El ex piloto naval Julio Alberto Poch volvió al penal de Marcos Paz. Siete meses después de que la Cámara Federal porteña ordenara liberarlo y encomendara profundizar la investigación sobre su participación en los vuelos de la muerte, que relató en 2003 ante compañeros de la aerolínea holandesa Transavia, el juez federal Sergio Torres lo procesó con prisión preventiva y embargó sus bienes por 41 millones de pesos. El magistrado les volvió a tomar declaración por exhorto a todos los testigos que había escuchado en persona a fines de 2009 y refutó uno a uno, en 1130 fojas, los argumentos de los tenaces abogados del piloto. Poch es el tercer marino procesado gracias a los testimonios de quienes escucharon relatos en primera persona sobre ejecuciones desde aviones en vuelo y en lugar de llevarse el secreto a la tumba decidieron colaborar con la Justicia.
Poch fue detenido en España durante su último vuelo como piloto comercial en septiembre de 2009. Torres escuchó a los testigos y nueve meses después lo procesó. En octubre pasado, luego de un arduo trabajo del abogado Gerardo Ibáñez, que viajó al Reino de los Países Bajos y gestionó declaraciones ante escribano de compañeros y amigos de su cliente, los camaristas Eduardo Farah y Martín Irurzun declararon la nulidad del procesamiento y le ordenaron a Torres reforzar la prueba. El juez cursó entonces a Holanda una serie de cuestionarios con medio centenar de preguntas para una docena de testigos.
Tim Weert y Edwin Reinoudt Brouwer, pilotos de Transavia, volvieron a reconstruir el diálogo, que comenzó cuando el segundo elogió la belleza de la princesa Máxima. “Lástima que tenga ese padre”, dijo, en referencia a Jorge Zorreguieta, ex ministro de Videla. Poch “se transformó en un fanático”, recordaron.
–Desapareció tanta gente. Zorreguieta debe haber sabido...
–No sabía nada –intervino Poch–. Yo sí sé –agregó, y empezó a hablar de los vuelos en primera persona del plural.
–¡Qué espantoso que hayas tenido que hacer eso! –reaccionó Weert.
–Ustedes no saben nada. Tienen que comprender que era una guerra, donde muere gente de ambos bandos, es normal. Vos ni habías nacido –apuntó a Weert, paralizado. Poch habló luego de personas “que murieron a su lado”.
–Por Dios, ¿cómo pudiste colaborar en eso? –insistió Weert.
–Eran terroristas de izquierda. No merecían nada mejor –respondió Poch.
–¿Por qué no devolvieron los cuerpos a sus seres queridos, a esas Madres de las pancartas?
–Deberían haber sabido que sus hijos eran terroristas. Deberíamos haberlos matado a todos –retrucó Poch.
–Es un modo inhumano de ejecutar gente...
–Estaban drogados –justificó.
–¿Cómo hiciste eso? –preguntó Brouwer.
“Julio estrechó su mano derecha horizontalmente hacia adelante e hizo un movimiento rotatorio. El costado derecho de su mano se inclinó un poco hacia abajo. Aún se lo veo hacer”, recordó. Weert se levantó sobresaltado. Brouwer lo empujó para que sentara. “Sentí que la situación se iba de las manos”, explicó. “Fue el final del diálogo”, agregó. “Julio fue muy auténtico y hasta hoy creo su historia”, ratificó Weert. “Hay personas que saben más y no se atreven a comparecer”, sugirió. Brouwer escuchó “a copilotos y personal decir ‘a mí me lo contó’” pero no dio nombres.
La resolución de Torres desmenuza los relatos gestionados por Ibáñez. Todos los testimoniantes tienen buen concepto de Poch, pero poco aportan sobre la confesión: siete no estuvieron en la cena, el octavo estuvo, pero no presenció el diálogo. Frederik van Heukelom dijo no haber escuchado la confesión, pero de sus e-mails surge que recibió indicaciones sobre qué declarar y encomendó a sus destinatarios borrar los correos. Torres deja constancia de que “amigos o conocidos de Poch” trataron “de influir sobre los testigos para mejorar la comprometida situación del imputado”.
Otra “prueba fundamental” es una nota agregada al legajo de Poch firmada por el comandante de Operaciones Navales, vicealmirante Antonio Vañek, quien destacó que Poch había desempeñado una “comisión” entre el 2 de mayo y el 1º de junio de 1978. “Evidenció buenas condiciones para adaptarse y obtener positivos logros en las especiales tareas impuestas”, apuntó. Para Torres, la “felicitación” es “muy sugestiva” porque de los legajos de Poch “no surge dato alguno que permita inferir a qué lugar o misión estuvo destinado en ese período” y porque la nota la firmó un marino “cuyo vínculo con el grupo de tareas 3.3 se encuentra sobradamente acreditado”.
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