Por Diego Martínez

--¿Recuerda la primera vez que
escuchó hablar de Abuelas?
--Debe haber sido a principios
de los '90, no tengo un recuerdo preciso. A mí me ubicaron en 1995 y el examen
positivo fue en 1997 así que debe haber sido en los años previos. En esa década
Abuelas no tenía una gran capacidad de difusión, no tenía las herramientas
actuales y el acceso a medios de difusión masivos, así que mi referencia era
muy poquita.
--¿Cómo fue la relación una
vez que supo su historia?
--Después de que conocí a mi
abuela y a mis hermanos empecé a ir a Abuelas. Era una necesidad mía, era el
lugar donde sentía que entendían lo que me estaba pasando. Recuerdo un lugar
pequeño, la sede histórica de calle Corrientes. Era todo muy extraño porque
nunca había sentido esa cercanía con gente que no conocía. Sin embargo fue
inmediato, no sólo con las abuelas sino con quienes trabajaban ahí: todos
conocían exactamente lo que me estaba pasando, mi historia. No hace falta que
te digan nada, sabés que ellos saben y eso no lo encontrás en otro lado. Desde
ese momento hasta hoy siempre fue muy especial ir a la casa de Abuelas. Hoy me
siento a le mesa con ellas, las escucho, las veo moverse, pienso en todo lo que
hicieron y en que dentro de cien años la historia va a seguir hablando de ellas
y me sigo conmoviendo.
--Es el primer nieto
recuperado que integra la comisión directiva de Abuelas. ¿Qué significa ocupar
ese lugar?
--Es una situación muy linda
que hayan decidido incorporar a un nieto. Me tocó a mí, obviamente es un mimo
enorme y a la vez es una responsabilidad que nos están planteando. El recambio
generacional tiene que ver con una lucha que se extendió en el tiempo y después
de 35 años necesitan que los nietos las ayudemos, las acompañemos, aprendamos
de ellas. Que hayan elegido a uno para estar formalmente dentro del estatuto de
Abuelas no sé en qué palabras ponerlo: me da mucho orgullo que lo hayan
decidido, que me hayan convocado para una tarea que en realidad no cambia la
práctica ya que siempre estuve cerca e hice todo lo que estuvo a mi alcance. La
decisión de que un nieto esté en la comisión directiva, aunque me resulta
incómodo decirlo porque soy yo, me parece una decisión sabia, por la necesidad
que plantearon de un acompañamiento generacional, que en algún momento será un
recambio ya que nos queda mucho por recorrer, faltan casi 400 nietos, así que
tiene mucho sentido que quienes recuperamos la identidad podamos acompañarlas.
--¿Cómo es estar en la cocina
de Abuelas, como son las reuniones de comisión directiva? ¿Lo dejan hablar?
--Sí (sonríe), igual no soy el
único nieto que participa de las reuniones. Participan otros y muchos no se
acercan por temas laborales o de distancia pero el que puede siempre está,
todos sentados a la mesa y participando, transmitiendo novedades o cosas por
hacer. Es una interacción que la grandeza de las abuelas permite que sea de
igual a igual. Eso lo valoramos mucho porque en definitiva quienes pasan a la
historia son ellas, y que nos permitan sentarnos, opinar, proponer y debatir
habla de un entendimiento sobre la necesidad de que nos formemos, aprendamos y
de que esta lucha continúa.
--Abuelas es noticia cada vez
que identifican nietos o nietas pero también hay exámenes de ADN que dan
negativo o abuelas que mueren sin haber encontrado a sus nietos. ¿Cómo se
sobrellevan esos golpes?
--Es muy doloroso cada vez que
se pierde una abuela, sobre todo cuando lucharon tanto y no llegaron a
encontrar a su nieto o nieta. La situación de los resultados negativos no se
plantea a diario porque son miles los análisis que se han hecho, todo el tiempo
se derivan casos al banco de datos genéticos del Hospital Durán y, salvo algún
caso puntual que se relacione con tal o cual historia, no hay una vivencia
directa de cada análisis. Recién cuando dan positivo se empiezan a entrecruzar
situaciones.
--¿Cuáles son los desafíos
actuales de Abuelas? El objetivo es claro pero qué más se plantean hacer para
alcanzarlo.
--Creo que lo logrado a nivel
comunicación es lo que permitió que la lucha de Abuelas no sea solitaria como
al comienzo sino que gran parte de la sociedad está atenta y recibamos todo el
tiempo gente que quiere colaborar o denunciar. El crecimiento de la conciencia
de lo que significar recuperar la identidad es uno de los desafíos a sostener:
seguir incorporando a la sociedad a esta lucha, ya que los nietos pueden ser
vecinos, parejas, amigos, están entre nosotros. Obviamente que el crecimiento
de la difusión en los últimos años está atado a una decisión política y la
cantidad de chicos que se acercaron buscando su identidad no hubiera sido
posible sólo con la voluntad de Abuelas; fue también por la responsabilidad de
un Estado que decidió participar a nivel comunicacional. A futuro hay que sostener
eso y seguir incorporando elementos para la búsqueda. Abuelas empezó buscando
bebés, después niños, adolescentes y hoy adultos, que en muchos casos son papás
o mamás. En este momento estamos empezando a trabajar para que el mensaje de la
búsqueda sea comprendido por la generación de los bisnietos, nacidos en muchos
casos en 2000, como mi hija. Si no me hubiesen encontrado ella tendría hoy una
identidad falsa. El daño de la dictadura se sigue produciendo sobre esos niños
que viven con una identidad que no es suya. Por eso trabajamos con escritores
de cuentos de niños, con Paka Paka, elaborando contenidos que sirvan de
disparador para que su mamá o su papá se animen a buscar y se den cuenta de que
no hacerlo es también transmitir la incomodidad que sienten a sus hijos. Al
mismo tiempo tratamos de que el aporte sea colectivo y superador, ya que el
objetivo no es sólo encontrar a los nietos sino que la generación de los
bisnietos crezca entendiendo y valorando el sentido de la identidad.
--¿Cuál es la principal enseñanza que le dejaron
estos años en Abuelas?
--Las abuelas me enseñaron el
valor de la verdad, lo necesaria que es la verdad vinculada al origen de la
persona. A partir de ahí todo lo que venga estará condimentado con algo sano,
porque nosotros hemos crecido con una historia y una identidad que no eran
nuestras y entonces todo lo que se construyó en esa vida casi que no
corresponde. Ese pasado es parte de nuestra vida pero a partir de que nos
encuentran es difícil acomodarlo, me cuesta mirar esos años que viví con otra
identidad, construyendo una vida que nunca debió haber pasado, y cuando lo hago
veo a otra persona, es extraño. Hoy lo veo desde el lugar de la verdad. Por eso
destaco el valor de la verdad. A partir de ahí construís una vida mucho más sana,
porque cada uno decide qué hacer, cómo recuperar su nombre. Es como volver a
empezar.
--Recuperó la identidad en 1995, lleva casi la mitad
de su vida luchando por verdad y justicia...
--Sí, todavía viví más años
con la identidad impuesta por la dictadura que con la mía.
--La pregunta era ¿Cómo imagina esta lucha dentro de
diez o veinte años?
--Espero que para ese tiempo
hayamos encontrado a todos los nietos, pero bueno, lo que imagino es una
situación en la que vamos a sostener las banderas que han ganado las abuelas.
Vamos a sostener la misma lucha de las Abuelas aunque obviamente no las vamos a
poder reemplazar. Quedará en nosotros la responsabilidad y la capacidad de
sostener a Abuelas sin las abuelas. Está claro que hay una relación directa por
haber recuperado la identidad pero que no somos las abuelas, por eso deberemos
armarnos de fuerza y de las herramientas que sepamos construir. El gran camino
lo han hecho ellas y el objetivo está claro, nosotros tenemos que sostenerlo.
El desafío es mantener lo logrado.
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