domingo, 11 de octubre de 2009

La votación de la calle

Festejos en la Plaza del Congreso tras la aprobación de la ley

Hubo festejos y abrazos cuando la pantalla mostró los 44 votos positivos. La radio abierta y las murgas se extendieron hasta la madrugada de ayer. La vigilia de la Coalición por una Radiodifusión Democrática había empezado a las cinco de la tarde del viernes.

Por Diego Martínez
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Plaza del Congreso, madrugada del sábado. Sobre el escenario, los miembros de la Coalición por una Radiodifusión Democrática, abocada desde hace un lustro a reemplazar la vieja ley de radiodifusión. En la calle, más de dos mil personas, firmes desde las cinco de la tarde. Desde la pantalla habla el senador Miguel Angel Pichetto. La Cámara se detiene en Julio Cobos. La plaza se irrita, lo llama compadre y le factura a su madre. 2.24 a.m. se anuncia la votación en general. Cuatro mujeres se abrazan. Cuenta regresiva en el reloj del Congreso. “44 votos positivos”. La multitud explota. Se acaba de aprobar en general la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

“¡Siete horas de aguante, compañeros!”, arenga la voz que inunda todo. Es medianoche, fresca, agradable. La multitud congregada al atardecer se redujo con las horas. Adentro se debate. Afuera hay radio abierta, música, rondas de mate, pibes que bailan candombe, murgas, parejas abrazadas, señoras en sillas de playa, pastores evangelistas y viejos peronistas con ganas de festejar.

“¿Página/12? La biblia de mi marido”, sonríe María Rosa Milesi, ex docente, dueña de una imprenta. “Vine a título individual en colectivos de CTA de Santa Fe”, aclara. “Esta ley la vamos a seguir construyendo durante veinte años. Es un paso clave para cualquier transformación”, explica. “Esta democracia, así como está, tiene algo jodido: no tenemos la palabra. Hay que redistribuirla”, advierte.

La transmisión, a cargo de las radios Gráfica y De las Madres, llega en vivo al país por la Red de Radios Comunitarias. Un camión oficia de estudio abierto. Una pantalla alterna imágenes de la plaza y de la sesión. Otros la siguen desde una carpa blanca.

“Debemos discutir qué país queremos y con los medios actuales ese debate es limitado”, explica el artesano Carlos Ferrari. “La palabra es el vehículo del pensamiento. Para quienes desean volver al pasado, esta ley no es necesaria. ¿Pero a quién representan los legisladores que se oponen? ¿Al pueblo o a las corporaciones?”, plantea.

“Cine Argentino presente”, apunta la bandera del Incaa. Por tamaño se imponen la JP, el Movimiento 26 de Julio, La Cámpora, la Martín Fierro, la corriente Felipe Vallese, el comedor Los Pibes, la Federación de Tierra y Vivienda, la agrupación Padre Mugica. “Esto se llama presión popular”, celebra el conductor.

“No soy kirchnerista pero apoyo esta ley. Creo que es un momento histórico”, confiesa Luis, contador. “Los monopolios no son nuevos pero en los últimos tiempos se volvieron más explícitos, la sociedad tomó conciencia de que manejan información que es del pueblo”, explica.

A metros de El Culebrón Timbal, pibes y pibas, veinteañeros, bailan sobre el techo de una pick up con banderas de la JP Evita. Por TV en blanco y negro se confundiría con una imagen de viejos bellos tiempos. “Redistribución de la información es redistribución de la riqueza”, explica el conductor. “¡Hoy no salieron las cacerolas!”, festeja.

“La ley de radiodifusión es un legado de la dictadura, una deuda de la democracia”, señala Marcela Fumale, que trabaja en medios alternativos e integra Carta Abierta en Venado Tuerto. “Allá no se puede hablar contra el campo. Los cables fueron monopolizados por Clarín, que fundió a los locales. Quien no paga no puede ver Canal 7 ni canales de Rosario. Los diarios están bancados por pools sojeros que controlan hasta las cartas de lectores. Por eso vine”, cuenta con orgullo.

Desde la pantalla el senador Ernesto Sanz despierta sonrisas. “Nuestro dictamen recoge lo mejor de la tradición radical”, afirma. El conductor de la transmisión lo pisa para refutarlo. “La comunicación no es un negocio, no hable de empresas, senador”, advierte. “Hay que saltar / hay que saltar / el que no salta / es radical”, cantan todos.

“Es un cambio de paradigma. Pasar de pensar la comunicación como negocio a pensarla como un derecho”, resume Verona, joven periodista. “Apoyo la ley porque nunca tuve la posibilidad de trabajar en un medio sin el riesgo de que me echen y no poder encontrar otro porque los dueños son los mismos; porque tengo amigos músicos sin trabajo que no pueden promover su música y realizadores que no pueden realizar”, explica.

En la pantalla una senadora denuncia que el portal de La Nación le hizo decir lo que no dijo. 1.48 a.m. arranca Pichetto. Por unos segundos nadie se mueve. La cámara toma el tablero del Congreso. “A favor: 44. En contra: 24”. El silencio muta en festejo. “¡Vamos, mierda!”, grita el cineasta Coco Blaustein. Todo es abrazos. “¡Patria sí, colonia no!”, corea la plaza. Se entona el Himno Nacional, pogo incluido, y con menos quórum la marcha peronista. Vuelve el baile y comienza el debate individual.

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