Un testigo de Timarchi develó la enajenación
“Recibíamos a esquizofrénicos, delirantes, que venían con una granada en el bolsillo. Era evidente que iba a pasar algo”, explicó el médico Hugo Baloni durante una nueva audiencia del juicio por la Masacre de Fátima a cargo del Tribunal Oral Federal 5. Psiquiatra del Hospital Churruca durante la dictadura ofrecido como testigo por la defensa de Miguel Timarchi, uno de los tres imputados en la causa, Baloni relató que ni siquiera cuando un agente enfermo mató al cirujano que lo atendía la Policía Federal accedió a su pedido de quitarles el arma a los policías con desequilibrios psiquiátricos. “El estado policial dice que tienen que estar armados siempre”, le explicaron.
Timarchi sostiene, y así consta en su legajo, que para agosto de 1976 llevaba diez meses de licencia médica por la explosión de una granada. Baloni reconoció su firma en el legajo y resumió su primer diagnóstico: “problemas auditivos, neurológicos y psiquiátricos”. Cuando el abogado Carlos Broitman le preguntó “qué recomendación se daba a los pacientes con referencia al uso del arma”, dijo que era “un tema complejo” y remarcó dos momentos. El primero, cuando un enfermo psiquiátrico asesinó a un cirujano de 24 años. “A raíz de esa muerte volví a insistir en que no podían ir armados, pero no me oyeron”, aclaró. El segundo lo tuvo como protagonista:
–Pase, ¿qué hace acá? –le preguntó a un paciente a quien había ordenado internar en una clínica psiquiátrica.
–Vengo a matarlo –le respondió el policía. Sacó una 38 y le apuntó a la cabeza. Baloni pudo calmarlo y, con ayuda, desarmarlo.
Situó ambos hechos en 1978. Recién después “se decretó que toda la gente que fuera a psiquiatría dejara el arma en la guardia del hospital”. De allí la retiraban cuando salían del Churruca. Consultado sobre sus apuntes en el legajo de Timarchi enumeró “insomnio, descontrol, irritabilidad”. Explicó que el antipsicótico que le prescribió en mayo de 1977 era “un tranquilizante mayor para casos de urgencia, para plancharlo”. Sobre los cócteles que el imputado admitió haber recibido en 1976 y 1977 dijo que eran “para bajar casos de enorme agresividad, de excitación psicomotriz”.
Jorge Mutuverría, amigo de Timarchi desde la infancia, dijo que a partir del accidente de 1975 su actitud fue de “autismo”, “locura”, “una persona extraviada”. Durante “más de dos años” no tenía “ni voluntad de ser agresivo”. Descartó que hubiera podido estar en la masacre: “Habría sido una especie de Superman que volaba desde su casa, hacía eso y a la mañana estaba otra vez encerrado”, afirmó. Cerró la jornada el policía Claudio Schiavoni, quien detuvo “al comisario general Lapuyole” en 2004. Ante la pregunta de los defensores admitió que el ex director de inteligencia, de 78 años y con silla de ruedas, no se resistió al arresto.
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