viernes, 7 de noviembre de 2008

Al “mago” se le acabaron los trucos

DETUVIERON A UN REPRESOR QUE ESTABA PROFUGO
Por Diego Martínez
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Claudio Orlando Pittana, alias “Fafá”.

Hace un cuarto de siglo hizo sus últimos trabajos sucios en la ESMA. Hace poco más de una década, tras el asesinato de José Luis Cabezas, trascendió que era jefe de custodios de Alfredo Yabrán. Hace tres años el fiscal federal Eduardo Taiano solicitó su captura, que el juez Sergio Torres ordenó en marzo pasado. Hace menos de dos meses, la Unidad Especial para la Búsqueda de Personas publicó su foto en los principales diarios del país y ofreció una recompensa de cien mil pesos. Ayer, en la calle Jaramillo del barrio de Saavedra, miembros de la misma Policía Federal en la que se formó como suboficial pusieron fin a su libertad y a su impunidad. Claudio Orlando Pittana, que integró el sector de operaciones del más célebre grupo de tareas de la Armada desde 1978 hasta su disolución, pasó su primera noche tras las rejas. Con su captura, cuatro días después de que la misma fuerza detuviera al mayor Jorge Antonio Olivera, la cifra de represores prófugos se reduce a 39.

La única imagen conocida del ex cabo, con uniforme y bruto bigote reglamentario, la tomó Víctor Melchor Basterra durante su cautiverio en la ESMA, a principios de 1982. Según el dossier que el CELS publicó en los ’80 con el testimonio y las imágenes que el obrero gráfico Basterra logró sacar del centro clandestino, Pittana utilizaba el alias “Fafá” y los sosías Roberto Mario Erhardt y Juan Manuel Bravo, era un excelente tirador y, según sus propios dichos, jugaba al rugby en el club Pucará.

Según el dictamen elaborado en octubre de 2005 por el fiscal Taiano, el falso mago Fafá secuestró y mató como miembro del Grupo de Tareas 3.3.2 entre 1978 y 1983. El 21 de noviembre de 1978 a la madrugada participó del secuestro de Carlos Muñoz, que sobrevivió para contarlo. Ese mismo mes, en la esquina de Rivadavia y San Pedrito, masacró a Daniel Vázquez, que antes había recibido un escopetazo por la espalda. Al verse cercado, el Ñato Vázquez arrojó una granada, que no lastimó a nadie. Estaba en el piso, herido, cuando Pittana se acercó y le vació el cargador de su nueve milímetros en la cabeza, según declaró Muñoz durante el Juicio a las Juntas. A principios de agosto de 1979 integró la patota que secuestró a la familia Villaflor y fue el encargado de entregar a sus abuelos a una niña de dos años y medio capturada junto con sus padres. A principios de 1982 fue el autor del disparo que hirió de muerte a Julio Jorge Villar, que pasó sus últimos días en la ESMA y continúa desaparecido.

Según un informe atribuido a la Secretaría de Inteligencia publicado tras el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas, Pittana era entonces jefe de la custodia de Yabrán. El documento que la prensa publicó en mayo de 1997 lo ubicaba como cabeza del círculo más cercano al grupo íntimo del empresario, tareas que habría desempeñado como miembro de la empresa Brides. El nombre de la firma es en honor a las “brigadas de la ESMA”, que también aportó a la seguridad del sombrío cartero a célebres torturadores como Jorge Acosta o Adolfo Donda. A fines de los ’90 solía frecuentar mesas ultramenemistas como custodio del Joaquín Alonso, ex director del Banco Nación y jefe de gabinete de la SIDE.

A principios de marzo se ordenó su detención. El 7 de abril se convirtió en el séptimo prófugo de la causa ESMA junto al capitán Jorge Vildoza, los prefectos Jorge Díaz Smith y Gonzalo Sánchez y los policías Roberto González, Juan Carlos Linares y Pedro Salvia. Con su caída la lista de represores que burlan a la Justicia se redujo a 39. Incluye desde expertos como Vildoza, con paradero desconocido desde 1987, hasta el teniente Roberto Bravo, fusilador de la Base Zar en 1972 con orden de detención desde febrero. Luego de que Página/12 informara que Bravo es dueño en Florida de RGB Group, que provee de servicios al Pentágono, Interpol le solicitó al juez federal Hugo Sastre que le traduzca al inglés las pruebas en su contra, tarea que ya lleva nada menos que siete meses.

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