La líder de la Coalición Cívica no apareció en el bunker. Adrián Pérez, su candidato a vice, salió a explicar que “la ciudadanía no nos ha votado” y felicitó “a la fórmula ganadora”. Ni siquiera Patricia Bullrich, candidata a diputada, estuvo ante la prensa.
Cuatro años después de anunciar que la Coalición Cívica era “la segunda fuerza nacional” detrás del Frente para la Victoria, Elisa Carrió hizo ayer la peor elección de su vida como dirigente. La chaqueña obtuvo veinte puntos menos que en 2007 y al cierre de esta edición se ubicaba en el sexto lugar entre los candidatos presidenciales, con un 3,3 por ciento de los votos, la misma cifra que consiguió María Eugenia Estenssoro en la elección porteña. El clima de anoche en el bunker de la Coalición Cívica combinó tristeza con impotencia, al punto que Carrió prefirió no dar la cara. Fue Adrián Pérez, candidato a vice, quien pasadas las diez de la noche salió a reconocer la derrota y a felicitar “al Gobierno” y a “la fórmula ganadora”, sin nombres propios. Rodeado por un puñado de dirigentes, ante las notorias ausencias de candidatos y referentes como Patricia Bullrich, Alfonso Prat Gay o Mario Llambías, el lilito elogió la reforma política que permitió las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, dijo que “nos permitió como nunca difundir nuestro mensaje” y admitió que, a diferencia de 2007, no tenían ningún faltante de boletas que denunciar. “El problema hoy fue otro: la ciudadanía no nos ha votado.”
Carrió fue la última presidenciable en ingresar al cuarto oscuro. Al salir, calificó las Primarias como “un amistoso en términos futboleros”, aunque admitió que no sabe de fútbol. Aseguró que cualquiera fuera el resultado se sentiría “en paz y feliz”, pronosticó un lento recuento de votos y recomendó a la ciudadanía “que no digan lo que votaron, para garantizar la paz del escrutinio”. Cuando le preguntaron si había detectado irregularidades, destacó que estaba “todo en paz, todo maravilloso, todo lindo... qué sé yo, estoy bárbara, con la felicidad de haber hecho todo lo que tenía que hacer”. Anunció que se iría a almorzar y a dormir la siesta “con camisón y Padrenuestro”. “Es sagrada”, aclaró.
Cinco minutos después del cierre de la votación, Pérez se asomó ante los periodistas en el Hotel Savoy. Al mejor estilo Scioli, dijo que era “optimista en que la ciudadanía nos acompañe”, pero advirtió que había “muchas fuerzas políticas”. “Hicimos la campaña que queríamos hacer, recorrimos todo el país”, agregó, y prefirió no difundir bocas de urna ni blanquear expectativas. Durante las tres horas siguientes, los cívicos no se dejaron ver. Hubo empanadas, sandwiches, bocaditos de alta gama, notebooks para pasear por Internet, todo menos voceros de la Coalición. Ni dirigentes, ni banderas, ni militantes, ni juventud, ni simpatizantes. Sólo periodistas, reporteros gráficos, mozos y mozas almidonados.
A las 21 se conoció la primera cifra oficial: 2,97 por ciento. Mientras hablaba la Presidenta apareció el primer (y último) puñado de señoras tristes. Los cronistas arriesgaban títulos de Carrió: “Fraude en todo el país” o “El cincuenta por ciento no votó al gobierno”. Cuando trascendió que hablaría Pérez, un periodista propuso dejarlo solo. No hubo quórum. El lilito entró rascándose la nuca, con sonrisa de azafato y la piel inmaculada. “Primero quiero felicitar y agradecer la amplia participación ciudadana”, valoró. Repitió que “hicimos la campaña que queríamos hacer, recorrimos el país como nunca”. Celebró que “fue una campaña sin mayores agresiones” y que “la decisión de la reforma política, que nos permitió como nunca difundir nuestro mensaje”. Las señoras aplaudieron. Pérez acomodó los dos micrófonos y fue al grano: “Somos una fuerza que siempre valoró la verdad, y la verdad es que no ha sido una buena elección; la ciudadanía eligió otras opciones y respetamos absolutamente la voluntad ciudadana”. Felicitó “al gobierno nacional”, recordó que “fuimos claramente opositores desde la convicción” y anunció que hoy habrá conferencia de prensa de Carrió y la mesa nacional de la CC.
–¿Por qué Carrió decidió no venir? –preguntó un cronista.
–No decidió eso. Esperamos todos los resultados puestos para que hable Carrió y la mesa nacional –repitió, y el puñado de dirigentes que lo acompañaba partió a paso lento, en clima de caravana fúnebre.
La derrota de ayer fue, por lejos, la más dura en la carrera de Carrió. En 2003, cuando Menem se bajó del ballottage, fue quinta, con 2,7 millones de votos, el 14,14 por ciento del padrón. Entonces disputaba el voto de centroizquierda con Kirchner, a quien dijo que apoyaría en segunda vuelta. “Entre el mal absoluto y el mal menor, no tengo dudas”, dijo. Al día siguiente reiteró su certeza sobre el camino inexorable a la Presidencia y celebró haber superado “una bisagra histórica: tenemos una mujer con casi 3 millones de votos”. “La otra etapa es aceptar que será presidenta”, dijo con razón, aunque no sería sino CFK. En 2005 hizo una buena elección en la Ciudad (segunda detrás de Macri). Dos años después, tras la fractura del ARI, volvió a competir por la presidencia y aumentó su caudal: 23,04 por ciento contra 45,3 de CFK. “La Coalición Cívica se ha constituido en la segunda fuerza nacional”, anunció. En 2009, aliada con radicales y socialistas, su derrota pasó desapercibida por la del kirchnerismo, aunque la advertencia del electorado fue clara. Incluso en la Ciudad, donde venía de sacar un 36 por ciento, pagó caro haber colocado a Prat Gay como cabeza de lista y fue tercera con 19 puntos. Los 3,3 por ciento de Estenssoro este año confirmaron una caída sin retorno. Resta ahora saber si la diáspora de la Coalición Cívica será inmediata o posterior a octubre.
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