domingo, 28 de abril de 2013

Represión en el Hospital Borda



HUMBERTO HERRERA, DEL TALLER PROTEGIDO 19

“Los internados estaban consternados”

Por Diego Martínez

“Nunca imaginé que tendría que ver esa imagen. Es muy difícil de elaborar y de procesar.” La imagen: cientos de policías pertrechados para la guerra repartiendo palos, gases y balas de goma contra enfermeros, médicos, pacientes y periodistas. Quien no sale del asombro es Humberto Herrera, carpintero que desde 1989 enseña(ba) su oficio en el Taller Protegido 19 del Hospital Borda, demolido el viernes por el gobierno porteño para concretar el sueño de Mauricio Macri de construir allí un centro cívico.


Humberto llegó antes de las siete de la mañana y se encontró con un escenario impensado. “Estaba todo cercado por la infantería. Habían abierto el portón que da a la calle Perdriel, lo rompieron porque estaba soldado. Por compañeros supimos que habían entrado operarios, que estaban adentro y ya habían sacado algunas cosas al parque”, relató. “Había una enorme cantidad de policías, un cordón que va desde el paredón de Perdriel hasta la Unidad 20. Es que hace falta mucha gente, son dos hectáreas las que el gobierno quiere tomar”, explica.


“Empezamos a convocar y de a poco se fueron juntando trabajadores del Hospital y de organizaciones. Como sabíamos que el taller estaba protegido por medidas judiciales, pedíamos que se presentara un responsable del operativo y mostrara qué autorización tenía. Pero no nos permitían ingresar, tampoco a los periodistas. Se producen los primeros forcejeos y esta gente reacciona violentamente, empiezan los palos, empujones, con mucha agresividad, y se producen cuatro o cinco avanzadas de la infantería hacia los trabajadores tratando de hacernos retroceder”, relató. “Cuando llegan los primeros legisladores y muestran sus credenciales, primero no los dejan entrar, después consiguen una entrevista con alguien que admite que no tienen autorización y que tienen que retirarse. Les dan un plazo de diez minutos, y ahí empezamos a ver a través del cordón de infantería cómo se derrumbaba la construcción”, recordó Herrera.

–¿Los pacientes ven la demolición de su taller?
–Sí, hay pacientes que a esa hora están afuera de los pabellones. Algunos tienen actividades en instituciones como los talleres protegidos, pero otras implican trasladar elementos, actividades cotidianas del hospital. Además los pacientes andan con cierta libertad, no están encerrados. Los internos estaban consternados, no entendían bien qué estaba pasando. Hay distintos estados por los que atraviesan los pacientes. Esas patologías tienen mucho que ver con el registro de la realidad que se vive, pero en general todo el mundo estaba consternado.

Herrera trabajaba en la rehabilitación de internos: enseñaba en el edificio demolido a fabricar muebles para hospitales y reparticiones públicas de la ciudad. "Desde que se deshabilitó el Taller 19 estaba en otro edificio haciendo trabajos de mantenimiento y producción, sin pacientes todavía. Algunos que estaban en condiciones de salir fueron a otra sede, otros perdieron la continuidad del tratamiento. El nuevo taller está activándose lentamente y no reúne las condiciones que el gobierno dice, hay muchos problemas por el ruido y no hay espacio para que funcione un taller de carpintería y herrería. El típico taller 19 es dificultoso que pueda volver a funcionar", advierte.

--¿Imaginó algún vez a la policía reprimiendo en el Borda?

--No, nunca imaginé que tendría que ver esa imagen. Es muy difícil de elaborar y de procesar. Nosotros teníamos nuestra actividad en el taller pero además participábamos de actividades en todo el parque del hospital. Frente al 19 hay otro predio que el gobierno toma que es una cancha de fútbol donde se hicieron campeonatos y vinieron figuras célebres. Hay actividad artística con el Frente de Artistas, es inconcebible que pase todo esto es un lugar donde hay tanta vida. Si tenemos en cuenta toda la vida interna de un hospital psiquiátrico, no se está perdiendo sólo el dispositivo del taller protegido, hay muchas otras actividades altamente perjudicadas.

Herrera repasa de memoria algunas pérdidas provocadas por las palas mecánicas y se detiene en una obra artística. "En esa parte del predio quedó un elefante hecho con papel mayé. No sabemos qué van a hacer, es una obra de arte. Este operativo avasalló con todo, incluso en TV se puede ver que todas nuestras pertenencias y herramientas quedaron tiradas a la intemperie. Es que estaban de algún modo protegidas en el edificio. Sacamos cosas personales pero el resto no porque estaba bajo el amparo de una medida cautelar, nadie podía tocar nada. La diferencia es que el gobierno violó una decisión de la justicia mientras nosotros estábamos a la espera de una resolución armónica y civilizada".



PABLO VILLAN, FOTOGRAFO. UNO DE LOS PERIODISTAS AGREDIDOS
“Tiraban a mansalva”

La represión de la Policía Metropolitana no reparó en enfermeras, pacientes y tampoco en periodistas. Pablo Villán, fotógrafo del diario Crónica, fue uno de los 16 cronistas y reporteros gráficos que se contabilizaron entre las víctimas. Consultado por Página/12, contó que durante los siete años en Crónica le tocó cubrir varios episodios de violencia pero nunca había visto “a la policía tirar a mansalva a todo lo que se mueva”.

“Cuando llegamos con un cronista la policía no nos dejaba pasar. Unos enfermeros y médicos metieron presión hasta que entramos todos, serían las diez y media. El clima era muy tenso. Ya los compañeros de ATE y CTA junto con los trabajadores del lugar denunciaban enfrentamientos. Media hora después empezó el foco en el que tuve el accidente”, contó.

“Primero veo que la infantería se forma y agarran a una enfermera, una mujer con un bastón, y se la llevan para atrás entre cinco policías, incluidas varias mujeres. Veo a mi compañero filmando con el celular, me acerco para hacer la foto y me agarran desde atrás, me zamarrean, me tiran al piso. Primero un policía, después dos o tres más, todos con chombas de la Metropolitana. Ahí me doblo y me esguinzo el tobillo”, recuerda. “Mientras me zamarrean levanto los brazos para que me dejen y en ese momento alcanzo a ver a fotógrafos de La Razón y Télam, les pido que saquen fotos, y ahí me dejan y alcanzo a ver cómo se llevan a la enfermera. No le logro hacer la cara pero sí cómo la arrastran entre cuatro o cinco, uno de cada mano y de cada pie”, relata.

Villán recordó que “después hubo varios focos de violencia hasta al menos las dos de la tarde”. Cuando con otros fotógrafos intentaron ubicarse detrás de los policías, uno les dijo “no pueden”. “¿Cómo que no se puede? Nunca lo había escuchado en mi vida. Pero no respondió nada, sólo dijo ‘váyanse’. No le dimos bolilla y seguimos trabajando, tratando de cuidarnos porque la represión era a mansalva”, apuntó.

Entre las imágenes que quedaron grabadas en la mente del reportero recordó a “varias mujeres, enfermeras, doctoras o psicólogas, muy nerviosas, intentando trasladar a pacientes desencajados a lugares seguros”. “También hice la foto de un chico que, mientras se hacían asambleas, estaba tirado en el pasto, pensando, como en otro mundo.” “Escuché a la tarde a Macri diciendo que eran todos activistas pero la verdad es otra: yo vi gente que estaba trabajando y que llamaba desesperada a sus colegas de otros hospitales”, destacó. Villán, de 35 años, siete como trabajador del diario Crónica, apunta que le tocó cubrir episodios de violencia pero “ver a la policía tirar a mansalva a todo lo que se mueva, no”. “Estuve en el Parque Indoamericano, fue más jodido pero sin policía de por medio”.

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