sábado, 4 de julio de 2009

Un fallo que dejó un gusto amargo

El tribunal de Mar del Plata absolvió al coronel Duret y condenó al general Mansilla a domiciliaria

Los jueces Alejandro Esmoris y Nelson Jarazo –Carlos Rosansky se pronunció en disidencia– le aseguraron la libertad a Duret, señalado como el secuestrador de Labolita, el amigo de Néstor y Cristina Kirchner. Cecilia Pando vociferó en las puertas del tribunal.

Por Diego Martínez
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El general Pedro Pablo Mansilla (77 años) fue condenado a prisión domiciliaria.

Uno fue absuelto, volverá a su casa. El otro fue condenado a prisión perpetua, pero también volverá a su casa. Así concluyó ayer el primer juicio por crímenes de lesa humanidad en Mar del Plata, por el secuestro, las torturas y el homicidio de Carlos Labolita. Los jueces Alejandro Esmoris y Nelson Jarazo consideraron culpable al general Pedro Pablo Mansilla, de 77 años, y absolvieron al coronel Alejandro Guillermo Duret, de 56, sin chances de aspirar al arresto domiciliario. El juez Carlos Rosansky, en disidencia, votó por la condena y la cárcel para ambos. La viuda de la víctima, que reconoció a Duret a la cabeza del grupo de tareas que allanó la casa familiar días después del secuestro, con Labolita encapuchado, torturado y descalzo, se desmayó al escuchar la absolución. Por la mañana Cecilia Pando reapareció y provocó incidentes.

“Es un golpe inesperado pero no estamos todavía en el suelo, podemos levantarnos”, se esperanzó Carlos Labolita padre, preso político entre 1976 y 1980. Duret “es un mal bicho pero tiene causas pendientes y va a caer”, confió. “Una sentencia tan crítica nos conmociona”, explicó su abogado César Sivo. “Duret no era un personaje secundario, era el dueño de Las Flores. No hubo elementos que pudieran generar dudas”, explicó, y calificó como “una burla” la domiciliaria para Mansilla.

“El juicio fue una gran parodia”, denunció tras el fallo Sara Derothier de Cobacho, titular de la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense. “Pero no termina acá. Vamos a apelar”, anticipó. “Las pruebas contra Duret no se valoraron como correspondía. En un juicio por tráfico de drogas o en un secuestro extorsivo, con pruebas similares termina en condena”, explicó el abogado Eduardo Rezses, de la Secretaría. “No puedo dejar de señalar que este fallo se produce a cinco días de las elecciones, con el resultado conocido y con lo que simboliza el caso Labolita en particular”, agregó, en referencia a la relación que entabló con Néstor Kirchner y Cristina Fernández en los meses previos al golpe de Estado.

La jornada arrancó con las últimas palabras de los imputados y provocaciones de la apologista del genocidio Cecilia Pando. Duret se definió como “un perseguido y encarcelado” (hasta ayer en Batán) y citó al rabino Sergio Bergman para remarcar que “los derechos humanos no son de derecha ni de izquierda”. Consideró que el juicio era histórico “por la confrontación de valores entre impunidad e igualdad ante la ley, entre venganza y justicia”. Mansilla dijo que “llevamos tres décadas y media tratando un tema que no tiene solución” y propuso “buscar la pacificación con especialistas”, no especificó en qué materia.

Pando no pudo ingresar a la sala, colmada por 180 personas, e insultó a los jueces cuando salieron. “Muchos jueces nos dicen que tenemos razón por las garantías que se están violando a militares pero no podemos hacer nada: están presionados, manipulados”, dijo horas antes de que el tribunal le tapara la boca. “Si quieren pacificar, ¿por qué no devuelven a los chicos apropiados?”, le preguntó una periodista. Pando prefirió no responder. Luego, sonriente y con un cartel de supuestos “terroristas”, intentó pasar en medio del centenar de personas, con lo que provocó la reacción de varios militantes que la insultaron y corrieron varios metros. Los jueces ya habían pasado a deliberar para emitir el veredicto.

Los imputados prestaban servicio en el Grupo de Artillería Blindado 1 de Azul, a cargo de Mansilla. Desde allí se ordenó la captura de Labolita, militante de la Juventud Peronista que en los meses previos al golpe de Estado compartió casa y luego pensión con Kirchner y la Presidenta. El 25 de abril de 1976, un mes después de la captura de su padre en Las Flores, decidió visitar a su familia. Media hora después se lo llevó la policía bonaerense, que registró su ingreso en la comisaría “a disposición del área militar 125”. Dos días después lo entregaron a la oficina de inteligencia del regimiento. La descripción física de la persona que lo recibió y ordenó encapucharlo coincidiría con la de Duret, que prestaba servicio allí. Días después un grupo de tareas de civil a cara descubierta allanó la casa de la familia. “Hace cinco días que estoy en la parrilla”, alcanzó a confesar Labolita, con las manos atadas, capucha y dificultades para caminar. La patota destruyó la casa. La esposa y la madre, ya fallecida, reconocieron a Duret como la persona que encabezaba el grupo. Recién tras la feria judicial, cuando se conozcan los fundamentos del fallo, se sabrá cómo hicieron los jueces para desbaratar las pruebas.

La lectura de la sentencia, a cargo de Esmoris, provocó emociones encontradas. Primero anunció la condena a perpetua de Mansilla por secuestro agravado por violencia, tormentos agravados por aplicarse a un perseguido político y homicidio calificado por alevosía. La alegría mutó en silencio cuando anunció la domiciliaria y en tristeza cuando informó la absolución de Duret. La tarde concluyó con un centenar de militantes tirando huevos contra el vidrio del tribunal, con el incendio de dos muñecos con trajes a rayas que representaban a los imputados y con los jueces que absolvieron a Duret retirándose cubiertos por escudos.

La de ayer es la cuarta sentencia por crímenes de lesa humanidad de 2009. Antes fueron condenados cinco represores de San Luis, el apropiador Víctor Rei y dos carceleros de Misiones. Es el tercer fallo en la provincia desde la reapertura de causas: antes fueron condenados Miguel Etchecolatz y el cura en actividad Cristian von Wernich. Duret es el tercer imputado absuelto por crímenes al amparo del terrorismo de Estado, dato que ratifica la independencia de los tribunales que conducen los juicios.

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