LA ARENGA DEL REPRESOR ANTES DE QUE SE LEYERA LA SENTENCIA
Luciano Benjamín Menéndez aprovechó sus “últimas palabras” para hacer una defensa del terrorismo de Estado. Habló de “la guerra contrarrevolucionaria” y de los “guerrilleros que hoy están en el poder”.Con su reloj detenido desde hace treinta años, el general Luciano Benjamín Menéndez tomó el micrófono y se despachó con su vieja arenga. Igual que en los palcos oficiales de la dictadura, igual que en los del gobernador Eduardo Angeloz en los ’80, igual que en la mesa de Bernardo Neustadt y Mariano Grondona en 1984, cuando intentó acuchillar a los militantes que fueron a repudiarlo, el general de ojeras grandes y mirada fría reivindicó lo que llamó “una guerra contrarrevolucionaria” contra “el terrorismo marxista”, dijo que “tenemos el dudoso mérito de ser el primer país en la historia que juzga a sus soldados victoriosos” y se preguntó: “¿Para quién ganamos la batalla?”. No le faltará tiempo para pensarlo.
A las 10.34, la sala se paró para recibir a Su Señoría. Jaime Díaz Gavier, presidente del tribunal, anunció “la última oportunidad de formular cualquier manifestación”. Los imputados estaban debajo de una innecesaria jaulita de vidrio, escoltados por una fila de policías y un puñado de íntimos. Se ubicaron por orden de jerarquía: general, coronel, capitán, suboficiales y civil. Todos menos Exequiel Acosta hicieron uso de la palabra. La mayoría elogió el papel de los defensores oficiales, Mercedes Crespi y Máximo Liva. “Inteligente e intensa”, dijo Menéndez. “Excelente”, el coronel Hermes Rodríguez.
Menéndez repasó su versión de la historia de las luchas populares, criminalizó a la militancia, pero no negó los secuestros, torturas y asesinatos por los que sabía que sería condenado. Fue el único que no desmintió los hechos. “Hace cincuenta años, la guerra estalló repentina y brutalmente en nuestro país”, arrancó. El “asalto de los subversivos marxistas” se ideó “en la Unión Soviética y su filial: Cuba”. “No se trataba de arrancarnos territorio”, sino que “apuntaban al alma de nuestro pueblo”. Pretendían “revolucionar nuestro modo de vida” para “asaltar el poder e instrumentar un régimen comunista”. “Se equivocan quienes creen que el pueblo fue un convidado de piedra en esta guerra”, aclaró.
Para reforzar la idea citó al ministro de Defensa Facundo Suárez, en 1964, cuando anunció “la inminencia de una guerra revolucionaria, silenciosa, pero inexorable, global y permanente”. Siguió por un documento del PRT de 1970 con el anuncio de que “se comenzó a combatir para hacer posible la insurrección del proletariado”; una nota de El Combatiente de 1974 sobre el aumento de poder de fuego de las unidades guerrilleras; una breve historia de Montoneros publicada en Cristianismo y Liberación que anuncia “la ofensiva para la toma del poder” a partir de 1969; y dos “partes de guerra” de organizaciones armadas. “Nos declararon la guerra y ahora hablan de persecución de opositores políticos y represión ilegal”, rezongó. “La subversión actuó desde los ’60 con distintos gobiernos. ¿De quiénes eran opositores? ¿Los perseguía Frondizi, Illia, Perón?” Aseguró que “la Nación ensayó todos los métodos para defenderse”, recordó que “el actual procurador Esteban Righi disolvió la Cámara Federal Penal que procesó y condenó a 1600 guerrilleros y amnistió a los subversivos”. (Aquí una abogada del Ceprodh gritó varias veces “genocida” hasta que fue expulsada de la sala.) “La subversión desbordó todos los sistemas y prohibiciones”, continuó Menéndez. Destacó los decretos de Isabel, Luder & Cía., que “ordenaron el aniquilamiento de la subversión”. “Los marxistas ensangrentaron al país y nosotros estamos siendo juzgados”, dijo. “Ya derrotados, abandonaron la lucha armada y se mimetizaron como pacíficos civiles, siguiendo la doctrina de Gramsci”, redondeó, para deleite del pasquín Cabildo y del diario La Nueva Provincia.
Y volvió al presente. “Los marxistas no conciben la armonía y la concordia. No se sacaron la piel de cordero porque les falta controlar algunos resortes del poder. Son enemigos de la Constitución porque niegan a Dios, reemplazan la paz interior por el conflicto y apuntan a disolver la familia y la propiedad”, dijo. Anunció que en el futuro “van a abandonar el disfraz de la paz y van a volver a la violencia” porque “el comunismo internacional persiste en sus objetivos: antes en la ilegalidad, ahora se apropiaron de la legalidad y desde esa ficción intentan destruir nuestra forma de vida y nuestro ser nacional”. Creyente al fin, manifestó su confianza “de que los argentinos detengamos esta marcha al abismo a la que nos conducen los guerrilleros que hoy están en el poder”.
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