sábado, 11 de abril de 2009

“Era una mujer con enorme lucidez”

Murió Mabel Gutiérrez, titular de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas

Desde el secuestro de su hijo Alejandro, en julio de 1978, Mabel Gutiérrez empezó su lucha inclaudicable por la verdad y la justicia. Falleció ayer por la mañana de un paro cardíaco. Sus cenizas serán esparcidas en el Parque de la Memoria.

Por Diego Martínez
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Su lucha inclaudicable incluyó también a los detenidos por razones políticas. No perdió la sonrisa pese a la tragedia.

A los 77 años, luego de treinta de lucha inclaudicable para exigir verdad y justicia, falleció ayer Mabel Gutiérrez, presidenta de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas y una de las máximas referentes de los organismos de derechos humanos del país. Integraba la organización desde el secuestro de su hijo Alejandro, el 24 de julio de 1978. Durante las últimas semanas participó de reuniones y encuentros, incluso con la presidenta Cristina Fernández, para consensuar estrategias con vistas a acelerar los juicios por crímenes de lesa humanidad. Representaba a Familiares ante el Instituto Espacio para la Memoria. Sus restos serán velados hasta las cuatro de la tarde en la sede de Familiares, Riobamba 34. Luego su familia la despedirá en el cementerio Parque Iraola de Berazategui. Sus cenizas, tal su último deseo, se van a esparcir el martes a las once de la mañana en el monumento a las víctimas del terrorismo de Estado en el Parque de la Memoria de Costanera Norte.

“Era una mujer con enorme lucidez, inteligencia y capacidad para resolver situaciones. No es casual que la redacción de todos los documentos de los organismos históricos se los encomendaran a Mabel”, recordó ayer Cristina Muro, que integra Familiares desde 1977.

Mabel había nacido en Saliqueló pero por el trabajo de su padre vivió en varios pueblos hasta que se instaló en Carlos Casares. Allí formó su familia. Tuvo tres hijos, ocho nietos y tres bisnietos. Hacia mediados de 1978 era ama de casa y había empezado a estudiar arquitectura. Alejandro tenía 25 años, había estudiado periodismo y trabajaba en una vidriería. Fue secuestrado en Tolosa, cerca de La Plata, donde militaba, y visto por última vez en cautiverio en el centro clandestino La Cacha, que formó parte del circuito Camps. La causa que debería investigar los crímenes cometidos allí está radicada en el Juzgado Federal de Manuel Humberto Blanco, que aún no citó a declarar a ningún represor.

Tras la desaparición de Alejandro, abandonó el apellido de soltera y pasó a llamarse Mabel Gutiérrez, como un modo de hacer público el orgullo por su hijo. Pronto se integró a Familiares, el primer organismo de allegados directos de víctimas del terrorismo de Estado, nacido en septiembre de 1976. “Alejandro me había hablado de este organismo, me mostró el camino”, contó alguna vez.

“Desde el inicio, nuestro nombre fue una declaración de principios. Eramos un grupo grande de madres, padres, hermanos, esposos de desaparecidos y detenidos, y siempre tuvimos en claro que las causas eran razones políticas”, explicó. Su lucha no se limitó a los desaparecidos. “Los presos políticos, más de 10.000, eran víctimas de los mismos métodos represivos. Era una bandera y lucha paralela. Discutíamos con otros organismos que decían que por lo menos sus familias sabían dónde estaban. Nosotros sosteníamos que debíamos lograr que los liberaran”, rememoró.

“Desde la desaparición del Flaco, Mabel asumió la defensa de los derechos humanos en forma inclaudicable”, recordó María, la mujer de Alejandro, con quien tuvo dos hijos. “Con esa bandera de lucha exigió justicia aquí y en el exterior. Lamentablemente no llegó a obtener justicia en nuestro caso, pero alcanzó a ver que su lucha fue asumida por la sociedad en su conjunto. Eso es gracias a luchadoras como Mabel, que nunca se dio por vencida. Su ejemplo de amor, honestidad y consecuencia es un orgullo para toda su familia”, agregó.

En 2001, durante la inauguración de la escultura Victoria en el Parque de la Memoria, Mabel explicó que la obra simbolizaba “la victoria de la memoria sobre el olvido y el silencio”. Recordó que para su autor, William Tucker, “refleja el horror pero también la esperanza”, y agregó que la consideraba “un llamado a nuestro deber y compromiso de asumir las reivindicaciones de un modelo de país con trabajo, educación, salud y vivienda para todos, que enarbolaron miles de detenidos-desaparecidos, asesinados, presos políticos y exiliados, para lograr que su lucha se haga realidad”. Allí, junto al nombre de Alejandro, descansarán sus cenizas.

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