jueves, 28 de octubre de 2010

Con flores y mensajes de adiós

Miles de personas le rindieron espontáneamente homenaje a Kirchner

La Plaza de Mayo comenzó a poblarse a partir del mediodía y fue escenario de muestras de gratitud al ex presidente y también de bronca y dolor por su muerte. Hubo largas colas de personas con claveles y jazmines y expresiones de apoyo a Cristina Fernández.

Por Diego Martínez
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La gente dejó sus flores y sus mensajes en la valla ubicada frente a la Casa Rosada.

Escenario de puebladas, bombardeos, marchas de Madres desesperadas, discursos patrioteros, huidas de presidentes en desgracia, la Plaza de Mayo vivió ayer un día atípico. Las primeras horas fueron puro silencio. Miles de personas bajo el cielo celeste con las miradas perdidas, procesando la muerte del líder. El correr de las horas dejó fluir bronca, dolor, pero sobre todo gratitud y reflexiones de un pueblo que, a nueve años del “que se vayan todos”, se reconoce en proceso de transformación. Al anochecer la Avenida de Mayo vibró con miles de pibes para quienes “¡Néstor no se murió / vive en el pueblo / la puta que los parió!”, y que advierten a gritos: “Si la tocan a Cristina / qué quilombo se va a armar”.

–Me salió del alma venir –confiesa el Negro Gusti, laburante de una fábrica de plásticos de Laferrère–. Mi viejo fue monto, yo nunca milité, pero hoy siento que hay que estar, hay que apoyar el proyecto.

–La gente se define en los momentos críticos –advierte Francisco, sobreviviente de un centro clandestino y varias cárceles de la dictadura–. Algunos pensarán que hoy retrocedemos. No tiene por qué ser así. Hay dos proyectos, y uno sólo apunta a disputar el poder.

–En estos días se pone a prueba la madurez del pueblo –apunta Patricia, su esposa, docente–. Los argentinos fuimos siempre muy dependientes de los líderes. Ahora hay que mostrar que el proyecto y el poder están intactos.

La plaza comenzó a poblarse a partir del mediodía. Trapos y afiches debieron armarse de apuro. “Eva, Perón y Néstor, juntos en el cielo.” “Hoy muere el hombre. Hoy nace el mito.” El luto no opacó la creatividad: “Le pegaste al chancho, saltó el dueño. Tu mejor movida, lo demás es chamuyo”.

–No los voté pero voy a la plaza –confiesa en el subte una dama de fina estampa–. Hay que apoyar a esta mujer, no hay que dejarla en soledad.

A las tres de la tarde, con sol picante, la cola de personas con claveles y jazmines atravesaba la plaza. La mayoría copó las fuentes o se sentó en el pasto, con las miradas perdidas hacia el balcón de la Rosada.

–¡Hay que ser más peronista que nunca! –se cortó solo un morocho curtido, camiseta celeste y blanca de Mascherano.

Los Descamisados intentaron romper el hielo, entonaron la marcha peronista, cantaron a “Néstor, que desde el cielo milita conmigo”, pero no hubo quórum: la cola los miró con ternura, en silencio, igual que cientos de pibes, promedio treinta a sesenta años, mayoría de clase media, sentados en el pasto, con mate, puchos y unas pocas hierbas.

–Somos de Cristina, nos ayudaron mucho –explica Juan, que llegó con su mujer desde la villa de Retiro–. Yo era cartonero y conseguí trabajo bajo relación de dependencia. Mi vieja se pudo jubilar. Pensaba trabajar para la candidatura de Néstor. Todo mal.

–Siempre creímos en este gobierno –agrega Cloti, la esposa, rostro sufrido, un solo diente, militante de la Federación de Tierra y Vivienda.

–Siento mucha tristeza. Fue el único presidente que entró a nuestras villas y barrios, que vio nuestras necesidades –asegura Santa, así se llama, que llegó con su organización M-8 desde José C. Paz.

–Es terrible, doloroso, una gran pérdida. Habrá que remar –razona Juan Carlos, “jotapé de toda la vida”–. Con haber encanado a los milicos se había ganado mi respeto. Pero hizo mucho más. ¿El futuro? Confío en Cristina, que tiene mucha polenta, y sobre todo en la militancia.

Con el ingreso de La Cámpora la plaza se despabiló. Una pareja abrazada con calas en las manos no pudo contener el llanto. Pero las lágrimas fueron excepción. Primó la bronca contenida, muecas de desconcierto.

–Siento mucho dolor –confiesa una señora mayor y agrega: “Perdí a mis hijos: se exiliaron con la crisis de 2001. Mis nietos desde España me dicen ‘abuela, no te conozco’. La política debe reinsertar a la gente”, reclama, con una bandera argentina que le cubre el pecho.

Una breve incursión en la catedral, con más curiosos y turistas que feligreses, permite escuchar las últimas palabras de Jorge Bergoglio: “Padre, te pedimos que recibas en la morada de la paz a tu hijo Néstor”, que en vida se reivindicaba hijo de las Madres a las que la iglesia del cardenal cerró las puertas. Jorge Telerman parlotea indiferente.

A las siete de la tarde el clima de la plaza es otro. “¡Andate Cobos / la putá (acento en la A) / que te parió!”, corea un centenar. “Llora la gorda Carrió / el Colorado también / Néstor va a volver / con la JP”, cantan otros.

–Kirchner mejoró nuestra calidad de vida. Vinimos a despedirlo y a apoyar a Cristina –dice Luis, “apartidario” y comerciante de Berazategui.

–Los peores siguen, el que hizo algo se nos fue –masculla bronca Elena, ama de casa de San Martín–. Hay que defender el proyecto más que nunca porque se va a agudizar el ataque de los buitres.

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