
denunciaron las torturas y ejecuciones estuvieron Ricardo Curuchet y
Silvio Frondizi, asesinados por la Triple A al mes siguiente. El ERP, en
tanto, decidió responder al “asesinato indiscriminado” con “una
ejecución de oficiales indiscriminada”. “Es la única forma de obligar a
una oficialidad cebada en el asesinato y la tortura a respetar las leyes
de la guerra”, informó desde la revista Estrella Roja.
Los guerrilleros fusilados en Catamarca eran Mario Héctor Lescano,
Juan de Olivera (Héctor Moreno), Rogelio Gutiérrez, José María Molina,
Luis Santiago Billinger, Carlos María Anabia, Raúl Eduardo Sainz, Juan
Carlos Lescano, Luis Roque López, Silverio Pedro Orbano, Roberto Domingo
Jerez, Rutilo Dardo Betancour Roth, Alberto Rosales y Hugo Caccivillani
Caligari. Cinco fueron enterrados como NN en el cementerio, el resto
fue devuelto gradualmente a sus familiares.
La causa se inició en 2004 a pedido de organismos de derechos
humanos de Catamarca y Córdoba, que reclamaron conocer la identidad de
los NN. El juez federal subrogante Pedro Navarro se declaró competente,
el Equipo Argentino de Antropología Forense realizó las exhumaciones e
identificó al santiagueño Rosales y a los uruguayos Betancour Roth y
Cacciavillani Caligari, ambos militantes tupamaros. Con la investigación
a cargo del fiscal Santos Reynoso, comenzaron a declarar militares,
policías y soldados. En mayo de 2009, el coronel retirado Nakagama se
convirtió en el primer detenido por la masacre. Con el grado de capitán,
en 1974 Nakagama era jefe de la sección morteros pesados del Regimiento
17. Siguió sus pasos Carrizo Salvadores, que entonces era asistente
personal del jefe del regimiento y que en 2004 llegó a ser jefe de
policía de Jujuy. Finalmente, fue procesado Acosta, que en 1974 tenía a
su cargo una compañía del regimiento y ya fue condenado por su actuación
en La Perla. En 2010, la Cámara Federal de Tucumán confirmó los
procesamientos y dictaminó que el fusilamiento era un crimen de lesa
humanidad y por ende imprescriptible.
El tribunal que a partir de hoy escuchará a 65 testigos lo integran
Juan Carlos Reynaga, Gabriel Eduardo Casas (camarista en Tucumán) y
Carlos Jiménez Montilla (juez del Tribunal Oral de Tucumán). Los
acusados llegan a juicio en prisión: Carrizo y Nakagama en Catamarca,
Acosta en el penal de Bower, en Córdoba. Están acusados de “homicidio
doblemente calificado por alevosía y por ser cometido como integrante de
una fuerza de seguridad”. Además del Ministerio Público Fiscal y los
abogados que representan a familiares, actuarán como querellantes la
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y la Fiscalía de Estado de
Catamarca.