lunes, 25 de mayo de 2009

“Fueron lacayos”

DIALOGO CON CARLOS O. LABOLITA
Por Diego Martínez

Carlos Orlando Labolita fue profesor de filosofía y pedagogía, militante gremial en Las Flores, y padeció la dictadura en carne propia: cuatro años preso en los penales de Marcos Paz y La Plata. A fines de 2005, después de ver en el juzgado de Azul al septuagenario general Pedro Mansilla, quien se negó a hablar sobre su hijo desaparecido, confesó al diario El Popular de Olavarría que sintió lástima por el represor. “Con los años uno entendió cosas que ellos no entendieron nunca. Fueron los lacayos de los verdaderos dueños de este país”, explicó.

–¿Qué espera del juicio?

–Espero justicia, esa cosa tan huidiza y ausente en la Argentina. Después de 32 años no estoy henchido de ilusiones, pero eso espero, nada más. Es lo que hay, como dicen los chicos.

–¿Sigue sintiendo lástima por Mansilla?

–En 32 años he pasado por toda la gama de sentimientos que se puede experimentar, tuve tiempo de revisar todo el inventario. Me dio lástima porque está viejo y tiene que hacerse el distraído, decir que no recuerda, aunque lo cierto es que está en su casa viendo TV con sus nietos. Al principio los hubiera querido hacer volar, pero pasa el tiempo y se va naturalizando todo.

–¿Volvió a militar después de la cárcel?

–No. Cuando se fueron los milicos, dejaron tierra arrasada, nadie quiso formar nada después de semejante experiencia. Seguí en la docencia pero, con un currículum que incluía cinco años en cana y un hijo muerto, al principio se me huía, era como mufa. “Lo que pasó, nos marcó a todos. Es algo que nos dejó medio vacíos y, por otro lado, llenos de conocimientos desagradables, sobre el papel del Estado, los políticos, la Iglesia. Nunca tuve demasiadas ilusiones con respecto al hombre, pero esto fue terrible, una experiencia nefasta. Más allá del compañerismo y la amistad en la cárcel, en el fondo fue negativo”, explica con voz serena.

“Hay algo que me alegra, que no sé si es correcto decir, aunque nunca fui políticamente correcto”, dice. “Me alegra que ellos me hayan considerado su enemigo. Es lo único que me queda como una especie de posgrado en Oxford. Si los enemigos del país, de la patria y de los trabajadores me consideran su enemigo... ¡caramba!, significa que no estoy tan errado.”

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