RECLAMO PARA QUE TRES REPRESORES CUMPLAN SU CONDENA EN UNA CARCEL COMUN
El fiscal Félix Crous hizo su alegato en el juicio a los jefes de los centros clandestinos Mansión Seré, de Morón, y La Cueva, de Mar del Plata. Recalcó que los acusados mantienen oculto el destino final de las víctimas.
“Larga vida en una cárcel común”, deseó y pidió el fiscal federal Félix Crous ayer, durante su alegato ante el Tribunal Oral Federal Nº 5, para los jefes de los centros clandestinos Mansión Seré y La Cueva de Mar del Plata. Luego de una prolija acusación, Crous solicitó prisión perpetua para el coronel Pedro Alberto Barda y 25 años de cárcel para los brigadieres César Comes e Hipólito Mariani. Recordó que “siguen siendo torturadores” por ocultar el destino final de las víctimas a sus familias. Los abogados querellantes, que habían cuestionado al fiscal por no pedir que se revoquen las excarcelaciones de los brigadieres, ayer lo felicitaron.
Barda, de paso corto y señorial bastón de empuñadura dorada, llegó temprano. Los brigadieres, de impecable porte para sus ochenta abriles, ingresaron poco antes que los jueces y por la misma puerta. El único amigo que fue a acompañarlos se ligó un reto por golpear el blíndex para que lo vieran y no se sintieran tan solos. Los imputados no conocen aún la cárcel: Barda está preso en su casa y los pilotos, excarcelados.
Crous detalló los secuestros por los que se juzga a los jefes de Atila, como los guardias llamaban a Mansión Seré. Mariani tomó notas igual que su abogado José Garona, un histórico de la Fuerza Aérea que defendió al brigadier Orlando Agosti en 1985. Comes sacó la birome, pero desistió pronto. El relato del fiscal, un rompecabezas construido por un laborioso equipo de trabajo, no logró atrapar a todos los jueces. Guillermo Gordo y Ricardo Farías se dispersaron seguido e intercambiaron infinidad de papelitos con mensajes.
Mariani y Comes comandaron las bases de El Palomar y Morón, y fueron en 1977 y 1978 jefes de la Fuerza de Tareas 100, creada para cumplir “funciones antisubversivas” en zona oeste, incluida Castelar, donde funcionó Mansión Seré. “Haber estado allí es en sí una tortura”, destacó Crous. Se los juzga como autores mediatos de una docena de secuestros y tormentos, más la desaparición de Juan Carlos Brid. Garona intentó desviar la atención al área de inteligencia, pero son demasiadas las menciones a las bases.
“¡Palomar! ¡Morón! ¡Se escapó un paquete, manden gente!”, fue el pedido que los cautivos escucharon tras la fuga de 1978. “Atila a Palomar”, gritaban por radio. Desde allí también llegaba la comida. “¡No entré a la Fuerza Aérea para esto!”, rezongó un cordobés. Varios estudiaban en la Escuela Aérea de Córdoba y relataron que los obligaban a “hacer extras” allí. Usaban platos, frazadas y toallas con insignias de la Fuerza Aérea. Hasta una prostituta que se negó a participar de una orgía en la base de Palomar fue trasladada a Mansión Seré y violada por la patota. Cuando el amigo de los brigadieres escuchó que obligaban a rezar el Padrenuestro a latigazos, dio media vuelta y se fue con la cabeza gacha.
Barda fue el máximo responsable de la represión en Mar del Plata, donde comandó La Cueva, que funcionó en la Base Aérea. Se lo juzga por los homicidios de Jorge Candeloro, abogado laboralista y militante del PCR torturado hasta la muerte, y de Analía Magliaro, que tras su paso por El Vesubio y la comisaría 34ª porteña fue trasladada en avión hasta la pista del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601. Allí la recibió el capitán Fortunato Valentín Rezzet, aún libre e impune. Poco después fue asesinada en un tiroteo fraguado. “Tan lejos llegó la perversión y el sadismo que hasta tergiversó la conducta de las víctimas al momento de perder la vida”, recordó Crous en referencia a Barda, que no conforme con simular enfrentamientos para justificar crímenes sindicó a las víctimas como colaboradores. El fiscal pidió que se investigue a Rezzet y al brigadier Miguel Angel Osses, superior inmediato de los brigadieres.
“Mariani y Comes son hoy y aquí torturadores, porque callan el destino del cuerpo de Brid, y negar esa información es una tortura para sus familiares. Barda también es un torturador porque calla el destino de Candeloro a su compañera”, concluyó Crous.
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