viernes, 4 de abril de 2008

“Laucha” Corres quedó en la jaula

INTERPOL DETUVO AL JEFE DE GUARDIA DE LA ESCUELITA, EL CENTRO CLANDESTINO DE BAHIA BLANCA

Durante un año y medio consiguió burlar a la Justicia. Pero Interpol lo atrapó ayer al mediodía. “Laucha” Corres administró la picana en el centro clandestino La Escuelita, de Bahía Blanca, según declaraciones de los sobrevivientes.

Por Diego Martínez
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El represor Julián Oscar Corres durante su declaración en el Juicio por la Verdad bahiense.

Luego de burlar con éxito a la Justicia y a las fuerzas de seguridad durante un año y medio, Interpol detuvo ayer al mediodía al teniente coronel retirado Julián Oscar Corres, “jefe de guardias” del centro clandestino La Escuelita de Bahía Blanca, según admitió ante la Justicia, y administrador de la picana eléctrica bajo el alias Laucha, según declaraciones de sobrevivientes que recién en 1999 conocieron la identidad del torturador. Una denuncia de Corres ante la Cámara de Casación logró en el año 2000 interrumpir para siempre el Juicio por la Verdad bahiense.

“Todos eran jodidos pero él además gozaba. Después de las sesiones de tortura se acercaba, se identificaba como Laucha y decía ‘me calentás, ahora voy a tocarte’”, relató Patricia Chabat durante el Juicio por la Verdad. Cuando Corres admitió que usaba ese apodo, Chabat confesó que hacía veinte años quería ver “si tiene ojos y manos como cualquier ser humano” y dio el visto bueno para enfrentarlo en un careo. La mujer no le sacó la vista de encima. Corres no pudo mirarla más de dos segundos. “Hago uso de mi derecho, me abstengo de declarar”, dijo impávido y se retiró insultado. “Tengo una sensación extraña –contó ayer Chabat a Página/12–. No estoy contenta, no es la palabra. Espero que lo indaguen, que lo juzguen con todas las garantías y que no le joda la vida a nadie más. Es joven, al menos no tendrá prisión domiciliaria”, agregó.

Cordobés, rubio, tez blanca, ojos claros, clase 1952, Corres egresó del Colegio Militar a fines de 1974, con especialización en inteligencia. Fue destinado al Regimiento de Infantería de Montaña 21 en Las Lajas. Luego de una comisión en Tucumán, en octubre de 1975 llegó con el grado de subteniente al Cuerpo V bahiense. Fue destinado al Departamento II Inteligencia que encabezaba el coronel Aldo Mario Alvarez (el prófugo de la Justicia con agencia de seguridad propia que denunció Página/12), secundado por el teniente coronel Walter Bartolomé Tejada y el mayor Osvaldo Lucio Sierra, ambos libres e impunes.

Su primera misión fue infiltrarse entre los estudiantes de la Universidad Nacional del Sur, copada desde febrero de 1975 por los matones del diputado Rodolfo Ponce contratados como “personal de seguridad” por el interventor Remus Tetu. Para cumplir la misión guardó el uniforme, compró varios jeans, se dejó crecer la melena y los bigotes, aunque nunca perdió el corte militar. Los asesinatos de la Triple A de Bahía Blanca, con consentimiento cuando no participación de militar, siguen impunes.

El ginecólogo Alberto Taranto, ex oficial de reserva castigado con cinco días de arresto por negarse a atender enfermos en La Escuelita, contó ante la Justicia una anécdota que pinta al personaje. Frente al cadáver desnudo y ametrallado de una mujer joven asesinada en un tiroteo fraguado después de semanas de cautiverio, abandonado el cuerpo en una bañera del Hospital Militar, Corres le preguntó: “¿Qué te parece de atrás? Yo salí con ella cuando me infiltré en la UNS”.

Oscar Meilán nunca olvidará la voz ronca del suboficial Santiago Cruciani (el Tío, interrogador oficial, muerto sin condena) ordenando “¡Dale de nuevo, Laucha!”. Luego la picana eléctrica sobre el cuerpo desnudo, vendado, atado de pies y manos. Siempre nervioso, charlatán, altanero, Corres contaba orgulloso a compañeros y colimbas que era chofer en los operativos por su habilidad al volante. También participaba en los secuestros. Por un operativo frustrado, en el que no lograron capturar con vida a una pareja de militantes Montoneros, fue condecorado por su “heroico valor en combate”. Algunos sobrevivientes también lo recuerdan en la cárcel de Villa Floresta, ya blanqueados, cuando llegaba con alguna pregunta a partir de datos nuevos. A fines de 1976 fue destinado al Regimiento de Infantería 19 en Tucumán, donde actuó como “jefe de sección, en operativos”, admitió. La Justicia tucumana nunca lo investigó.

Cuando la Cámara Federal de Bahía Blanca lo citó al Juicio por la Verdad, Corres se negó. Invocó la protección constitucional contra la autoincriminación. No se le ocurrió ninguna excusa cuando la Cámara le respondió que sólo estaba citado como testigo. En la audiencia del 13 de diciembre de 1999 admitió bajo juramento que había sido “jefe de guardias” de La Escuelita, que se hacía llamar Laucha y dependía “del coronel Alvarez”. Contó que “en La Escuelita no se usaba uniforme”, que el movimiento de secuestrados, vendados y esposados era constante. Negó haber participado de interrogatorios y dijo ignorar hacia dónde eran trasladados quienes salían de allí. “El Tío entraba y me los señalaba”, dijo. Cuando la abogada Mirta Mántaras en nombre de la APDH de Bahía Blanca pidió que se lo procesara por falso testimonio, Corres recurrió a la Cámara de Casación Penal, que utilizó la denuncia como pretexto para apoderarse del expediente y paralizar el Juicio por la Verdad.

El 14 de enero, Página/12 informó que la cantidad de prófugos y fallecidos impunes en la causa que instruye el juez federal Alcindo Alvarez Canale superaba a la de imputados. Dos de los cuatro prófugos mencionados ya se entregaron: los tenientes coroneles Jorge Aníbal Masson y Miguel Angel García Moreno. El primero ya fue indagado y aún no se resolvió su situación procesal. Ayer a las 12.50 Interpol encontró a Corres. Salía de un edificio en Córdoba y Uruguay. Sigue prófugo el jefe de inteligencia dueño de la agencia Alsina SRL, coronel Aldo Alvarez.

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